Pastor: Luis Reyes.
LAS FIESTAS EN ISRAEL
Las fiestas de Yaweh, fueron
instituidas bajo la ley de Moisés, tienen un carácter de celebraciones
espirituales, conmemoraciones o asambleas de la congregación en memoria de los
tratos especiales del Señor con su pueblo en la historia de la salvación;
reciben el nombre de “Fiestas Solemnes y Convocaciones Santas”. En Lv. 23, hay
un detalle de las fiestas anuales, que asciende a siete en total y tipifican
las multiformes bendiciones de Dios a través de su Mesías desde la cruz hasta
el milenio. A continuación una mención de las fiestas de Israel:
El Día de Reposo (Lv. 23:1-3);
la Pascua y los Panes sin Levadura (Vers. 5-8); la Gavilla de la Semanas (Vers.
9-14); la Fiesta de las Semanas, la misma que la Fiesta de Pentecostés (Vers.
15-22) y (Hch. 2:1-42); la Fiesta de las Trompetas (Vers. 23-25); Día de la
Expiación (Vers. 26-32); Fiesta de las Cabañas o de los Tabernáculos (Vers.
33-44).
Se mencionan otras fiestas
anuales que, aunque citadas en las Escrituras, no fueran ordenadas por Dios a
Moisés: la Fiesta de la Dedicación (Jn. 10:22); la otra es la Fiesta del Purín
(Est. 9:21-26).
Todo varón de Israel tenia que
presentarse tres veces al año delante de Dios en el templo de Jerusalén para
asistir a las tres fiestas de peregrinación: la Fiesta de los Panes sin
Levadura (incluyendo la Pascua), la Fiesta de las Semanas (Pentecostés), y la
Fiesta de las Cabañas ó de los Tabernáculos.
FIESTA DE LAS SEMANAS
La segunda de las tres fiestas
anuales era Pentecostés, llamada en el Antiguo Testamento Fiesta de las Semanas
(Ex. 34:22; Dt. 16:10 y 16; 2Cr. 8:13). También era llamada Fiesta de la Siega
(Ex. 23:16), y Día de las Primicias (Nm. 28:26),
comparado con Ex. 23:16, 34:22, y Lv. 23:17) se celebraba 50 días
después de la Pascua (Lv. 23:15-16 y Dt.16:9), de allí el nombre de
Pentecostés, la cual se celebra hoy.
Esta fiesta era esencialmente
una celebración de la cosecha; el término “semanas” se usaba para el periodo de
cosecha del grano, que se extendía desde la cosecha de la cebada hasta la del
trigo, un periodo de siete semanas. Durante ese tiempo, la lluvia y la
fertilidad se le asignaba a Dios (Jer. 5:24). Se le llamaba “Día de las
Primicias” (Nm. 28:26), porque marcaba
el comienzo del tiempo en que el pueblo debería traer ofrendas de las primicias
recogidas. Se celebraba como un día de reposo, con descanso de los trabajos
normales y una convocatoria santa, (Lv. 23:21 y Nm. 28:26).
Era una fiesta de júbilo y
agradecimiento por la finalización de la estación de cosecha. Los varones sanos
debían estar presentes en el santuario, y se ofrecía un sacrificio especial,
(Lv. 23:15-22 y Nm. 28:26-31). Según Lev.23:10-11, 16-17, sacerdotes ungidos
mecían dos panes grandes delante del Señor, que se preparaban con la mejor
harina del grano nuevo y se horneaban leudadas. Era una ofrenda mecida a favor
del pueblo. No se los podía comer hasta después de la ceremonia (Lev. 23:14 y
Jos. 5:10-11), ninguna porción de este pan se ponía sobre el altar porque tenía
levadura. También se ofrecían dos corderos, la fiesta terminaba con comida
comunitaria a la que se invitaban los pobres, extranjeros y levitas.
