Rev. Dra. Susana Sánchez
En la cultura del medio oriente donde Jesús vivió. Los rabinos judíos comenzaban cada reunión en el templo diciendo: "Bendito seas, oh Señor, porque no me hiciste mujer". Las mujeres eran excluidas de la vida religiosa y raramente eran instruidas en privado en la enseñanza del Corán. Aún así, Jesús incluía públicamente a las mujeres como sus discípulos, enfureciendo a los líderes religiosos. Él instruyó a multitudes de hombres y mujeres, sanó y realizó milagros tanto a hombres como a mujeres.
Jesús también retó las leyes sexistas sociales. En aquella época existía una ley que permitía al esposo divorciarse de su esposa por nada. Por ejemplo, que la cena no estuviera lista a tiempo. Imagina la inseguridad y crueldad que esta ley producía en las mujeres. Y, como es de esperarse una esposa no podía divorciarse de su esposo. Sin embargo, Jesús dijo que ambos hombre y mujer podían divorciarse uno del otro, pero sólo en caso de adulterio (y aún así el divorcio estaba fuera de lo que Dios había diseñado para el matrimonio).
Otra ley social de aquellos días permitía apedrear a muerte a cualquier que fuera sorprendida en adulterio. El hombre no tenía pena alguna. Sabiendo que Jesús trataba a las mujeres con dignidad, querían saber cómo Jesús manejaría esta situación. Así que un día un grupo de hombres apedreaba delante de Jesús, a una mujer, a quien ellos habían encontrado en la cama con otro hombre, probablemente amigo de ellos, el cual no fue traído. Ellos retaron a Jesús a consentir este castigo. Sabían que tenían a Jesús en una encrucijada. Si Él se apiadaba de la mujer entonces sería un débil y se convertiría en enemigo de la ley. Por otro lado, si Jesús la apedreaba, entonces se perdería su trato respetuoso a la mujer y su enseñanza acerca del perdón y la misericordia, Juan 8: 1-11.
Jesús respondió diciendo que aquella persona que jamás hubiera cometido un pecado que arrojara la primera piedra contra la mujer. Probablemente fueron las palabras de Jesús pero también su presencia lo que impactó al grupo de hombres. Uno por uno comenzó a alejarse. Jesús volteó hacia la mujer y perdonó su pecado como sólo Dios podía hacerlo.
Hoy nos encontramos con una mujer que tiene que salir a trabajar por la situación económica, pues con un salario no se puede vivir en la familia. La mujer debe ser esposa, madre y excelente profesional. Hoy muchos hombres siguen estacionado sin asumir los roles de cooperación en el hogar. La iglesia esta llamada a cambiar su discurso de la preponderancia del varón en perjuicio de la mujer y a buscar la armonía basada en el compañerismo en el hogar y fuera de este, repitiendo el modelo de Jesucristo.
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