jueves, 21 de junio de 2012

A PROPÓSITO DE PENTECOSTÉS

Pastor: Luis Reyes.

LAS FIESTAS EN ISRAEL
Las fiestas de Yaweh, fueron instituidas bajo la ley de Moisés, tienen un carácter de celebraciones espirituales, conmemoraciones o asambleas de la congregación en memoria de los tratos especiales del Señor con su pueblo en la historia de la salvación; reciben el nombre de “Fiestas Solemnes y Convocaciones Santas”. En Lv. 23, hay un detalle de las fiestas anuales, que asciende a siete en total y tipifican las multiformes bendiciones de Dios a través de su Mesías desde la cruz hasta el milenio. A continuación una mención de las fiestas de Israel:

El Día de Reposo (Lv. 23:1-3); la Pascua y los Panes sin Levadura (Vers. 5-8); la Gavilla de la Semanas (Vers. 9-14); la Fiesta de las Semanas, la misma que la Fiesta de Pentecostés (Vers. 15-22) y (Hch. 2:1-42); la Fiesta de las Trompetas (Vers. 23-25); Día de la Expiación (Vers. 26-32); Fiesta de las Cabañas o de los Tabernáculos (Vers. 33-44).

Se mencionan otras fiestas anuales que, aunque citadas en las Escrituras, no fueran ordenadas por Dios a Moisés: la Fiesta de la Dedicación (Jn. 10:22); la otra es la Fiesta del Purín (Est. 9:21-26).


Todo varón de Israel tenia que presentarse tres veces al año delante de Dios en el templo de Jerusalén para asistir a las tres fiestas de peregrinación: la Fiesta de los Panes sin Levadura (incluyendo la Pascua), la Fiesta de las Semanas (Pentecostés), y la Fiesta de las Cabañas ó de los Tabernáculos.

FIESTA DE LAS SEMANAS
La segunda de las tres fiestas anuales era Pentecostés, llamada en el Antiguo Testamento Fiesta de las Semanas (Ex. 34:22; Dt. 16:10 y 16; 2Cr. 8:13). También era llamada Fiesta de la Siega (Ex. 23:16), y Día de las Primicias (Nm. 28:26),  comparado con Ex. 23:16, 34:22, y Lv. 23:17) se celebraba 50 días después de la Pascua (Lv. 23:15-16 y Dt.16:9), de allí el nombre de Pentecostés, la cual se celebra hoy.

Esta fiesta era esencialmente una celebración de la cosecha; el término “semanas” se usaba para el periodo de cosecha del grano, que se extendía desde la cosecha de la cebada hasta la del trigo, un periodo de siete semanas. Durante ese tiempo, la lluvia y la fertilidad se le asignaba a Dios (Jer. 5:24). Se le llamaba “Día de las Primicias”  (Nm. 28:26), porque marcaba el comienzo del tiempo en que el pueblo debería traer ofrendas de las primicias recogidas. Se celebraba como un día de reposo, con descanso de los trabajos normales y una convocatoria santa, (Lv. 23:21 y Nm. 28:26).


Era una fiesta de júbilo y agradecimiento por la finalización de la estación de cosecha. Los varones sanos debían estar presentes en el santuario, y se ofrecía un sacrificio especial, (Lv. 23:15-22 y Nm. 28:26-31). Según Lev.23:10-11, 16-17, sacerdotes ungidos mecían dos panes grandes delante del Señor, que se preparaban con la mejor harina del grano nuevo y se horneaban leudadas. Era una ofrenda mecida a favor del pueblo. No se los podía comer hasta después de la ceremonia (Lev. 23:14 y Jos. 5:10-11), ninguna porción de este pan se ponía sobre el altar porque tenía levadura. También se ofrecían dos corderos, la fiesta terminaba con comida comunitaria a la que se invitaban los pobres, extranjeros y levitas.


SIGNIFICADO DE LA FIESTA DE LAS SEMANAS
La Fiesta de las Semanas, en la figura de lo porvenir, es: día de cosecha del grano, día de las primicias, tiempo de la lluvia tardía de Dios, fiesta de júbilo, fiesta de descanso para el alma, fiesta solemne, santa convocación, tiempo de traer ofrendas de las primicias, agradecimiento por la cosecha provista por Dios, nueva estación de cosecha, acercamiento a la presencia de Dios en el santuario, rendición de sacrificio, ofrecimiento de ofrenda mecida delante del Señor, pan del nuevo grano dejando el viejo grano atrás para favor del pueblo. Es júbilo que se fundamenta en el sacrificio del cordero de la expiación. Es alimento para el alma en comunidad, compañerismo y reunión, hermandad de todo pueblo, nación, lengua y tribu. Es la fiesta agrícola sagrada que apunta a la fiesta del Espíritu Santo en el alma redimida que ha pasado por la sangre purísima de Jesucristo, el Cordero de la expiación eterna.


QUE SIGNIFICA EN LA IGLESIA LA FIESTA DE PENTECOSTÉS
A propósito de un nuevo aniversario del día de Pentecostés, la Fiesta de Pentecostés más prominente de toda la historia de la salvación fue la celebrada después de la resurrección y ascensión del Señor Jesucristo. Aquel domingo a la hora tercera (9 de la mañana), del año 29 ó 30 el Espíritu Santo descendió sobre 120 discípulos (Hch. 1:15 y 2:1-4), inaugurando la iglesia con la más soberana manifestación de poder y perfección sin distinción de edad, sexo, condición económica, social o educativa. Todos los que estaban reunidos en el Aposento Alto fueron llenos del Espíritu Santo, hablaban en nuevas lenguas (ejercicio de la glosolalia), y aparecieron sobre sus cabezas como lenguas de fuego (Hch. 2:3), después que sopló como viento recio sobre ellos.

