viernes, 11 de octubre de 2013

EL CIELO CRISTIANO

Pastor Luis Reyes
La palabra cielo aparece unas 550 veces en la Biblia, y procede de la acepción del griego del Nuevo Testamento AURAZNO que se usa en referencia a los tres cielos mencionados en las Sagradas Escrituras.
 
1er. Cielo: Es el cielo atmosférico donde habitan las aves (Mt.6:26). 2do. Cielo: Es el firmamento estelar, el lugar del sol la luna, los planetas y las estrellas (Gn. 1:16-17). 3er. Cielo: es el divino, es la habitación de Dios, es donde Dios mora y donde están su Trono, su Reino y sus santos Ángeles (2Co. 12:1-4). Para la Biblia, el tercer cielo es tan real como el primer y segundo cielo. El cielo del cristianismo es diferente a los demás cielos de las religiones vivas; el cielo del cristianismo tiene que ver con la verdad. Ni el cielo del Hinduismo, ni del Zoroastrismo, ni del Budismo, ni del Chintoísmo, guardan relación con el cielo cristiano. La descripción escritural del cielo cristiano es incomparable.
 
¿QUÉ ES LA VIDA EN LA BIBLIA?
C.S. Lewis dijo: “Las metáforas bíblicas son un intento simbólico por expresar lo inexpresable”. En tanto que Omar Khayyam vio la vida como un viento sobre la inmensidad, y dijo: “Llegué como el agua, y como el viento me voy”. En cambio, William Shakespeare dijo: “La vida es una sombra”. Por su parte Henry Drummond dijo: “La disciplina de la vida es una preparación para encontrarse con el Padre”. Toda nuestra vida consiste en ir al Padre.
 
En la Biblia, la vida es un relato, un peregrinar, el tamaño de una mano, un barco veloz, un águila que se lanza sobre su presa, un soplo, la tienda de un pastor, el hilo que corta el hilandero, un sueño, un dormir, una sombra, una flor, la lanzadera del tejedor. La vida es como el agua derramada sobre tierra, la hierba, el viento, la nada y la diligencia de un mensajero. La vida es corta, insegura, irrevocable y cambiante, y tiene su fin. Por lo tanto, debemos dedicar nuestro tiempo y sabiduría a lo eterno. El Antiguo Testamento es una escuela sin claridad por no haber llegado la plenitud de los tiempos (Gá 4:4), que fue la época en que el Padre envió a Cristo a este mundo. Jesús vino a decirnos cómo vivir la vida de este lado, a fin de poder vivir del otro lado de la eternidad (2Ti. 1:10). Su paso por la tierra aclaró la eternidad, y nos dio iluminación para poder ver la tierra y el cielo como son en realidad.
 
Jesús inició su vida pública con el Padre (Lc. 2:49), y terminó con la frase “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23:46). Toda la vida es un continuo ir al Padre, un viaje cuyo destino es el Padre. Dios nos prepara en esta vida para ir al cielo. La tierra es una escuela que nos prepara para ir al cielo. Dios está más interesado en nuestro progreso espiritual, que en nuestro placer. Jesús proclamó en la oración modelo; “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mt. 6:9). “Y llamó al cielo la casa de su Padre” (Jn. 14:2). En tanto, que Pablo dice haber sido arrebatado al tercer cielo, “si en el cuerpo, no lo se; si fuera del cuerpo, no lo se; Dios lo sabe” (2Co. 12:2). Y a los Filipenses dice: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al salvador, al Señor Jesucristo” (Fil. 3:20), y dice en su impresivo a los Corintios: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido (1Co. 13:12).
 
IDEAS DEL CIELO EN GRUPOS ÉTNICOS
Los judíos: vieron el cielo como el seno de Abraham, la morada de los justos después de la muerte. Los griegos: vieron el cielo como los campos Elíseos o las islas de los bendecidos. Según la mitología griega, si los tres jueces del mundo inferior decidían que tales seres humanos habían llevado una vida pura, los enviaban a los campos Elíseos después de la muerte, tierra de placeres, flores y prados. Los esquimales: creían que el cielo se encontraba en las tierras cálidas. La gente del desierto: veían el cielo como un placentero oasis con abundancia de agua. El indio americano: veía el cielo como las llanuras fértiles, un lugar donde podría cantar, comer y gozar de la vida. Otras religiones y culturas: ven el cielo como un  mundo más abajo, o un lugar místico donde las personas flotan sobre nubes tocando arpas doradas todo el día. El cielo cristiano: es el paraíso en el estado intermedio. En tanto que para la eternidad; el cielo cristiano es una ciudad, la nueva Jerusalén.
 
