lunes, 20 de mayo de 2013

EL MISTERIO DE LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE


Ing. Juan Betances

Un misterio es algo desconocido, oculto, no revelado, no dado a conocer. Una imagen es la representación de algún objeto o persona. La Biblia dice, en Gn. 1:27, que Dios nos creo a su imagen. Dios hizo al hombre de polvo del suelo, al hacerlo carne y huesos, y soplar aliento de vida sobre él;  y la mujer, de la costilla del hombre fue formada.

El misterio de Dios fue revelado en Cristo Jesús
Dios estableció un orden en la tierra. Al hombre le dio autoridad para que gobernara y dominara sobre todo lo creado. Le dio libre albedrio, capacidad que el hombre posee y ejerce cada vez que toma decisiones, conforme a su propia voluntad. Dios estableció que su voluntad en la tierra la haría por medio del hombre. Dios necesita de un cuerpo físico para hacer su voluntad en la tierra, y con ese propósito diseñó al hombre.

El primer hombre pecó y con el pecado vino la muerte y la enfermedad al mundo. Una vez el hombre desobedeció a Dios, Satanás tomó el lugar que le correspondía a Dios en el hombre, convirtiéndose en el príncipe de este mundo, el padre de la mentira. Por el pecado del primer hombre, Adán, todos los hombres nacemos con una semilla de Satanás en nosotros, que nos induce al pecado, a satisfacer nuestros gustos, pasiones y deseos, a buscar nuestro propio yo y a rendir nuestra voluntad al sistema de este mundo terrenal. Es lo que llamamos carne.

Para cumplir con la propia ley que había establecido, al llegar la plenitud de los tiempos, por el gran amor con que nos amó, Dios envió su Hijo unigénito al mundo, para que nadie perezca, sino que tenga vida eterna (Cf. Jn.3:16). La comunión con Dios perdida por el pecado, Dios la restablece con la humanidad caída a través del sacrificio de otro hombre, Jesús, varón perfecto, que nunca cometió pecado, nacido de mujer, mas no de varón, engendrado por el Espíritu mismo de Dios. A este Jesús, Dios lo convirtió en garantía de salvación para los que creen en su nombre, por el poder de la resurrección que se hizo manifiesto en él.

La obra redentora en la tierra fue ejecutada por el Hijo del Hombre, Jesús. El Mesías, el Salvador, el Cristo, el Enviado de Dios, hizo acto de presencia en la tierra por medio de Jesús, quien venció al enemigo en la cruz, al resucitar al tercer día. Probó que era Dios al resucitar, y ya la muerte no tiene poder sobre él, porque el Espíritu de Dios lo levantó de entre los muertos, y vive para siempre. Nuestro redentor vive, y del polvo fue levantado. La tumba está vacía y el Espíritu de Dios que estaba en Jesús, su Espíritu, el Espíritu Santo, está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

El hombre fue creado para reflejar la naturaleza de Dios. Es allí donde se establece la imagen de Dios en el hombre: fuimos creados para ser como él. Dios se hace hombre para que seamos como él, lo imitemos, crezcamos cada día conforme a su imagen. Se hizo hombre, para que el misterio de Dios viniese a ser dado a conocer a la raza humana en Cristo Jesús.

La revelación de la imagen del hombre que nos dejó Jesús
En el Evangelio de Juan, Cap. III, narra la historia de un principal judío llamado Nicodemo, que interroga a Jesús sobre qué había que hacer para ganar la vida eterna. Jesús le responde “(…) el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios” (3); le dice que “(…) hay que nacer de nuevo de agua y del Espíritu para entrar al reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (…) El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabe ni a donde viene ni a donde va; así es todo el que es nacido del espíritu” (5-6 y 8). Nicodemo se asombra de cómo pude ser esto. Jesús le responde:” De cierto de cierto te digo, que hablamos lo que sabemos, y testificamos de lo que hemos visto; y no reciben nuestro testimonio. Si les he dicho cosas de la tierra, y no creen, ¿cómo creerán si les digo las del cielo? Y nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (11-12).

Cuando Felipe le dice:” muéstranos al Padre”, Jesús le responde que hacia tanto tiempo estaba con ellos y todavía no le conocían. También dijo:” Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (5:26) y “el Padre y yo uno somos” (10:30). Dijo que no había venido a la tierra a hacer su propia voluntad, sino la del que lo envió:” Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; sino que el Padre que me envió, el me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar” (12:49). Y en Juan 11:35 dice:” Jesús lloró”. ¿Cómo era la naturaleza de Jesús? Si entendemos cómo era Jesús, podremos entender cómo los hombres podemos ser imagen de Dios en la tierra.

