miércoles, 6 de febrero de 2013

ENTREGUE TODAS LAS LLAVES

Emilia de la Cruz
Amado lector, en esta ocasión quiero comparar el ser humano con una casa de ocupación familiar; en donde las habitaciones o espacios están divididos para los diferentes fines. La casa es una edificación construida para ser habitada y, dependiendo del espacio físico puede contar con sótano, azotea, jardín, patio; espacios internos que permiten a los ocupantes protegerse del viento, la lluvia, el sol, de intrusos humanos y de animales;  además, es el lugar donde los habitantes almacenan sus enseres y propiedades. Existen los espacios para uso colectivo, los integrantes entran, salen, pasan, descansan… y otros en los que sólo una o dos personas pueden entrar, puesto que se entiende que en esos lugares recónditos, discretos, privados se guardan las cosas que no queremos que otros vean, sea por su valor o por vergüenza.  Si en algún momento los ocupantes piensan vender o transferir la casa, deben entregar todas las llaves, puesto que los nuevos dueños tienen que conocer todas las habitaciones y hacer con ellas lo que consideren. 
 
El Señor Jesucristo murió por nosotros, nos compró; si hemos aceptado esta gran verdad, entonces las habitaciones que componen nuestras vidas dejaron de ser nuestras, le pertenecen a El.  El es el único dueño y como tal tiene el derecho de pasearse por todos lados, entrar y salir e incluso eliminar las cosas que están en los lugares secretos o intocables.  Entregar sólo una parte limitará al propietario hacer en su casa lo que él considere y los efectos pueden ser  indeseados.
 
Cuáles partes considera puede mostrar?, cuales partes entiende que El puede ver? Cuales espacios cree El puede administrar? Tiene habitaciones donde las cosas que guarda no pueden ser reveladas?.  El Señor, su creador conoce todo de usted, aun lo que quiere ocultar; entregue al Señor las llaves para que El pueda entrar a su mente, a su corazón, a toda su vida.  Deje que El administre su finanza, su tiempo, sus pertenencias y los resultados serán los deseados. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:23.
 
El apóstol Pablo en su epístola a los Gálatas escribió: “ Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20.
 
Entregue  todas las llaves a aquel que se entregó por usted y El guiara toda su vida. 

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