martes, 2 de octubre de 2012

La paternidad de Dios

Ing. Juan Betances

Todo ser humano es nacido de la unión de varón y hembra. Dios creó al hombre y le hizo ayuda idónea, la mujer, para que no estuviera solo. Y formó  la mujer de la costilla que tomó del hombre. Dice la Biblia:” Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y se harán una sola carne.” (Gn. 1:24) El orden divino es que el hombre, dejando padre y madre, se una en el amor a la mujer y se hagan un solo ser.
El amor del Padre
El principio de la paternidad fue establecido por Dios desde la fundación del mundo. El hombre participa de la función creadora y multiplicadora de Dios, al unirse hombre y mujer, y procrear, mediante la unidad en el amor.
La primera persona que dio a conocer a Dios como Padre fue Jesús de Nazaret. Antes que él, nadie había hecho y dicho las cosas que él dijo y realizó.

En una ocasión en que sus padres iban a Jerusalén en la fiesta de la pascua, se quedó el niño Jesús en Jerusalén mientras sus padres regresaban. Lc. 1:45-49 dice:” Y al no hallarle, regresaron a Jerusalén en busca suya. Y aconteció que al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, no solo escuchándoles, sino también haciéndoles preguntas; y todos los que estaban oyendo, quedaban atónitos ante su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, se sorprendieron, y le dijo su madre: Hijo, ¿Por qué nos has hecho esto? He aquí que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él les dijo: ¿Cómo es que me buscaban? ¿No saben que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?”.
Dios Padre envió a su Hijo unigénito al mundo para que el mundo no perezca, sino que sea salvo por su mediación. (Cf. Jn. 3:16) Jesús es la revelación del amor del Padre manifiesto a los hombres.
Dice la Biblia en Lc. 3:21-22:” Aconteció que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado, y mientras oraba, se abrió el cielo, y descendió sobre  él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, y salió del cielo una voz que decía: Tu eres mi Hijo amado, en ti he puesto mi complacencia”. Jesús es el Hijo amado del Padre. Toda la gracia, el poder, la autoridad, la unción y la gloria misma de Dios estaban sobre él. El amor del Padre hacia nosotros descansó por completo, de manera total en Jesús.

El testimonio del Padre (II)
Jesús enseñó a sus discípulos a orar diciendo:” Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. (Mt. 6:9) Hemos sido creados por un solo Padre, que es Padre de todos, para alabanza de la gloria de su nombre. Adoramos a un Dios puro, santo, merecedor de honra, gloria y honor. Y continuó Jesús enseñando:” Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así también en la tierra como en el cielo”. (10) El reino de Dios viene a la tierra cuando el hombre recibe a Jesús en su corazón, porque un nuevo tabernáculo, un nuevo lugar se abre, ahora en el corazón del hombre, para adorar a Dios, para amarlo con todo su ser, por medio del testimonio de su Hijo, su Espíritu Santo, que es el amor de Dios derramado y que viene a poner habitación dentro de nosotros, para hacer en la tierra la voluntad del Padre que está en los cielos.
La obediencia a Dios es la clave para que su gloria se manifieste en la tierra. La obediencia abre los cielos a la gracia, al favor de Dios. Jesús nos dio el ejemplo, al hacer siempre la voluntad del Padre, lo que le agradaba.

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. (11) Dios es el alimento de nuestras vidas, es nuestro sustentador. Un verdadero Padre es sostenedor de su familia, es proveedor. Jesús es el pan vivo bajado del Cielo. Quien come de su pan, no morirá para siempre. Dios anda buscando personas que dependan de Él, que busquen el pan de cada día confiando en que todo bien nos viene del cielo, proviene de Dios. Cuán grande es su amor! Cuando más lo necesitamos, nos muestra su misericordia; cuando menos lo esperamos, está Él presente mostrándonos su amor, en cada detalle; como perfume agradable a nuestro ser, NOS UNGE CON ACEITE FRESCO y aumenta nuestras fuerzas como las del búfalo. (Cf. Salm. 92:10)
“Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. (12) Dios nos perdona en la medida en que perdonamos.  Si no perdonamos de corazón, no nos perdona. La labor nuestra es perdonar a los que nos ofenden, “hasta setenta veces siete” dijo Jesús; es decir, siempre y a la perfección, como lo hace Él. El perdón de Dios es incondicional. Cuando renegamos de Él, desobedecemos y nos alejamos, siempre está esperando por nosotros, con lazos de amor. Un corazón contrito y humillado, Él no lo desprecia. La labor nuestra es arrepentirnos y cambiar de actitud, convertirnos cada día en lo interior de nuestro ser. Cuando Felipe le dijo a Jesús “muéstranos al Padre y nos basta” (Jn. 14: 8-13), le dijo:” ¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes, y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. (…) ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mi? (…) Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre en mi; si no, créanme por las mismas obras. De cierto, de cierto les digo: El que cree en mi, las obras que yo hago, también él las hará; y aun mayores que éstas (…) Y cualquier cosa que pidan al Padre en mi nombre, la haré”.

