Lo que identifica a
un pueblo es su comida y el Dios al que le sirve. Si el enemigo logra cambiar
tu comida y logra cambiar tu Dios, cambia tu identidad y se pierden los sueños.
Cuando el pueblo de
Israel salió de Egipto, lo que recordaba era la comida de Egipto. Decían: Allá
teníamos pescado de balde. Dios los saca de Egipto, y estando en el desierto en
lo que están pensando es en el pescado de balde. La comida se metió en su
interior.
Daniel vivió el
periodo de cautividad babilónico del que se habla en el Salmos 126. Daniel no
solo rehusó comer la comida y tomar el vino del rey, sino que también se negó a
arrodillarse ante los dioses de Nabuconodosor; porque si algo distinguía a la
nación de Israel, era el Dios al que servía.
Si te mudaras de
país, hay dos cosas que no deberías hacer: dejar tu comida, y olvidar a tu
Dios.
Como Daniel, tú
tienes que mantenerte firme ante las propuestas del rey. No te contamines con
la comida del rey, y no te contamines arrodillándote ante otros dioses.
Si aceptamos la
comida del mundo, y aceptamos doblarnos ante los dioses del mundo,
verdaderamente perdemos nuestra identidad.
El problema es
cuando, sin darnos cuenta, ingerimos la comida y doblamos nuestras rodillas
ante los dioses de otros. Cuando el pueblo de Dios pasa por esa cautividad, se
detienen los sueños.
A través de la
historia, lo que el mundo quería quitarle al pueblo de Israel era a su Dios.
Todo lo que el enemigo quería hacer era introducir una nueva semilla, un nuevo
pensamiento; porque si lo lograba, quitaba el linaje de Dios.
El mundo entero se
puede salvar, porque haya un pueblo que le crea a Dios.
Hay dos cosas que
Nabuconodosor quería hacer en el pueblo de Israel: quitarle la pasión por su
nación, y quitarle la pasión por Dios.
Un pueblo que pierde
la pasión por su nación, y un pueblo que pierde la pasión por
Dios es un pueblo
que ha sido invadido, a través de su mente. Si no levantáramos estas dos cosas,
dejaríamos de soñar, y estaríamos atados a las influencias de otra gente que
viene con otros dioses y con otras culturas.
La razón por la que
mucha gente está deprimida y han dejado de soñar es porque han perdido, o la
pasión por su nación, o la pasión por Dios.
Nuestras naciones
están cautivas, porque la iglesia está cautiva. Por eso el Salmos 126 dice que
cuando Sion sea libertada, entonces seremos como los que sueñan. Cuando hayan
unos cuantos “Danieles” que se paren firmes y digan: “Yo no voy a comer de la
comida del rey; y no voy a doblar mis rodillas delante de dioses” entonces
seremos como los que sueñan.
¿Quieres volver a
soñar? Ten pasión por tu país. Ora por tu país. Mira las noticias, no para
deprimirte, sino para moverte a orar, a ser un mejor creyente, un mejor
ciudadano, una mejor persona. Si otro no sigue las leyes, síguelas tú, y
demuestra tu amor por tu nación.
Y sobre todas las
cosas, si quieres volver a soñar, tú tienes que tener pasión por Dios. Pasión
por escuchar su palabra, pasión por estar en su presencia, pasión por llegar a
la casa de Dios, pasión por orar, pasión porque él te hable, pasión por él.
Cuando la iglesia se
libera, y ama a su país, y ama a su Dios, el pueblo comienza a soñar.
No nos demos por
vencidos, no vivamos más desilucionados por lo que ha estado pasando en
nuestros países. No pienses más en irte, si Dios no te ha dicho que te vayas.
No pienses en encerrarte en tu casa para minimizar la angustia de los problemas
que hay afuera. ¿De qué te sirve prosperar y ser bendecido, si no puedes vivir
en libertad?
Hace falta gente
como Daniel, que delante de todo el mundo se mantenga firme.
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