Ing. Juan
Betances.
Mientras existimos,
aspiramos a vivir en felicidad, en plenitud de vida. Todos queremos ser
bendecidos y recibir las bondades de Dios, anhelamos que Dios nos conceda todo
tipo de provisión.
Jesucristo
estableció las condiciones para ser bendecidos.
En el Sermón del Monte, dejó las reglas claras de cómo adquirir y tener
acceso al bien y a las bendiciones.
Humillados para ser
exaltados
Dice la Biblia que
Jesús, “viendo la multitud, subió al monte, y sentándose, se acercaron a él sus
discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba diciendo: (…) Bienaventurados los
mansos (apacibles), porque ellos recibirán la tierra en herencia”. (Mt. 5:1-2 y
8)
Ser bienaventurado
es ser dichoso, tener gracia delante de Dios. La gracia de Dios es la cualidad
que abre puertas en lo natural, para que sus riquezas espirituales,que
sobreabundan en lo sobrenatural,se manifiesten en la tierra; es el atributo
divino que nos abre las puertas de los cielos para que descienda la
provisión,capaz de satisfacer nuestras necesidades y carencias, y quese
manifieste en lo natural.
En el idioma griego
original, manso es aquel que acepta los tratos de Dios como buenos, que no se
queja ni murmura por las situaciones y circunstancias que a sus ojos parecen
negativas y que no convienen.
Una persona mansa o
apacible es capaz de soportar situaciones desagradables sin airarse, soportar
todo tipo de provocación sin encenderse en ira como un fósforo.La mansedumbre
nos permite mantenernos serenos mientras otros se desbordan en palabras
ofensivas o acusaciones falsas en contra
nuestra, y nos permite permanecer en silencio o dar una respuesta suave aun
cuando nos difaman.
Es difícil
mantenerse en paciencia cuando nos vemos desposeídos de todo, cuando nos
quieren quitar lo que entendemos nos pertenece. Es difícil, además, mantenerse
firmes y serenos, seguros de si mismos, a la vez que somos abusados,
maltratados y humillados.
Mansos son los que
eligen perdonar todas las injurias; antes que vengarse de una sola, prefieren
sufrir antes que devolver mal por mal.¿Dónde están esos hombres? ¡Cuan difícil
es vivir de esta manera! ¿Son estos los que poseen las riquezas de la tierra?
Dios saca el sol para todos, para buenos y malos, pero los que así son, y así actúan, poseerán los bienes de la
tierra en bendición. Porque los humillados en la tierra, serán exaltados por
Dios en los cielos.
Herencia de
bendición
Dios respeta la
libertad del hombre. Puso en él capacidad de elección que le permite escoger, a
su propia voluntad, entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo. Al hombre
le corresponde escoger entre las alternativas que el mundo presenta. En el
ejercicio de ese poder de la elección, de esa libertad, si el hombre opta por
las condiciones que Dios ha establecido, atraerá bendición; si desobedece y no
oye la voz de Dios, arrastrará maldición.
Deuteronomio 28:1-2
dice que Dios estableció bendiciones sobre la obediencia:” Acontecerá que si
oyeres atentamente la voz del Señor tu
Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy,
también el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y
vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz del
Señor tu Dios”.
Dios desea traer
todas las bendiciones del cielo a nuestras vidas, pero no pone nada en nuestras
manos si no sabemos administrarlo; él nos prepara primero para que seamos
aprobados, nos prueba para aprobarnos. Al pueblo de Israel le dijo, en Dt.
8:11-19:” Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios (…) no suceda que comas y
te sacies (…) y se enorgullezca tu corazón, y te olvides del Señor tu Dios (…)
que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso (…) afligiéndote y
probándote, para a la postre hacerte bien. No digas, pues, en tu corazón: Mi
poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza, sino acuérdate del
Señor tu Dios, que él te da el poder para hacer las riquezas (…) Mas si llegas
a olvidarte del Señor tu Dios y andas en pos de dioses ajenos (…) de cierto
perecerás.”
