Ing. Juan Betances
Todos los seres
humanos anhelamos una vida llena de plenitud, de felicidad, de paz, de
abundancia de bienes. Para desarrollarse como persona, el hombre necesita auto
realizarse, encontrar sentido a su vida, satisfacer su necesidad de amar y ser
amado. Cuando encontramos satisfacción a estas condiciones de necesidad
inherentes a este mundo terrenal, sentimos que estamos logrando lo que
anhelamos en lo profundo de nuestro ser.
Todo lo anterior, el
hombre busca obtenerlo a través del desarrollo de sus dones, talentos,
capacidades y habilidades naturales. Pero existe algo más, aparte del esfuerzo
natural del hombre, porque no todo lo
que buscamos conseguir, utilizando solo nuestros propios recursos, lo obtenemos. El medio, las circunstancias, el
ambiente alrededor nuestro, en la
mayoría de los casos, determina lo que
somos, al igual que la herencia.
El
camino para la bendición
Recibimos herencia
de nuestros antepasados, hasta la
tercera y cuarta generación: herencia de enfermedades (agudas y crónicas), de
descomposición familiar (divorcio, esterilidad,…), de desviaciones sexuales
(homosexualidad, lesbianismo, prostitución), adicciones (sexuales, vicios,
juegos,…), de pobreza…
Las maldiciones, las
enfermedades y la maldad pueden recibirse mediante la herencia generacional.
Las bendiciones, el bien, la prosperidad, la abundancia, por otro lado, también
pueden recibirse por herencia generacional.
Hay una herencia
espiritual especial que es dada por Dios a aquellos que lo reciben como Padre,
y reconocen a Jesucristo como su Salvador, como el único mediador entre Dios y los
hombres, como la revelación de Dios, su manifestacióna los hombres. Dios se ha
dado a conocer a través de Jesucristo. Y quienes aceptan esta verdad, reciben
la herencia espiritual de ser hechos hijos de Dios. Su Palabra dice, Juan 1:12-13:” Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no
son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón,
sino de Dios”.
Cuando
se produce el nuevo nacimiento en nosotros, nacemos de nuevo por el Espíritu.
El espíritu nuestro se conecta al de Dios y venimos a ser nueva criatura. Somos
transformados de ser un niño de obscuridad a ser un niño de luz, al instante
que recibimos a Jesús como nuestro Salvador.
En nuestro espíritu, todas las cosas son hechos nuevas. Pero nuestra alma, nuestro ser (mente, emociones
y voluntad) no cambia. Para que se produzca un cambio en nuestras vidas,
tenemos que transformar nuestra alma, nuestro carácter, mediante la renovación
de nuestra mente, de nuestro entendimiento. Esta transformación requiere que
tomemos una parte activa en el proceso, hay que asumir nuestra parte. Abrimos,
entonces, un nuevo camino, una nueva ruta, que nos dirige a la perfección, a la
santidad, a la bendición: la vida nueva en Jesús.
Jesucristo
es la única vía de conexión entre Dios y el hombre. El misterio de la cruz, el
derramamiento de Su sangre como poder de expiación y redención y el poder de su
resurrección son la garantía de que la gracia de Dios ha sido manifestada, que
su amor ha sido derramado, que la vida verdadera está en nuestras manos. Cuando
recibimos al Dios vivo y verdadero dado a conocer por medio de Jesucristo,
abrimos las puertas que nos conducen a la bendición: vida eterna en los cielos
y vida abundante en la tierra. El verdadero camino a la bendición es
Jesucristo.
Preparando el terreno a la bendición
Para
que Dios pueda bendecir la vida de una persona, hay que haber preparado el
terreno para la bendición. Dios no bendice si no se remueven de nosotros todas
aquellas cosas que impiden que El tenga el derecho legal para realizar su obra
en nosotros.
Dios nos creó libres
por amor. Esa libertad nos capacita para decidir entre el bien y el mal, entre
la bondad y la maldad, entre la bendición y la maldición. Isaías 28:23-26
dice:" Escuchen y oigan mi voz, presten atención y oigan mis
palabras. ¿Acaso para sembrar se pasa arando el labrador todo el día,
abriendo y rastrillando su tierra? ¿No allana su superficie y siembra
eneldo y esparce comino, y siembra trigo en hileras, cebada en su debido lugar,
y centeno dentro de sus límites? Porque su Dios le instruye y le enseña cómo
hacerlo”.
La primera condición
en la preparación de las condiciones para que Dios nos bendiga es aprender a
escuchar y oír su voz, con atención. Dios nos habla de muchas maneras, pero el
hombre no quiere escuchar. Dice Job 33:14-18:” Sin embargo, de una u otra
manera nos habla Dios; pero el hombre no entiende. Por sueños, en visión
nocturna. (…) Entonces revela al oído de los hombres, y les señala su consejo. Para quitar al
hombre de su obra; y apartar del varón la soberbia. Para librar su alma del
sepulcro. Y su vida, de que perezca a espada”.
Dios nos habla a
través de sus santos, los profetas, de
un amigo, de un hecho o circunstancia, en voz audible, en sueños, en visiones,
a través de Su Palabra, por la acción del Espíritu Santo. Si queremos ser
bendecidos, hay que aprender a escuchar la voz de Dios, hay que prestarle
atención a su palabra.
