Emilia de la Cruz |
Amado lector, en esta ocasión
quiero comparar el ser humano con una casa de ocupación familiar; en donde las
habitaciones o espacios están divididos para los diferentes fines. La casa es
una edificación construida para ser habitada y, dependiendo del espacio físico
puede contar con sótano, azotea, jardín, patio; espacios internos que permiten
a los ocupantes protegerse del viento, la lluvia, el sol, de intrusos humanos y
de animales; además, es el lugar donde
los habitantes almacenan sus enseres y propiedades. Existen los espacios para
uso colectivo, los integrantes entran, salen, pasan, descansan… y otros en los
que sólo una o dos personas pueden entrar, puesto que se entiende que en esos
lugares recónditos, discretos, privados se guardan las cosas que no queremos
que otros vean, sea por su valor o por vergüenza. Si en algún momento los ocupantes piensan
vender o transferir la casa, deben entregar todas las llaves, puesto que los
nuevos dueños tienen que conocer todas las habitaciones y hacer con ellas lo
que consideren.
El Señor Jesucristo murió por
nosotros, nos compró; si hemos aceptado esta gran verdad, entonces las
habitaciones que componen nuestras vidas dejaron de ser nuestras, le pertenecen
a El. El es el único dueño y como tal
tiene el derecho de pasearse por todos lados, entrar y salir e incluso eliminar
las cosas que están en los lugares secretos o intocables. Entregar sólo una parte limitará al
propietario hacer en su casa lo que él considere y los efectos pueden ser indeseados.
Cuáles partes considera puede
mostrar?, cuales partes entiende que El puede ver? Cuales espacios cree El
puede administrar? Tiene habitaciones donde las cosas que guarda no pueden ser
reveladas?. El Señor, su creador conoce
todo de usted, aun lo que quiere ocultar; entregue al Señor las llaves para que
El pueda entrar a su mente, a su corazón, a toda su vida. Deje que El administre su finanza, su tiempo,
sus pertenencias y los resultados serán los deseados. Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1
Tesalonicenses 5:23.
El apóstol Pablo en su epístola
a los Gálatas escribió: “ Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo
yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe
del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20.
Entregue todas las llaves a aquel que se entregó por
usted y El guiara toda su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario