Por Margarita García
El Amor es el espíritu célebre
que motiva la alegría, la pasión, la entrega, la voluntad. Con la fuerza del
amor explosiona un poder para poder ver y hacer que brille la luz en la
oscuridad. La vida y sus circunstancias estacionan en nuestro corazón
atmósferas distintas pero la más bella de todas es la primavera. Es la
primavera la estación que brinda a nuestras vidas el florecimiento de nuestros
vínculos con el Espíritu Santo de nuestro creador, es la primavera la estación
que nos provoca a crear nuevos frutos cada día inspirados en el amor de Dios, es
la primavera del Espíritu Santo en
nuestro corazón, diamante refulgente que ilumina las vidas de todos a cuantos
transmitimos el gozo de sabernos espejos reflectores de la gracia divina, que
somos al Creador cuan luna es de sol, y es nuestra superficie humana y
espiritual lumbrera en las noches más oscuras y también es cobija que brilla
protección y calor.
El otoño, el verano y el
invierno, estacionados en nuestros corazones, no nos permiten danzar al compás del arco iris que se muestra después
de la lluvia, ni escuchar los armoniosos cantos de las aves que habitan en un
bosque floreciente, cualidades estas inherentes a la primavera.
Cuando el estado del corazón se
encuentra en la estación del invierno se muestra frío, frívolo y vacío, sin
esencia espiritual que motive una esperanza que impulse un motivo de vida. Es inválida
la esperanza de amar en un corazón de invierno.
En verano el corazón es desierto
árido a la luz de la desesperanza sin fe, para reverdecer el principio de un
naciente amanecer. Nos tortura la hoguera por la llama del calor del fuego de
un corazón encendido en verano, sin una gota de agua que sacie la sed de
justicia, de compasión, de amor, de misericordia, de hermandad, de cordura, de
unidad, de sensibilidad, de sinceridad, solidaridad, a imagen y semejanza de la
paz de Dios.
La estación de otoño en el
corazón, provoca que las hojas marchitas de la ilusión pierdan sus colores y
luego caigan al abismo insondable de lo que se ha perdido, y languidecen las
secas ramas que esperan desnudas el frío que ha de traer el invierno.
Levántate oh amiga mía, de tu
invierno y ven conmigo a la primavera del amor con Cristo. Mi corazón te
esperaba con ansias de verte llegar como primavera. Eres el bálsamo que llena
mi corazón de toda bonanza que Dios creó en el universo de estrellas. Porque somos
miembros del mismo cuerpo que goce un nuevo florecer cada día, cada mañana, cada
hora, cada minuto y transforma nuestras vidas en una eterna primavera.
¡Oh Amado mío, Jesús mío! Has
venido a mi puerta, bienvenido a mi corazón que rebosa de alegría ante su
presencia. Te entrego con él mi alma para que hagas con ella el cultivo donde
siembras el amor hecho capullos florales
que abren con la esperanza de tu infinito amor, capullos que nacen rodeados de
la sinfonía divina orquestada con arpas y violines, con guitarras y flautas que
adornan el ambiente con dulce melodía.
Como brilla mi corazón al
escudriñar dentro de tus consejos de cada verso leído de cómo debo amarte, obedecerte,
respetarte, encontrar tu deleite en una plena santidad para que el aceite de la
unción permanezca y escuchar t voz. Como hacer de una flor el perfume que
alegra el alma para amar a mis semejantes como a mi mismo.
Necesitamos una revolución de
Amor, Nosotros los hijos de Dios, necesitamos más que cantar himnos de
alabanzas y adoración, dedicados a nuestro Creador, necesitamos más que el
conocimiento de la palabra, necesitamos más que acudir puntuales a nuestras
congregaciones, necesitamos conocer y sentir la primavera eterna del amor de
Cristo en nuestros corazones. Entonces nuestras vidas tendrán el color verde
esperanza de lo que se mantiene vivo, salpicadas del amarillo de templanza y sabiduría
y el rojo que simboliza un amor puro, sincero y verdadero.
Hagamos nuestros los colores
primaverales de las vidas que han sido entregadas para siempre al servicio de
nuestro Señor Jesucristo, que el hecho de hacer la voluntad de nuestro Dios,
sea el más grande regalo de navidad y placer que experimente nuestra existencia,
y vivamos eternamente en la primavera del Amor de Dios.
Mis bendiciones en el nombre de
Jesús.
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