La principal
meta de este Gobierno se ha convertido en un objetivo sin precedentes en la
evolución histórica del panorama educacional de nuestro país.
El presidente
Danilo Medina parece estar simbolizando la esencia de su accionar como jefe de
Estado en dos dimensiones encomiables: la eliminación del analfabetismo y la
búsqueda de calidad en la formación académica de nuestros estudiantes.
No ha escatimado
esfuerzos para invertir un amplio y ambicioso presupuesto en el área de la
Educación, a tal punto que se puede afirmar que ha rebasado los límites de sus aspiraciones en el marco de su
política educativa. La sociedad, en su plenitud, le ha brindado un apoyo
excepcional. De ahí que haya logrado ese gran
nivel de popularidad, durante sus
primeros dos años de gestión
gubernamental.
Sin embargo,
Tabernáculo, Prensa de Dios, en el Editorial de esta edición pretende poner de
relieve algunas consideraciones que han
de ser, más que una crítica, una invitación q reflexionar acerca de los
posibles obstáculos que bien podrían transformarse en un dique de contención
para tan plausible campaña.
Nuestro
periódico, después de haber creado un amplio margen para ponderar los valores
que implicaría una educación de calidad, se ha detenido a hacer un enfoque bien
de cerca a ciertos requisitos que se están descuidando en su aplicación.
Por ejemplo,
la calidad en el proceso educativo exigiría que se frene la desigualdad social,
para que pueda producir un equilibrio de acogida a los estudiantes que
viven en sectores en un estado de
pobreza crítica y a los que forman parte de los sectores de riqueza extrema.
Y este marco
diferencial ha de ser analizado no sólo a nivel de estudiantes, sino también en
cuanto a las posibilidades económicas de los maestros del sector público en
relación con aquellos que integran el
sector de la enseñanza privada, tanto en los niveles Básico, Medio y Superior,
sobre todo, en éste último, que
tiene la responsabilidad de incorporar
en nuestros centros de enseñanza a los maestros que tendrán a su cargo la
conducción del proceso Enseñanza-Aprendizaje. Un maestro deficiente no puede
ser eficiente en su quehacer docente. No se puede dar coces contra el principio
filosófico que consigna que “por el efecto, se conoce la causa”
El propio
Ministerio de Educación ha comprobado, por investigaciones realizadas, que hay
un amplio porcentaje de deficiencia en la formación académica de nuestros bachilleres
y, en consecuencia, también se reflejará esa deficiencia en un grupo bastante
significativo de los docentes, de manera, pues, que se precisa convalidar
algunos aspectos enunciados en este Editorial, con algunos criterios extraídos de
un importante discurso pronunciado recientemente por el rector de la
Universidad Nacional Evangélica, licenciado Salustiano Mojica, en la ciudad de
Santiago de los Caballeros, con ocasión de la solemne investidura de 787 nuevos
profesionales.
En referencia
al ya conocido Pacto Educativo, el académico se quejaba de la negativa del
sector financiero a que los centros universitarios privados tuvieran acceso a
préstamos con intereses blandos, para poder ampliar su infraestructura física y
adquirir equipos, con miras a
desarrollar procesos de investigación científica, tan exigidos por el
Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.
Si, en
verdad, el presidente Danilo Medina, quien viene demostrando, en sus visitas sorpresas,
una política de facilitación de préstamos a otros sectores de nuestra sociedad,
¿por qué no incluye dentro de esa política
garantías, para que centros
universitarios, facultados para forjar a los profesionales de la
Educación y de otras disciplinas puedan obtener, en esas mismas condiciones que
se ofrecen a esos sectores que tanto lo merecen?
De seguro,
que esto constituiría una gran medida
que, sin duda, ayudará a fortalecer
su original consigna de campaña de “hacer lo que nunca se ha hecho” en beneficio de la Enseñanza Superior.
Así, pues,
que ¡Manos a la Obra!, señor Presidente. ¡Dios lo bendecirá!
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