NOMBRES DEL CIELO CRISTIANO
La casa de mi Padre (Jn. 14:2). Los cielos (Fil. 3:21). La ciudad del Dios viviente (He. 12:22). El monte de Sion (He. 12:21). La Jerusalén celestial (He. 12:22 y Ap. 21:2). El paraíso (Lc. 23:43, 2Co. 12:4 y Ap. 2:7). El tercer cielo (2Co. 12:2). Reino de los cielos (Mt. 5:20). Una patria mejor (He. 11:16). Una patria celestial (He. 12:22). Una ciudad celestial (Ap.21:10). La ciudad santa (Ap. 21:2).
 
PARAISO (Morada en el Estado Intermedio)
Paraíso: procede del término griego PARADEISOS, cuya mención más antigua se encuentra en el historiador griego Jenofonte, y que alude a los parques de los reyes y príncipes persas. La acepción tiene su origen en el persa clásico PAIRIDAEZA, y de ahí pasó al griego. PAIRIDAEZA. En la cultura persa aludía a los palacios de los soberanos imperiales, amurallados, con grandes extensiones de tierra, jardines, corrientes de agua, fuentes artificiales y foresta de gran verdor. Fueron usados para el descanso de reyes y príncipes del Imperio Medo-Persa. La versión de los LXX usó el término griego PARADEISOS-Paraíso, del huerto, Huerto del Edén (Gn. 2:8), en otros casos (Nm. 24:6; Is. 1:30; Jer. 29:5 y Ez.31:8-9).  
 
En Lc. 23:43, la promesa del Señor al ladrón arrepentido: “de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, fue cumplida en el mismo día. Cristo, en su muerte, habiendo encomendado su espíritu al Padre, fue de inmediato en espíritu al cielo mismo, la morada de Dios. La mención del Señor del paraíso debe haber producido un gran aliento para el malhechor; porque para la mente oriental expresaba la suma total de bendición. A ese lugar fue que el apóstol Pablo fue arrebatado (2Co. 12:4), y le da nombre de “tercer cielo”. Más allá de los cielos de la creación natural. Esta misma región es mencionada en Ap. 2:7, donde el “Árbol de la Vida”, el anti tipo figurativo del que estuvo en Edén ofrecido al vencedor, es mencionado como estado en “el paraíso de Dios”.
 
Es importante aclarar que el paraíso es enseñado en la Biblia como el lugar de descanso de la iglesia triunfante, aquellos que duermen en la presencia del Señor (1Ts. 4:13-14), y esperan la resurrección de los muertos. De manera que están en alma y espíritu sin un cuerpo hasta el día de la resurrección, esta condición recibe el nombre de estado intermedio. Es tan profundo y sublime el descanso, que en cuestiones idiomáticas se usa la palabra griega PARADEISOS que viene de PAIRIDEZA, término persa que alude a las quintas de descanso de los soberanos persas. Para los orientales era lo máximo. El cielo cristiano es lo máximo.
 
En cuanto al cielo cristiano, para la eternidad sabemos que se trata de una ciudad, la nueva Jerusalén (Ap. 21). La gente cuando va a descansar se sale de las ciudades, buscando sosiego en montañas, casa de playas, llanuras deshabitadas etc., pero el cielo cristiano para la eternidad, es una ciudad, la nueva Jerusalén, donde gozaremos en el cuerpo de gloria con la Santísima Trinidad, la iglesia victoriosa y los ángeles de luz, por los siglos de los siglos.
 
EN EL CIELO CRISTIANO VEREMOS
El reino de los cielos “Reino de Dios”, (Mt. 6:10). Al Padre en su majestad (Ap. 4; Ez. 1:26). El Hijo eterno con cuerpo de gloria a su diestra (He. 1:1-3). Los tronos del Padre y del Hijo (Dn. 7:9 y He. 1:13). Sus santos ángeles (Ap. 5:12). Los redimidos “ahora en el estado intermedio” (paraíso,), ( 2 Co. 12:4; Ap. 5:9). Los ángeles, que son espíritus al servicio de Dios (He. 1:14). La ciudad de Dios, que es la habitación celestial, la “Nueva Jerusalén”, donde el pueblo de fe gozará la eternidad con su Dios (Ap. 21:9, 22:5). Dios vivirá con su pueblo (Ap. 21:3). Calles de oro, puertas de perlas, cimientos de piedras preciosas, muros de jaspe, ciudad de oro puro como el cristal (Ap. 21:15-21). Dios es su templo y el cordero, su lumbrera, Dios la ilumina (Ap. 21:23). El pueblo de Dios vivirá allí, los que están inscritos en el Libro de la Vida del Cordero. (Ap. 21:24). Sus puertas nunca serán cerradas (Ap. 21:25). No habrá mas noche (Ap. 21:25). No entrará nada impuro o que haga abominación, ni mentira (Ap. 21:27). Rio limpio que fluye del trono de Dios y del Cordero y árbol de la vida (Ap. 22:2). No habrá más maldición (Ap. 22:3). Veremos su rostro y su nombre estará en nuestras frentes (Ap. 22:4). No hay necesidad de lámpara, ni de luz del sol porque Dios los iluminará y el Cordero será la lumbrera, y reinarán por los siglos de los siglos (Ap. 22:5).
 
