jueves, 21 de junio de 2012

EL CAMINO ARBOL DE LA VIDA OBRA LA PAZ CON LAS LEÑAS DEL AMOR.

Por Margarita Garcia
En la teología de la vida podemos denotar innumerables figuras que retratan cuadros socios espirituales de desarrollo y crecimiento, es por ello que en este tratado hacemos reflexión de las plantas. Como todo en la vida, hay un proceso para su evolución creado en la ciencia divina, para con ellos tener un universo en cada una de sus distintas especies de generación en generación.

Las plantas nacen de una insipiente semilla que se nutren de la composición mineral de los rayos del sol, aire, agua y tierra para sustentar sus raíces de desacuerdo y crecimiento hasta ver crecer un árbol completo de frutos alimenticios, que nutren la vida del ser humano. Esta figura real nos presenta el retrato de la vida social humana.

La ciencia divina nos da a conocer la cimiente de la vida humana como, cuando, donde y quien la sustenta nace de Dios en el huerto del Edén, la cimiente del hombre a imagen y semejanza de Dios, alma cuerpo y espíritu, varón y hembra los creo.

El hombre y la mujer son como una planta que necesitan el sustento de los derivados de los frutos, las hortalizas, las viandas y demás especies de alimentos que nutren con fortaleza de energía en sus diversas vitaminas para la salud y buen funcionamiento anatómico del cuerpo humano, así mismo desde el vientre de la madre las criaturas necesitan del afecto emocional para un buen y correcto funcionamiento del desarrollo emocional con el amor de los padres.

De igual modo el sustento de la vida espiritual que deriva de la comunión y relación con Dios Padre hijo y Espíritu Santo, producen los santos frutos del Espíritu de la imagen y semejanza divina en los frutos del Amor de nuestro Señor Jesucristo, entre nosotros sus hijos, siervos y amigos, para que el estado de eternidad que habita en nosotros produzca el universo de la gracia salvadora y redentora extensión del Reino de Dios.

El Reino de Dios, tiene estructurado las leyes espirituales que le dan vida a la creación de Dios para que la misma produzca alabanzas en adoración a la naturaleza del Reino de Dios en nuestras vidas.

El camino árbol de la vida, obra la paz con las leñas del amor, en el cuadro de la sociedad actual del mundo de hoy vemos producirse estados de deterioro en la desintegración social, en la familia, Iglesia y Nación, por la desnutrición del amor de Dios, del amor familiar, del amor entre los cónyuges, el amor Patrio social, falta de justicia social, misericordia, compasión, humildad y hermandad.

El árbol de la vida descrito en la palabra, Jesucristo, sigue teniendo frutos de poder, amor, misericordia y eternidad alimentan nuestras almas para que lo corruptible sea transformado en incorruptible transfigurado a imagen y semejanza de Dios.

El árbol de la madera con que se hizo la cruz para el sacrificio de Cristo, por nosotros en la cruz del calvario, nos enseña que Cristo se hizo leña por amor en el sacrificio por la paz de Dios. Así mismo si amamos a Dios debemos y tenemos  la encomiable misión de ofrendar nuestras vidas en sacrificio de amor por los demás, si decimos o si creemos que amamos a Dios sin los frutos del Amor hacia nuestros semejantes nos hacemos enemigos de Dios, nos hacemos caminos extraviados, nos hacemos luz de sombra, de muerte, nos hacemos malditos, porque él que no ama a su hermano es homicida con la espada de la lengua, con actitud de altivez, en que creen que somos mayores y mejores que los demás, en la hipocresía, en la mentira, en el chantaje, en el esclavismo de los talentos, vestidos con el engaño del servicio y con maligna estrategia de disciplina, que castigan con violencia el espíritu de los demás. La Biblia dice que nos restauremos con espíritu de mansedumbre en amor.

En el altar de nuestros corazones debemos y tenemos que buscar las leñas del amor para sacrificar la cabra del egocentrismo del ovejas, del buey y del macho cabrio, de modo que el universo de las alabanzas suban a la presencia del señor como perfume en olor fragante y con el culto de la ofrenda, la oración y las alabanzas santas agradecemos al Señor Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de Señores, en santa comunión.

Reflexión.

Génesis 1:10.
“1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. 3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. 4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. 5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día. 6 Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. 7 E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. 8 Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo. 9 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. 10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno”.

Es necesario volver al estado de la concesión dada por el creador desde el principio, -en ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza-. Génesis 2:25.Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.”

Pero es bueno que se entienda que no estamos poniendo este verso en sentido literal, sino tratando de insertar una perspectiva de pureza, armonía, integridad, pudor, entre otras cosas, para ejercitarnos como servidores del reino de Dios y su justicia bajo el manto de la Gracia, en esa Santidad reinante en la que el Padre Celestial era el todo en el hombre y en todo género de vida, donde había una completa ausencia de la arrogancia y la hipocresía.

La vida cristiana hoy más que nunca necesita salir al balcón del edificio espiritual en el que el Señor le ha colocado por testimonio y propósito, y desde ese mirador volver a contemplar la hermosura de la Santidad de Adonai, y levantarle una serenata perpetua de alabanza y adoración. Amén.

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