Escuchar la voz de
Dios es el primer paso hacia la dependencia de El. La dependencia de Dios abre
las puertas de la gracia, es el paso correcto en el camino a la bendición.
Si queremos ser
bendecidos, no podemos pasarnos arando todo el tiempo, cayendo y levantándonos,
abriendo y rastrillando la tierra. Mucha gente no sale de un proceso, de un
desierto, de una prueba, No podemos pasarnos todo el tiempo en pruebas. Las
pruebas las pone Dios para que confiemos en El, para cambiar y fortalecer
nuestro carácter, para producir el fruto
de la paciencia en nosotros, para que nuestra alma se salve.
Ser probados y ser
tentados no es lo mismo. La tentación la pone el Enemigo para que caigamos en
sus garras. No podemos ceder a la tentación. Las pruebas las pone Dios para que
seamos aprobados, para ser moldeados en el taller del Maestro en nuestro
carácter, en nuestro ser interior; para refinarnos en nuestros pensamientos,
actitudes, propósitos e intenciones. y cuando hayamos sido pasados por el
fuego, sacar oro fino de nuestras vidas, y hacernos brillar en nuestro ser.
Cuando
la bendición no ha llegado a nuestras vidas, debemos preguntarle al dador de
todas las cosas, al creador del universo, qué terrones hay que remover en
nosotros para que el terreno esté nivelado, para que la semilla de bendición
sea sembrada.Preguntémonos hoy si necesitamos destruir los terrones de la
envidia, el egoísmo, la avaricia, la ambición desmedida, la ira, el enojo, el
orgullo, la soberbia, la vanagloria, la altivez, el amor al dinero, la lascivia
y todo lo que representa obras de la carne.
Para
sembrar una semilla de bendición, hay que allanar nuestra superficie, hay que
estar alineados con Dios, hay que someterse por completo a su perfecta
voluntad.
Para
preparar el terreno a la bendición, hay que aprender a sembrar y esparcir como
se hace con el eneldo y el comino, sembrar en hileras como se siembra el trigo,
poner las cosas en su lugar como la cebada, poner limites a las obras de la carne
como el centeno, para que entonces Dios nos instruya cómo hacer las cosas y
obtener nuestra bendición.
3.
Semillas de bendición
Si queremos ser
bendecidos hay que estar comprometidos. El compromiso es una estricta
obediencia a los mandamientos y estatutos de Dios. El compromiso nace de una decisión, de una actitud del corazón de agradar y
obedecer a Dios. No hay bendición sin
compromiso. No hay bendición si no morimos al ego, a nuestro propio yo, si no
clavamos nuestros propios clavos en la cruz.
Dios pudo haber
venido a la tierra y no pasar por la cruz, probando por Su resurrección que era
Dios, creador y dador de la vida.Pero pasó por una cruz para enseñarnos que no
hay vida sin muerte, que para vivir hay que morir, que no hay bendición sin sacrificio,
que hay que renunciar a nuestro propio yo, a los deseos y pasiones de la carne,
a lo que el mundo ofrece, a hacer las cosas a nuestra manera, para disfrutar de
la vida verdadera que solo el amor de Dios puede dar.
Dios anda buscando
verdaderos hijos para transmitirle Su herencia de bendición. Los verdaderos
hijos son adoradores, que adoran en
espíritu y en verdad, que están dispuestos a hacer siempre su voluntad, a dejar
de hacer las cosas a su manera, para hacerlas a la manera de Dios.
Cuando nuestro
corazón esta conectado al corazón del Padre, ¿qué no podemos obtener del Dios
que fundó el universo y le dio vida? Si un padre terrenal le da a sus hijos lo
que necesitan, ¿no nos dará nuestro Padre celestial lo que le pedimos?
Isaías 28:27 dice:”
que el eneldo no se trilla con trigo, ni sobre el comino se pasa rueda de
carreta, sino que con un palo se sacude el eneldo, y el comino con una vara”, en
referencia a las instrucciones de Dios y su enseñanza al hombre de lo recto.
Hay circunstancias y
debilidades que no se pueden mezclar con la santidad, no se puede pasar rueda
de carreta sobre una semilla que puede ser destruida.
Hay semilla de
bendición que Dios obtiene en nosotros con palo, pasándonos por procesos
fuertes, pero nunca nos llevará más lejos ni nos pondrá una carga mayor de lo
que podemos soportar.
Otras semillas, Dios
la saca de nosotros mediante la vara de la corrección, disciplinándonos,
haciendo que nos sometamos en obediencia a El.Dice el verso 28:” ¿Se tritura el
grano? No, no lo tritura para siempre, y aunque haga pasar por el las ruedas de
su carreta y los cascos de sus caballos, no los aplastará”.
Por más
grande que sea nuestro proceso, por más extremas nuestras dificultades, por más
desesperante nuestra situación, Dios no nos tritura para siempre. Y aunque
parezca que está moliéndonos con ruedas de hierro de su carreta, y nos dé duro
en nuestra cabeza, derribando fortalezas mentales, paradigmas en nuestra mente,
nunca nos aplastará, sino que hay una semilla de bendición que está siendo
sembrada en nuestra alma para que, a su tiempo, dé frutos de bendición: vida
eterna en los cielos y vida abundante en la tierra.
“ También esto procede del SEÑOR de los ejércitos, que ha hecho maravilloso su consejo y grande su sabiduría".
hermoso lo que aprendi
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