SIGNIFICADO DE LA FIESTA DE LAS
SEMANAS
La Fiesta de las Semanas, en la
figura de lo porvenir, es: día de cosecha del grano, día de las primicias,
tiempo de la lluvia tardía de Dios, fiesta de júbilo, fiesta de descanso para
el alma, fiesta solemne, santa convocación, tiempo de traer ofrendas de las
primicias, agradecimiento por la cosecha provista por Dios, nueva estación de
cosecha, acercamiento a la presencia de Dios en el santuario, rendición de
sacrificio, ofrecimiento de ofrenda mecida delante del Señor, pan del nuevo
grano dejando el viejo grano atrás para favor del pueblo. Es júbilo que se
fundamenta en el sacrificio del cordero de la expiación. Es alimento para el
alma en comunidad, compañerismo y reunión, hermandad de todo pueblo, nación,
lengua y tribu. Es la fiesta agrícola sagrada que apunta a la fiesta del
Espíritu Santo en el alma redimida que ha pasado por la sangre purísima de
Jesucristo, el Cordero de la expiación eterna.
QUE SIGNIFICA EN LA IGLESIA LA
FIESTA DE PENTECOSTÉS
A propósito de un nuevo
aniversario del día de Pentecostés, la Fiesta de Pentecostés más prominente de
toda la historia de la salvación fue la celebrada después de la resurrección y
ascensión del Señor Jesucristo. Aquel domingo a la hora tercera (9 de la
mañana), del año 29 ó 30 el Espíritu Santo descendió sobre 120 discípulos (Hch.
1:15 y 2:1-4), inaugurando la iglesia con la más soberana manifestación de
poder y perfección sin distinción de edad, sexo, condición económica, social o
educativa. Todos los que estaban reunidos en el Aposento Alto fueron llenos del
Espíritu Santo, hablaban en nuevas lenguas (ejercicio de la glosolalia), y
aparecieron sobre sus cabezas como lenguas de fuego (Hch. 2:3), después que
sopló como viento recio sobre ellos.
En el Antiguo Israel, el
Espíritu Santo había sido otorgado con poder a profetas, sacerdotes, reyes,
jueces y líderes espirituales, pero el primer Pentecostés cristiano marca el
inicio de la era del Espíritu Santo con el primer fruto de bendición, de tres
mil personas que confesaron fe en Jesucristo por el mensaje del apóstol Pedro,
y fueron bautizados (Hch. 2:14-41). Desde entonces, el Espíritu Santo se ha
manifestado en los cristianos con dones de gracia, capacidades, talentos,
habilidades, con poder y unción. Todo cristiano nacido de nuevo ha sido sellado
por el Espíritu Santo y es alentado a ser lleno del Espíritu Santo (Hch. 1:8,
2:38-39, 1:12-13 y Ef. 5:18). Esta poderosa unción enseña, capacita y equipa al
cristiano para vivir una vida sabia y de autoridad sobre el diablo, el mundo y
la carne; así como sobre las enfermedades, la miseria, males emocionales,
confusión doctrinales y sobre todo lo que se levanta contra el nombre de
Cristo.
PENTECOSTES EN LA IGLESIA DE HOY
Apocalipsis capítulos 2 y 3
comprende el periodo eclesiástico, el cual le asigna un periodo de tiempo a
cada iglesia en la historia de acuerdo a su condición espiritual. Los eruditos
dicen que vivimos el periodo de la iglesia de Laodicea (Ap. 3:14-22). Una
iglesia tibia, que se creía rica, que no tenía necesidad de cosa alguna. El
Señor le llama desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Le aconseja que
compre de él oro refinado en fuego para que seas rico, y vestiduras blancas
para vestirle, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudes; y unge tus
ojos con colirio, para que veas (resaltado es nuestro). La invita al
arrepentimiento, a escuchar su voz y abrirle la puerta para cenar con ella. La
anima con la promesa de los vencedores y le dice: El que tiene oído (no solo
orejas), oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Verdaderamente que el mensaje
profético del Señor a la iglesia de Laodicea es como la imagen en un espejo de
la iglesia de hoy. ¡Cuanta necesidad tenemos del Espíritu Santo en nuestras
vidas de manera continua e intima! Cuanta necesidad tenemos los cristianos de
cultivar diariamente el compañerismo y la amistad con el Espíritu Santo.
