miércoles, 22 de agosto de 2012

Abundancia de bendición

Ing. Juan Betances.
 
Mientras existimos, aspiramos a vivir en felicidad, en plenitud de vida. Todos queremos ser bendecidos y recibir las bondades de Dios, anhelamos que Dios nos conceda todo tipo de provisión.
Jesucristo estableció las condiciones para ser bendecidos.  En el Sermón del Monte, dejó las reglas claras de cómo adquirir y tener acceso al bien y a las bendiciones.
Humillados para ser exaltados
Dice la Biblia que Jesús, “viendo la multitud, subió al monte, y sentándose, se acercaron a él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba diciendo: (…) Bienaventurados los mansos (apacibles), porque ellos recibirán la tierra en herencia”. (Mt. 5:1-2 y 8)
 
Ser bienaventurado es ser dichoso, tener gracia delante de Dios. La gracia de Dios es la cualidad que abre puertas en lo natural, para que sus riquezas espirituales,que sobreabundan en lo sobrenatural,se manifiesten en la tierra; es el atributo divino que nos abre las puertas de los cielos para que descienda la provisión,capaz de satisfacer nuestras necesidades y carencias, y quese manifieste en lo natural.
En el idioma griego original, manso es aquel que acepta los tratos de Dios como buenos, que no se queja ni murmura por las situaciones y circunstancias que a sus ojos parecen negativas y que no convienen.
 
Una persona mansa o apacible es capaz de soportar situaciones desagradables sin airarse, soportar todo tipo de provocación sin encenderse en ira como un fósforo.La mansedumbre nos permite mantenernos serenos mientras otros se desbordan en palabras ofensivas o acusaciones falsas en  contra nuestra, y nos permite permanecer en silencio o dar una respuesta suave aun cuando nos difaman.
 
Es difícil mantenerse en paciencia cuando nos vemos desposeídos de todo, cuando nos quieren quitar lo que entendemos nos pertenece. Es difícil, además, mantenerse firmes y serenos, seguros de si mismos, a la vez que somos abusados, maltratados y humillados.
Mansos son los que eligen perdonar todas las injurias; antes que vengarse de una sola, prefieren sufrir antes que devolver mal por mal.¿Dónde están esos hombres? ¡Cuan difícil es vivir de esta manera! ¿Son estos los que poseen las riquezas de la tierra? Dios saca el sol para todos, para buenos y malos, pero los que así son,  y así actúan, poseerán los bienes de la tierra en bendición. Porque los humillados en la tierra, serán exaltados por Dios en los cielos.
 
Herencia de bendición
Dios respeta la libertad del hombre. Puso en él capacidad de elección que le permite escoger, a su propia voluntad, entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo. Al hombre le corresponde escoger entre las alternativas que el mundo presenta. En el ejercicio de ese poder de la elección, de esa libertad, si el hombre opta por las condiciones que Dios ha establecido, atraerá bendición; si desobedece y no oye la voz de Dios, arrastrará maldición.
 
Deuteronomio 28:1-2 dice que Dios estableció bendiciones sobre la obediencia:” Acontecerá que si oyeres atentamente la voz del Señor  tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz del Señor tu Dios”.


Dios desea traer todas las bendiciones del cielo a nuestras vidas, pero no pone nada en nuestras manos si no sabemos administrarlo; él nos prepara primero para que seamos aprobados, nos prueba para aprobarnos. Al pueblo de Israel le dijo, en Dt. 8:11-19:” Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios (…) no suceda que comas y te sacies (…) y se enorgullezca tu corazón, y te olvides del Señor tu Dios (…) que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso (…) afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien. No digas, pues, en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza, sino acuérdate del Señor tu Dios, que él te da el poder para hacer las riquezas (…) Mas si llegas a olvidarte del Señor tu Dios y andas en pos de dioses ajenos (…) de cierto perecerás.”
 
Si Dios nos diera todo, nos entregara todo conforme a nuestros propios gustos y deseos, nos llenamos de orgullo y de vanagloria, creyendo que lo hemos conseguido por nuestras propias manos, sin recordarnos que todo bien proviene de El, que toda buena dádiva viene del cielo, y entonces nos olvidamos de El.

Si comemos y nos saciamos, nos creemos que hemos logrado todo por nuestras propias fuerzas, sin entender que el poder para hacer las riquezas, las bendiciones, viene de Dios. Si nos olvidamos de Dios, andamos detrás y nos inclinamos por dioses ajenos a El, que se manifiestan en nosotros a través del orgullo, de la avaricia, de la codicia, de la búsqueda de si mismo, de la ambición desmedida, del egoísmo.
 
Por eso Dios nos prueba y nos aflige: para moldearnos en nuestro carácter, para moldearnos en nuestro ser, pero, a la postre, para hacernos bien, para que podamos ser aprobados y no reprobados; para refinarnos como el oro y al fin podamos brillar resplandecientes por su luz; para procesarnos con fuego hasta quemarnos, pero jamás consumirnos por completo.
En referencia a Moisés, dice la Biblia en Nm. 12:3:” Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra’ Y más adelante dice:” Y él les dijo: Oigan ahora mis palabras. Cuando haya entre ustedes profeta del Señor, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia del Señor.” (12:6-8; el resaltado es nuestro)
 
Hay una herencia de bendición puesta por Dios en nuestras manos de la cual podemos apropiarnos y tomar posesión. A Dios podemos verle cara a cara y claramente solo si mostramos mansedumbre: los mansos tendrán la tierra como herencia.
Se abren los cielos
El mejor ejemplo de humillación nos lo dio el mismo Dios por medio de Jesús. Siendo Dios, Jesús no se aferra a su condición divina, sino que se humilla hasta la muerte, y por su obediencia y humillación, fue exaltado luego hasta lo sumo.
Fl. 2: 3-11 dice:” Nada hagan por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en ustedes este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
 
Si nos esforzamos y trabajamos, podemos poseer todos los bienes de la tierra que están en nuestras manos. Si trabajamos, el resultado lo veremos. Pero no toda riqueza nos lleva a la felicidad, a la vida en abundancia. Una cosa es poseer los bienes de la tierra y las riquezas, y otra es tener prosperidad integral, en todas las áreas de nuestra vida.
Por supuesto que Dios pone todos los bienes materiales a la disposición del hombre, para que los usemos y los poseamos; pero solo cuando hay mansedumbre, somos bienaventurados.

Dios está hoy haciendo un llamado a tu vida. Puedes heredar la tierra como herencia, si estás dispuesto a aceptar sus tratos, a humillarte delante de su presencia. Puedes ver a Dios cara a cara, si le obedeces, si eres manso y humilde, si te acercas a su presencia con corazón arrepentido.
 
Jesús dijo:” Aprendan de mi, que soy manso y humilde de corazón.” (Mt. 11:29) Y cuando los discípulos discutían entre ellos sobre quién de ellos seria el mayor, tomó un niño en sus manos y dijo:” (…) el que es mas pequeño entre todos ustedes, ese es grande.” (Lc. 9:46-48)
En Mateo 3:13-17 dice”Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. (El resaltado es nuestro)
 
Cuando nos humillamos en obediencia a Dios, los cielos se abren a nuestro favor, y el Espíritu de Dios desciende sobre nosotros, porque tocamos el corazón de Dios, para abrir las ventanas de los cielos y recibir por posesión la tierra.

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