lunes, 31 de diciembre de 2012

QUE EL AMOR DE CRISTO SEA LA COBIJA QUE TE ABRIGUE EN ESTE INVIERNO.


Por Margarita García

El Amor es el espíritu célebre que motiva la alegría, la pasión, la entrega, la voluntad. Con la fuerza del amor explosiona un poder para poder ver y hacer que brille la luz en la oscuridad. La vida y sus circunstancias estacionan en nuestro corazón atmósferas distintas pero la más bella de todas es la primavera. Es la primavera la estación que brinda a nuestras vidas el florecimiento de nuestros vínculos con el Espíritu Santo de nuestro creador, es la primavera la estación que nos provoca a crear nuevos frutos cada día inspirados en el amor de Dios, es la  primavera del Espíritu Santo en nuestro corazón, diamante refulgente que ilumina las vidas de todos a cuantos transmitimos el gozo de sabernos espejos reflectores de la gracia divina, que somos al Creador cuan luna es de sol, y es nuestra superficie humana y espiritual lumbrera en las noches más oscuras y también es cobija que brilla protección y calor.

El otoño, el verano y el invierno, estacionados en nuestros corazones, no nos permiten danzar al  compás del arco iris que se muestra después de la lluvia, ni escuchar los armoniosos cantos de las aves que habitan en un bosque floreciente, cualidades estas inherentes a la primavera.
Cuando el estado del corazón se encuentra en la estación del invierno se muestra frío, frívolo y vacío, sin esencia espiritual que motive una esperanza que impulse un motivo de vida. Es inválida la esperanza de amar en un corazón de invierno.

En verano el corazón es desierto árido a la luz de la desesperanza sin fe, para reverdecer el principio de un naciente amanecer. Nos tortura la hoguera por la llama del calor del fuego de un corazón encendido en verano, sin una gota de agua que sacie la sed de justicia, de compasión, de amor, de misericordia, de hermandad, de cordura, de unidad, de sensibilidad, de sinceridad, solidaridad, a imagen y semejanza de la paz de Dios.

La estación de otoño en el corazón, provoca que las hojas marchitas de la ilusión pierdan sus colores y luego caigan al abismo insondable de lo que se ha perdido, y languidecen las secas ramas que esperan desnudas el frío que ha de traer el invierno.

Levántate oh amiga mía, de tu invierno y ven conmigo a la primavera del amor con Cristo. Mi corazón te esperaba con ansias de verte llegar como primavera. Eres el bálsamo que llena mi corazón de toda bonanza que Dios creó en el universo de estrellas. Porque somos miembros del mismo cuerpo que goce un nuevo florecer cada día, cada mañana, cada hora, cada minuto y transforma nuestras vidas en una eterna primavera.

¡Oh Amado mío, Jesús mío! Has venido a mi puerta, bienvenido a mi corazón que rebosa de alegría ante su presencia. Te entrego con él mi alma para que hagas con ella el cultivo donde siembras el  amor hecho capullos florales que abren con la esperanza de tu infinito amor, capullos que nacen rodeados de la sinfonía divina orquestada con arpas y violines, con guitarras y flautas que adornan el ambiente con dulce melodía.

Como brilla mi corazón al escudriñar dentro de tus consejos de cada verso leído de cómo debo amarte, obedecerte, respetarte, encontrar tu deleite en una plena santidad para que el aceite de la unción permanezca y escuchar t voz. Como hacer de una flor el perfume que alegra el alma para amar a mis semejantes como a mi mismo.

Necesitamos una revolución de Amor, Nosotros los hijos de Dios, necesitamos más que cantar himnos de alabanzas y adoración, dedicados a nuestro Creador, necesitamos más que el conocimiento de la palabra, necesitamos más que acudir puntuales a nuestras congregaciones, necesitamos conocer y sentir la primavera eterna del amor de Cristo en nuestros corazones. Entonces nuestras vidas tendrán el color verde esperanza de lo que se mantiene vivo, salpicadas del amarillo de templanza y sabiduría y el rojo que simboliza un amor puro, sincero y verdadero.

Hagamos nuestros los colores primaverales de las vidas que han sido entregadas para siempre al servicio de nuestro Señor Jesucristo, que el hecho de hacer la voluntad de nuestro Dios, sea el más grande regalo de navidad y placer que experimente nuestra existencia, y vivamos eternamente en la primavera del Amor de Dios.

Mis bendiciones en el nombre de Jesús.

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