lunes, 26 de noviembre de 2012

PATERNIDAD VERDADERA

Ing. Juan Betances
 
Dios creó al hombre y a la mujer para que mediante una relación de unidad en el amor puedan ejercer la función creadora y multiplicadora quepuso sobre ellos en la tierra.
 
Dice Gn 1:27-28:”Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructifiquen y multiplíquense; llenen la tierra, y sométanla, (…)”Les dijo:” Fructifiquen y multiplíquese” dándole la facultad de ser padres, de ejercer una función procreadora de hijos.
 
Nos creó Dios a su imagen, porque es Padre primero que nosotros. Una imagen es una representación, un reflejo de una realidad. Somos hechos a imagen de Dios porque podemos multiplicarnos siendo reflejo, resplandor del Dios que es Padre de todos, mucho antes de nosotros llegar a serlo.
 
Lo natural y normal es que hombre y mujer se unan, no que se unan hombre con hombre ni mujer con mujer, porque esta relación no fructifica, no produce frutos, conforme a la ordenanza divina.
 
1. Hijos por elección
 
Cuando el apóstol Pablo estaba en Atenas, dice la Biblia en Hch. 17:22 en adelante: “puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que son extremadamente religiosos porque pasando y mirando sus santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Al que ustedes adoran, pues, sin conocerle, es a quien yo les anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de sus propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres”.
 
Dios se mostró a nosotros a través de su Hijo. El Dios de los cristianos es un Dios conocido, no es un Dios ni un Padre cualquiera. Es un Dios real, es diferente, porque decidió darse a conocer en la tierra por medio de su Hijo.El apóstol Juan dice que a Dios nadie lo ha visto, pero quien conoce a Jesucristo conoce a Dios; porque es El la imagen del Dios invisible, del Dios que no vemos.
 
Jesús dijo que El y el Padre y eran uno, y que no hacia nada por si mismo, sino para aquel que lo había enviado. La Divinidad tiene un nombre: Jesús, nombre que es sobre todo nombre.
 
Dios envió a Jesucristo al mundo para mostrarnos su amor de Padre, para que el que en El crea, tenga vida eterna. Somos, pues, linaje de Dios, descendencia suya, por la herencia que nos dejó la sangre derramada en la cruz por el Hijo de Dios, Jesús de Nazaret.
 
Jn.1:11-13 nos dice:” A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Somos hijos cuando creemos en Jesús, luz que brilla en medio de la oscuridad. Somos hijos, cuando decidimos recibirle en nuestro corazón. Somos nacidos de Dios cuando nos entregamos en las manos de nuestro Padre, en amor, porque hemos conocido al Dios verdadero que hizo los cielos y la tierra, y por el cual nos movemos, existimos y somos.
 
2. Inmenso amor (II)
 
Dios no es una imagen, es una persona. No puede ser representado en una imagen de madera ni de papel, porque El Es. Jesucristo dio a conocer al Dios que no vemos. Es el Yo Soy que dio aliento y vida a todas las cosas.La persona de Dios tiene un nombre: el Espíritu Santo. El Espíritu Santo que habita en los que han elegido ser hijos del Padre que creó los cielos y la tierra y todo lo que en ellas hay, y que ha sido derramado en nuestros corazones, es el que nos permite conocer la verdad de Dios.
 
Jesús nos dejó un ayudador, un consolador, un consejero, su propio Espíritu. Inmenso amor el de Dios: Se hizo hombre, uno igual a nosotros, menos en el pecado; dio su vida por completo en la cruz, para danos redención integral, en todas las áreas del ser humano; derramó su sangre para limpiar, borrar y perdonar todos nuestros pecados, cuando acudimos a su presencia con corazón humillado y arrepentido; resucitó al tercer día de su muerte, para dar testimonio de que era verdadero Dios; y nos dejo su Espíritu, no nos dejó huérfanos, sino que nos envió el Espíritu Santo, que es el Espíritu que habitaba en El, para que esté con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.. En Jn. 6:37-40, dice la Palabra que Jesús dijo:”  Mas les he dicho, que aunque me han visto, no creen. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
 
El amor del Padre se manifestó en la entrega voluntaria de su Hijo, entregando su vida en la cruz, para que tengamos vida.  
 
Nadie ha mostrado amor tan grande. Nadie ha hecho lo que El hizo. No podíamos conocer a Dios por nosotros mismos y Dios se mostró a nosotros, para que, por medio de la fe en su Hijo, podamos tener vida eterna y estar en su presencia por la eternidad.  
 
Dijo Jesús:“ No es que nadie ha visto al Padre, sino aquel que vino de parte de Dios; ese ha visto al Padre. De cierto de cierto les digo: El que cree en mi, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida”. (46-48)  
 
3. Padre verdadero (III)
 
La esencia de Dios en su relación con nosotros es su paternidad. El Padre y el Hijo son uno, para que nosotros seamos uno en El, para que nos unamos a El por completo, como sus hijos. I Jn. 5:7 dice:” Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”.
 
Dios no es un padre cualquiera, es el Padre por excelencia, porque es el creador de todos, porque nunca nos deja solos, nunca nos abandona, no nos desampara. Un padre en la tierra puede hasta abandonar sus hijos  y decir que sigue siendo padre de ellos. Pero Dios nunca nos abandona, porque es Padre verdadero.
 
En Lc. 11:9-13:” Y yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.  ¿Qué padre de ustedes, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”. En Mateo 7:11 dice:” (…) dará cosas buenas a los que lo pidan?”.
 
En esta parábola, Jesús utiliza tres elementos materiales, que representan un alimento completo: carbohidratos (pan), proteínas y grasas (pescado y huevo); el pan es alimento del cuerpo, el pescado representa los nutrientes para nuestra alma y el huevo la liberación de nuestro Enemigo, la serpiente. Porque su redención fue completa, no dejó nada sin cubrir, cargó con todo en la cruz. El Padre no escondió nada que no respondiera en Jesús.
 
Dios nos provee. Todo lo que necesitamos está en sus manos. Es fuente de provisión, porque su poder para hacer que las cosas sean es sobrenatural. Lo hallaremos, si lo buscamos.
 
El tiene un propósito con cada vida y nos conoce por completo, en todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Por eso nos redimió por completo: para tener autoridad, potestad para darnos todo lo que necesiten sus hijos.
 
Dios nos responde siempre; solo hay que invocar su nombre para que nos abra las puertas y nos ponga a la mesa a cenar con El, para comer el alimento que nutre, el pan de vida; solo hay que creer en Jesús, para tener vida eterna.
 
Todo lo que Dios nos da conviene a nuestras vidas. Si no nos da algo, es porque no nos conviene. Un Padre verdadero sabe todo de sus hijos, porque lo ha cuidado, lo ha protegido, lo ha mimado. Dios conoce hasta los cabellos de nuestra cabeza, pues los tiene contados. Un Padre así, es Padre verdadero.
 
En Heb. 12:8-11 el apóstol Pablo dijo:” Si soportan la disciplina, Dios los trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”. La corrección de Dios es necesaria. Dios nos disciplina a través de los tratos, de los desiertos, de las pruebas y aflicciones con propósito, para a la postre hacernos bien. Nos prueba para ser aprobados, nos moldea como el alfarero, nos refina como el oro, para que podamos brillar como obra terminada. “ (…) ¿No nos someteremos mucho mejor al Padre de los espíritus y viviremos? Pues aquellos (nuestros padres terrenales) nos disciplinaban por pocos días como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”. (9-10) Dios te llama hoy a reconocerle como Padre. Hoy es el día de recibirle y aceptarlo, para que sean cambiadas nuestras vidas.

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