Si Dios nos diera
todo, nos entregara todo conforme a nuestros propios gustos y deseos, nos
llenamos de orgullo y de vanagloria, creyendo que lo hemos conseguido por
nuestras propias manos, sin recordarnos que todo bien proviene de El, que toda
buena dádiva viene del cielo, y entonces nos olvidamos de El.
Si comemos y nos
saciamos, nos creemos que hemos logrado todo por nuestras propias fuerzas, sin
entender que el poder para hacer las riquezas, las bendiciones, viene de Dios.
Si nos olvidamos de Dios, andamos detrás y nos inclinamos por dioses ajenos a
El, que se manifiestan en nosotros a través del orgullo, de la avaricia, de la
codicia, de la búsqueda de si mismo, de la ambición desmedida, del egoísmo.
Por eso Dios nos
prueba y nos aflige: para moldearnos en nuestro carácter, para moldearnos en
nuestro ser, pero, a la postre, para hacernos bien, para que podamos ser
aprobados y no reprobados; para refinarnos como el oro y al fin podamos brillar
resplandecientes por su luz; para procesarnos con fuego hasta quemarnos, pero
jamás consumirnos por completo.
En referencia a
Moisés, dice la Biblia en Nm. 12:3:” Y aquel varón Moisés era muy manso, más
que todos los hombres que había sobre la tierra’ Y más adelante dice:” Y él les
dijo: Oigan ahora mis palabras. Cuando haya entre ustedes profeta del Señor, le
apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que
es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por
figuras; y verá la apariencia del Señor.” (12:6-8; el resaltado es nuestro)
Hay una herencia de
bendición puesta por Dios en nuestras manos de la cual podemos apropiarnos y
tomar posesión. A Dios podemos verle cara a cara y claramente solo si mostramos
mansedumbre: los mansos tendrán la tierra como herencia.
Se abren los cielos
El mejor ejemplo de
humillación nos lo dio el mismo Dios por medio de Jesús. Siendo Dios, Jesús no
se aferra a su condición divina, sino que se humilla hasta la muerte, y por su
obediencia y humillación, fue exaltado luego hasta lo sumo.
Fl. 2: 3-11 dice:”
Nada hagan por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando
cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo
suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en ustedes
este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a
sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en
la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se
doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de
la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre”.
Si nos esforzamos y
trabajamos, podemos poseer todos los bienes de la tierra que están en nuestras
manos. Si trabajamos, el resultado lo veremos. Pero no toda riqueza nos lleva a
la felicidad, a la vida en abundancia. Una cosa es poseer los bienes de la
tierra y las riquezas, y otra es tener prosperidad integral, en todas las áreas
de nuestra vida.
Por supuesto que
Dios pone todos los bienes materiales a la disposición del hombre, para que los
usemos y los poseamos; pero solo cuando hay mansedumbre, somos bienaventurados.
Dios está hoy
haciendo un llamado a tu vida. Puedes heredar la tierra como herencia, si estás
dispuesto a aceptar sus tratos, a humillarte delante de su presencia. Puedes
ver a Dios cara a cara, si le obedeces, si eres manso y humilde, si te acercas
a su presencia con corazón arrepentido.
Jesús dijo:”
Aprendan de mi, que soy manso y humilde de corazón.” (Mt. 11:29) Y cuando los
discípulos discutían entre ellos sobre quién de ellos seria el mayor, tomó un
niño en sus manos y dijo:” (…) el que es mas pequeño entre todos ustedes, ese
es grande.” (Lc. 9:46-48)
En Mateo 3:13-17
dice”Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por
él.
Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser
bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así
conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que
fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio
al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.
Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi
Hijo amado, en quien tengo complacencia”. (El resaltado es nuestro)
Cuando nos humillamos
en obediencia a Dios, los cielos se abren a nuestro favor, y el Espíritu de
Dios desciende sobre nosotros, porque tocamos el corazón de Dios, para abrir
las ventanas de los cielos y recibir por posesión la tierra.
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