Necesitamos renovar el fuego de Dios en nuestros corazones, la pasión, la
vehemencia y los anhelos. Hambre irresistible por su presencia, demanda radical
de nuestras almas por sus altares.
Necesitamos que Pentecostés sea
restaurado para que volvamos a sentir sed agonizante de agua viva, para que
nuestras entrañas giman por un avivamiento verdadero, para que la experiencia
con el Espíritu Santo deje de ser una pieza de museo que solo habla del ayer.
Necesitamos la frescura de su presencia, la sobrenaturalidad de su mover, la
extraña operación de su fuerza y la apacible ternura de sus consolaciones. El pueblo
que conoce a Dios es fiel y entiende que él está enviando el aceite fresco de
una nueva ola de su Espíritu. Es la estación de una nueva generación de
creyentes que están con el Espíritu Santo, creyentes de compromiso, llenos de
fe, ungidos para asumir el destino que el propósito de Dios le ha marcado.
Amerita que dejemos a los
mercaderes del templo atrás, cuyas expectativas está en la venta de paloma
(Mr. 11:15). Que no seamos distraídos
por los que andan como los hombres, y no como Cristo anduvo (1Co. 3:1-3). Que
no confundamos actividades con la sublime e indescriptible presencia del
Espíritu Santo, ni nos dejemos arrastrar por el circo de hombres cuyo propósito
es enervar las emociones humanas para entretener al pueblo y llevarlos por un
destino ajeno al sagrado mover del Espíritu de Dios. Pentecostés no se puede
plagiar; el Espíritu Santo en su mover no puede ser sustituido ni imitado por
creyentes sin doctrina. Donde él ministra, no acepta ningún liderazgo humano
ajeno a su imperio. Dejemos atrás el lastre de la religiosidad, ritualismo,
legalismo y frugalidad. Los cuales tienen paridad con el conjunto vacío del
algebra, absolutamente inoperante en el ejercicio de la espiritualidad
verdadera.
Que Pentecostés no sea un simple
título religioso en el letrero de las iglesias locales, suspendido en el tiempo
y el espacio como la mujer de Lot, simple estatua de sal. Que Pentecostés no se
quede en la asignación del sistema religioso a los cristianos que creen en el
avivamiento y la sobrenaturalidad del Espíritu. Sino que Pentecostés sea fiesta
continua del Espíritu Santo en nuestras vidas, con el fruto de cambio de mal
para bien, mediante el fluir de las virtudes cristianas y la sobriedad del
carácter de Cristo.
La llave para tratar con el
Espíritu Santo no es la metodología, sino la sensibilidad del corazón. Más que
expresiones externas de contenido humano, Pentecostés es vida intima con el
Espíritu de Dios, sobrenaturalidad, hermosura y belleza del Reino. Es
encontrarnos cada día con él, en la habitación secreta de nuestros corazones, y
gozar su presencia en la intimidad. El ideal es cultivar una estrecha relación
con él para conocerle con más profundidad, a fin de asimilar su presencia como
una experiencia verdadera. A medida que tal comunión se cultiva, el poder del
Espíritu Santo se incrementa en la vida y ministerio del creyente.
¡Que el Señor envié una poderosa
ola del Espíritu Santo, para que seamos sacudidos con un avivamiento
avasallante, de tal manera que impactemos la República Dominicana y las naciones
de la tierra. Para que sean cubiertas con un velo de gloria y salvación, para
exaltación de Dios Padre, en Cristo Jesús! Dios te bendiga.
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