En Juan 12:27, anunciando su muerte, Jesús dice:’ Y ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora”. Estando en el huerto de Getsemaní, oraba de rodillas diciendo:” Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; mas no se haga mi voluntad, sino la tuya. (…) Y estando en agonía, oraba más intensamente” (Lc. 22:42 y 44). En  Mateo 26:37-38 dice:”(…) comenzó a entristecerse y sentir gran angustia. Entonces les dijo: Mi alma está abrumada de una tristeza mortal (…)”. Jesús pensaba, tenia mente. Jesús sentía angustia, tristeza, lloraba: tenía emociones y sentimientos.  Su voluntad estaba rendida por completo a la del Padre. Tenía mente, emociones y voluntad; tenía alma.

A la mujer samaritana le dijo:” Pero llega la hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca tales adoradores que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, es necesario que le adoren en espíritu y en verdad” (Jn. 4:23-24). Cuando estaba próximo a su muerte, “(…) inclinando la cabeza, entregó el espíritu”. Mt. 27:50 dice:” Mas Jesús, habiendo clamado a gran voz, entrego el espíritu”. Aun mas, Lc. 23:46 dice:” Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.

Como dice en I Ts. 5:23, el ser humano completo es un espíritu con un alma alojados en un cuerpo. Cuando morimos, el espíritu vuelve a Dios quien lo creó y a quien le pertenece. El alma va también unida al espíritu, pero para ser juzgada conforme a sus obras. El alma está ligada a la carne, el espíritu a la vida. Jesús entregó el espíritu a Dios entregándole la vida que había en su humanidad. En Jn. 6:63 Jesús dijo:” El espíritu es el que da la vida; la carne no aprovecha para nada; (…)”. El Espíritu que estaba sobre él, el de Dios, se lo devolvió al morir, y ese mismo Espíritu lo levantó de entre los muertos al tercer día.


El hombre solo puede conectarse a Dios por el Espíritu. Por el Espíritu, nacemos de nuevo a la vida, y ya la muerte espiritual conforme a la carne desaparece, conforme a la vida que hay en Cristo Jesús. Por el nuevo nacimiento, el Espíritu de Dios mora en nosotros. ¿Cómo habla Dios al hombre? ¿Cómo lo convence de pecado, de justicia y de juicio? Por el Espíritu, Dios habla a nuestras vidas. Es a través de la conciencia que Dios habla a nuestro espíritu. La conciencia nos permite discernir entre el bien y el mal. Esta es la parte del espíritu nuestro que es tocada por el espíritu de Dios para cambiarnos y transformarnos.

Jesús se conectaba a Dios en oración por el Espíritu que moraba en él y que estaba sobre él, y tenía comunión espiritual continua con el Padre. Dios puso espíritu en nosotros para que su Espíritu tenga comunión permanente con nosotros. Alejados de él, no somos nada.

La naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre
En I Jn. 5:7 dice:” Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y los tres son uno”. Dios es uno solo y es Espíritu; y uno solo también es el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. El amor viene del Padre, como buen arquitecto; la gracia es dada por el Hijo, como buen ejecutor de la obra redentora; y la comunión es con el Espíritu Santo.

El ser humano completo, como dice en I Ts. 5:23, es espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo tiene tres partes: cabeza, tronco y extremidades. El alma posee tres partes: mente, emociones y sentimientos, y voluntad. Por el espíritu tenemos comunión, intuición y conciencia. Fuimos creados en bendición, somos una multiplicación del Dios trino, en un solo ser. La conexión de Dios con nuestro ser es por el espíritu. Dios sondea nuestros corazones y penetra las profundidades de nuestro ser por la conciencia, haciéndonos sensibles a él. Activa nuestra voluntad para que la rindamos a la suya, ejercitando nuestro libre albedrio. Por nuestra conciencia, nos induce a elegir conforme a su voluntad. Por eso el hombre solo puede ver el rostro de Dios a través de la humillación. Pero contrario al diseño de Dios, el hombre invierte el orden poniendo su cuerpo y su alma por encima del espíritu, su ego, su orgullo, siguiendo los deseos propios de la carne, y no del espíritu.

El espíritu es el que da la vida, y “(…) la vida de la carne en la sangre está” (Lv. 17:11). El hombre recibe vida al respirar. Si el oxigeno desaparece, desaparece la vida. El aire que respiramos entra por los pulmones y la sangre transporta el oxigeno al corazón, para que tengamos vida. Esa sangre llega al cerebro, y allí se establece la regla de oro del existir. Así mismo es el obrar de Dios. Pone su Espíritu en el espíritu nuestro, y penetra hasta nuestro corazón, nuestra conciencia, para transmitirnos la vida que hay en él. Su propósito es llevarnos a la comunión con él. Por la mente, pensamos, sentimos y actuamos. Por el espíritu, tenemos comunión, intuición y conciencia. El aire que respiramos da vida al cuerpo. El Espíritu de Dios nos lleva a la vida y a la verdad.  La verdad de Jesús rompe el velo que nos separaba de Dios, y el misterio desaparece.

1 comentario:

  1. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA

    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente

    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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