En el Antiguo Israel, el Espíritu Santo había sido otorgado con poder a profetas, sacerdotes, reyes, jueces y líderes espirituales, pero el primer Pentecostés cristiano marca el inicio de la era del Espíritu Santo con el primer fruto de bendición, de tres mil personas que confesaron fe en Jesucristo por el mensaje del apóstol Pedro, y fueron bautizados (Hch. 2:14-41). Desde entonces, el Espíritu Santo se ha manifestado en los cristianos con dones de gracia, capacidades, talentos, habilidades, con poder y unción. Todo cristiano nacido de nuevo ha sido sellado por el Espíritu Santo y es alentado a ser lleno del Espíritu Santo (Hch. 1:8, 2:38-39, 1:12-13 y Ef. 5:18). Esta poderosa unción enseña, capacita y equipa al cristiano para vivir una vida sabia y de autoridad sobre el diablo, el mundo y la carne; así como sobre las enfermedades, la miseria, males emocionales, confusión doctrinales y sobre todo lo que se levanta contra el nombre de Cristo.


PENTECOSTES EN LA IGLESIA DE HOY
Apocalipsis capítulos 2 y 3 comprende el periodo eclesiástico, el cual le asigna un periodo de tiempo a cada iglesia en la historia de acuerdo a su condición espiritual. Los eruditos dicen que vivimos el periodo de la iglesia de Laodicea (Ap. 3:14-22). Una iglesia tibia, que se creía rica, que no tenía necesidad de cosa alguna. El Señor le llama desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Le aconseja que compre de él oro refinado en fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirle, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudes; y unge tus ojos con colirio, para que veas (resaltado es nuestro). La invita al arrepentimiento, a escuchar su voz y abrirle la puerta para cenar con ella. La anima con la promesa de los vencedores y le dice: El que tiene oído (no solo orejas), oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Verdaderamente que el mensaje profético del Señor a la iglesia de Laodicea es como la imagen en un espejo de la iglesia de hoy. ¡Cuanta necesidad tenemos del Espíritu Santo en nuestras vidas de manera continua e intima! Cuanta necesidad tenemos los cristianos de cultivar diariamente el compañerismo y la amistad con el Espíritu Santo. Necesitamos renovar el fuego de Dios en nuestros corazones, la pasión, la vehemencia y los anhelos. Hambre irresistible por su presencia, demanda radical de nuestras almas por sus altares.

Necesitamos que Pentecostés sea restaurado para que volvamos a sentir sed agonizante de agua viva, para que nuestras entrañas giman por un avivamiento verdadero, para que la experiencia con el Espíritu Santo deje de ser una pieza de museo que solo habla del ayer. Necesitamos la frescura de su presencia, la sobrenaturalidad de su mover, la extraña operación de su fuerza y la apacible ternura de sus consolaciones. El pueblo que conoce a Dios es fiel y entiende que él está enviando el aceite fresco de una nueva ola de su Espíritu. Es la estación de una nueva generación de creyentes que están con el Espíritu Santo, creyentes de compromiso, llenos de fe, ungidos para asumir el destino que el propósito de Dios le ha marcado.

Amerita que dejemos a los mercaderes del templo atrás, cuyas expectativas está en la venta de paloma (Mr.  11:15). Que no seamos distraídos por los que andan como los hombres, y no como Cristo anduvo (1Co. 3:1-3). Que no confundamos actividades con la sublime e indescriptible presencia del Espíritu Santo, ni nos dejemos arrastrar por el circo de hombres cuyo propósito es enervar las emociones humanas para entretener al pueblo y llevarlos por un destino ajeno al sagrado mover del Espíritu de Dios. Pentecostés no se puede plagiar; el Espíritu Santo en su mover no puede ser sustituido ni imitado por creyentes sin doctrina. Donde él ministra, no acepta ningún liderazgo humano ajeno a su imperio. Dejemos atrás el lastre de la religiosidad, ritualismo, legalismo y frugalidad. Los cuales tienen paridad con el conjunto vacío del algebra, absolutamente inoperante en el ejercicio de la espiritualidad verdadera.

Que Pentecostés no sea un simple título religioso en el letrero de las iglesias locales, suspendido en el tiempo y el espacio como la mujer de Lot, simple estatua de sal. Que Pentecostés no se quede en la asignación del sistema religioso a los cristianos que creen en el avivamiento y la sobrenaturalidad del Espíritu. Sino que Pentecostés sea fiesta continua del Espíritu Santo en nuestras vidas, con el fruto de cambio de mal para bien, mediante el fluir de las virtudes cristianas y la sobriedad del carácter de Cristo.

La llave para tratar con el Espíritu Santo no es la metodología, sino la sensibilidad del corazón. Más que expresiones externas de contenido humano, Pentecostés es vida intima con el Espíritu de Dios, sobrenaturalidad, hermosura y belleza del Reino. Es encontrarnos cada día con él, en la habitación secreta de nuestros corazones, y gozar su presencia en la intimidad. El ideal es cultivar una estrecha relación con él para conocerle con más profundidad, a fin de asimilar su presencia como una experiencia verdadera. A medida que tal comunión se cultiva, el poder del Espíritu Santo se incrementa en la vida y ministerio del creyente.

¡Que el Señor envié una poderosa ola del Espíritu Santo, para que seamos sacudidos con un avivamiento avasallante, de tal manera que impactemos la República Dominicana y las naciones de la tierra. Para que sean cubiertas con un velo de gloria y salvación, para exaltación de Dios Padre, en Cristo Jesús! Dios te bendiga.

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