Jesús dijo que no daba testimonio de sí mismo, sino del Padre que le había enviado:” las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mi. (…) Yo y el Padre somos la misma cosa”. (Jn. 10: 25 y 30) Los judíos le decían:” No te queremos apedrear por ninguna obra buena, sino por la blasfemia; porque tú siendo hombre, te haces Dios a ti mismo”. (33) Antes de su muerte, Jesús oró por sus discípulos diciendo:”(…) Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno como nosotros”. (Jn. 17:11) Ahí está el testimonio del Padre: El Padre está en Jesús y Jesús en el Padre, pues ambos son el mismo, un solo ser. La unidad del Padre y el Hijo dan testimonio del amor de Dios a los hombres.
El corazón del Padre (III)

Jesús no se aferró a su condición divina, sino que se hizo uno igual a nosotros, menos en el pecado. Nos amó hasta el extremo, dando su vida en la cruz. Se humilló a sí mismo, tomando forma de siervo, y se entregó hasta la muerte, la peor de todas, para darnos vida en él. *(Cf. Fil 2)
La esencia de Dios es amor. Él es amor, y todo el que ama es nacido de Dios. Quien no ama, no pertenece a Dios. Porque nos ama, Dios es justo y misericordioso, “lento a la ira y rico en piedad” dice el salmista.

Nuestro Padre tiene corazón paternal, es el padre por excelencia. Nunca nos deja solos, nunca nos abandona. Su Espíritu está junto a todo el que le busca, responde fielmente a todo el que le invoca. Camina a nuestro lado. Él dijo:” Pues si ustedes siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, cuanto más su Padre que está en los cielos dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan”. (Lc. 11:13) Nuestro Padre es el mismo ayer, hoy y siempre. Nunca falla. Es Dios fiel, cumplidor de promesas.
Abrahán fue Padre de multitudes porque obedeció hasta exponerse al sacrificio de su hijo Isaac. Dios no permitió la muerte de su hijo Isaac, pero probó su fe en el monte, para convertirse en su Padre, proveedor de todas las cosas. Isaac fue sumiso a su Padre y recibió el premio a su actitud de parte de Dios, al conservarle la vida, sustituyéndolo por un cordero.
Jesús es el nuevo Cordero de Dios puro y sin mancha que quitó el pecado del mundo. El Padre envió su Hijo Jesús al mundo, para realizar la expiación y redención del mundo, para borrar el pecado en la cruz y anular el acta que nos separaba de Dios, siendo nosotros ahora justificados por su gracia. Como buen Padre, se preocupó por la situación de sus hijos perdidos. Aunque padre y madre te dejaren, nunca te dejará.

I Juan 2:15 dice:” No amen el mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Jesús dijo:” El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de lo que rebosa el corazón, habla la boca”. (Lc. 6:45) El corazón de Dios destila amor, abundancia, provisión sin límites, poder, misericordia, gracia y favor. El Altísimo es bondadoso para con los ingratos y malvados. (Cf. Lc. 6:35)

Jesús dijo:” Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo les hare descansar.  Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mi, que soy manso y humilde de corazón”. (Lc. 11:28-29) Hoy es el día del perdón, el día del regreso a la casa del Padre. Dios te llama a la puerta y te invita a entrar, para que cenes con él. Te está llamando para celebrar contigo la gran fiesta de reconciliación con sus hijos. Es el día de decirle a nuestro Padre, como el hijo pródigo: “Yo no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus jornaleros”. (Mt. 15:19) Como el padre por excelencia, te dirá:” (…) hagamos fiesta; porque este mi hijo estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado”. (15:24)



No hay comentarios:

Publicar un comentario