PARTICULARIDADES EN EL CIELO CRISTIANO
1. Estaremos conscientes en el estado intermedio en el paraíso (Sal. 16:11; Mt. 8:11). (2Co. 12:4). 2. Nos conoceremos en el cielo (gozo de la reunión. comunión con Cristo y hermanos), (Fil.1:23; Mt. 8:11 y Lc. 13:28). 3. El tiempo será continuo en el cielo (no habrá pasado, presente y futuro), (Ap. 14:3, 5: 9; Ap. 10:6). El tiempo no será más. 4. En el cielo no existe santidad progresiva (Ap. 21:27), al entrar al cielo el creyente es desprovisto de pecado, por tanto, no hay progreso en santidad en el cuerpo de gloria. 5. La vida en el cielo no es estática, es dinámica (Jn, 10:10). Vivir: es tener comunión, pensar, ver, oír, gozarse, es la vida dinámica del cielo. 6. En el cielo estarán presentes las tres virtudes eternas: fe, confianza activa en Dios; esperanza, expectativa en Dios en que él se revelará a su pueblo para gozo; y amor, la mayor de las virtudes, identificada con Dios mismo, que es amor (1Jn. 4:4). 7. Lo finito, entrará en contacto con lo infinito.
 
DEL LIBRO 90 MINUTOS EN EL CIELO (en el Paraíso)
Citamos —Don Peter, pastor misionero del estado de Texas, sufrió un accidente en un puente del estado con su camión, una día de mucha lluvia, y murió el 18 de enero de 1989. Un pastor en medio de la burla de paramédicos oró por él, y a los 90 minutos el Señor lo levantó, después que los paramédicos lo habían declarado sin vida y sin pulso, y lo habían cubierto con una lona. El fue llevado al cielo por los ángeles del Señor (Lc. 16). Al morir, Don Peter vio una luz con un brillo que no podía describir con palabras, ni podía comprender, que le guió; y cuando recuperó los sentidos, estaba en el cielo, de pie en "el paraíso". Lleno de gozo miró a su alrededor y había una gran multitud de personas, paradas frente a una fuente brillante; cuando la multitud se le acercó. No vio a Jesús, pero si a personas que él conocía, y cuando se acercaron, al instante supo que habían muerto durante su vida en la tierra. Todos sonreían, gritaban y alababan a Dios. Todos lo llamaban por su nombre. Sus rostros irradiaban una serenidad y alegría que nunca había visto en la tierra en nadie. El tiempo no tenia significado alguno, nunca en la tierra había recibido abrazos tan reconfortantes, y visto tanta belleza.
 
En el cielo no estaba consiente de nada de lo que dejaba atrás, ni lamentaba dejar atrás familiares y posesiones. Era como si Dios hubiera eliminado todo lo que produce dolor y tristeza en la tierra. Se veían como los había conocido en la tierra, pero más radiantes. Todo el que vio tenía facciones perfectas, hermosas y agradables de ver. Luego oyó la música celestial, era el sonido más hermoso y placentero que jamás había escuchado, era como una canción que continuaba eternamente. No es que oía música solamente, era como si formara parte de la música. Percibí que lo sabía todo y que no tenía nada que preguntar. “Dice la Biblia que los salvos vamos a tener un conocimiento perfecto” (1Co. 13:9-10). Percibía que millones de sonidos le llenaban la mente y el corazón. Se cantaban cientos de canciones al mismo tiempo, todas, adorando a Dios. Había melodías y tonos que nunca había oído antes. En medio de toda la música, se oían palabras resonantes tales como: aleluya, alabado, gloria a Dios, alabado sea el Rey. Cada sonido se mezclaba con el otro en una gran sinfonía llena de sublimidad. Música que le llenaba de una profunda paz y una felicidad infinita. Toda era alabanza en torno al reinado de Cristo como rey de reyes, y adoración por todo lo que él ha hecho por nosotros y lo maravilloso que es.— Termina la cita.
 
La iglesia de Jesucristo tiene la mejor esperanza que tiene pueblo alguno en este mundo. Seamos fieles, dando en nuestras vidas el primer lugar al Señor y atención máxima a nuestra salvación. A los pecadores, alentamos a que acepten a Cristo como Salvador personal y laven sus pecados en su Sangre Purísima, para que también tengan la esperanza del cielo cristiano, Dios te bendiga.

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