20 Si alguno dice: Yo amo a
Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a
quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
21 Y nosotros tenemos este
mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.-Palabra de
Dios-.
Todos, en lo más profundo de
nuestro ser, necesitamos sanidad interior por algo que un día nos hicieron,
muchas veces dura años una determinada ofensa que nunca a nadie se la
compartimos y se quedó con nosotros convirtiéndose en compañera difícil de
arrancar y que llevamos por doquier porque la adoptamos como parte de la
historia nuestra.
Lo que es peor aún es que si si
hablamos hacemos mas complicado el asunto y no nos van a entender, le ha pasado
a usted?, a mí por ejemplo, me suceden cosas incomprensibles en las que
quisiera hablar pero la estructura y engranaje de la situación no me lo
permiten porque cada persona es diferente y uno no sabe que reacción va a tener
o si tiene la suficiente experiencia para entender un acontecimiento
determinado, y muchas veces terminamos como en una especie de impotencia frente
a las relaciones humanas que manejamos por aquello de que somos incapaces de
dañar a otras personas porque en el fondo no somos esa clase de gente.
Sin ser ofensivos/as/ porque
nunca ha sido, no es ni será jamás nuestra meta, muchas veces nos encansillan
como tales y si nos conocieran a profundidad dirían "Oh cuán
equivocado/da/ estoy, qué error, qué gran equivocación la mía, ahora me doy
cuenta que quién andaba mal era yo." Digo esto por tan solo poner un
ejemplo.
Lo que busco con esta reflexión
es ensanchar el camino de la sanidad interior mediante el perdón, y además
contribuir con una comprensión más sólida y excelente, creo que es el momento
para hacerlo.
Perdóname si alguna vez mis
acciones tratando de procurar para ti lo mejor, te ofendieron, en el nombre de
Jesús, amén!!!!!.
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