Ing. Juan Betances
El ser humano es espíritu con
alma alojados en un cuerpo físico.El espíritu es el que da la vida. Cuando el
espermatozoide masculino alcanza el óvulo femenino se forma un ser con vida en
el seno materno. Cuando esto ocurre, yase formó un ser humano. A partir de ese
momento, comienza a desarrollarse un ser con características diferentes, con
rasgos propios que hacen único a ese ser humano. Esto es,se va desarrollando el
ser interior de cada hombre o mujer, que es lo que somos en su totalidad, es el
carácter.
1. Voz de Dios (I)
El carácter es lo que
espiritualmente se denomina alma. Es el conjunto de nuestra mente (donde se
alojan nuestros pensamientos, actitudes, propósitos e intenciones, capacidades
y talentos), emociones y voluntad.
Al morir, el espíritu vuelve a
Dios quien lo dio y a quien le pertenece; y el alma comparecerá ante el
tribunal de Dios para ser juzgada, conforme a sus obras.Dios puso espíritu en
el hombre para darle capacidad de comunicarse con El. El hombre se conecta a
Dios por el Espíritu.
Cuando Jesús se encontró con
Nicodemo, uno de los principales judíos,
éste le preguntó qué había que hacer para entrar al reino de Dios “ (…)
sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas
señales que tu haces si Dios no está con El. Jesús le respondió:De cierto, de
cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede entrar en el reino de
Dios”. (Jn. 3:1-3) El nuevo nacimiento se produce en nosotros en el espíritu, al
confesar a Jesús como Señor de nuestras vidas, y recibirle y creerle como
nuestro Salvador, como luz que vino a traer esperanza de salvación a los que le
reciben y creen en su nombre.
Al nacer de nuevo, nos
convertimos en hijos de Dios, herederos de las promesas de vida establecidas
por medio de Jesucristo.Nuestra alma no nace de nuevo. Dios no toca nuestra
alma, respeta nuestra libertad. El alma necesita ser cambiada y transformada
para que pueda haber en nosotros crecimiento espiritual. Pero nuestra alma tiene
una raíz de pecado en nosotros que nos induce, nos impulsa a vivir conforme a
nuestros propios deseos y pasiones, a
nuestro propio yo, de acuerdo con un sistema pecaminoso que llamamos mundo.
El nacido de nuevo está en el
mundo, pero no es del mundo; es un ser espiritual hecho a la medida del varón
perfecto, para que pueda andar cada día dando frutos con sus obras, y no
actuando conforme a las obras de la carne.
Jesús probó ser Dios al
resucitar de entre los muertos. Se convirtió en el postrer Adán, hecho a imagen
de Dios, perfecto en su obrar, para restablecer la naturaleza caída del hombre
por el pecado. Adán dejó de ser el hombre espiritual, celestial,para
convertirse en carnal, terrenal, alma viviente, al desobedecer a Dios. (Cf. 1
Co. 15:45) Jesús vino a ser el hombre espiritual, despojado de naturaleza
carnal, hecho igual a nosotros, menos en el pecado, para levantar un ser
espiritual, celestial, espíritu vivificante, por su obediencia a Dios.
Jesús dijo que iba al Padre para
ser glorificado por El, con la misma gloria que existía entre ellos desde antes
de la fundación del mundo; que no nos dejaría solos, que enviaría un
Consolador, el Espíritu Santo, el cual estaría con nosotros todos los días
hasta el fin del mundo, quien nos convencería de pecado, de justicia y de
juicio.
¿Cómo se comunica Dios con el
hombre? ¿Cómo puede tener el hombre esa relación con el Espíritu de Dios?
Dios habla al corazón, a nuestra
conciencia. La conciencia nos permite discernir entre el bien y el mal, es la
voz de Dios en nuestro interior, que habla a nuestro espíritu; es el Espíritu
el que envía un mensaje a nuestra alma, a través del espíritu nuestro,
indicándonos lo que está bien y lo que está mal, para discernir lo bueno de lo
malo.El ser carnal, el almático, no puede discernir las cosas espirituales,
pues para él son locura. El espiritual, conoce lo espiritual, lo que viene de
Dios, Gracias le damos a Dios que nos
ha dado la victoria por medio de Cristo Jesús. Hay un nuevo tabernáculo
edificado en el hombre, en su corazón, que ha sido levantado para permitir al
hombre establecer una comunión permanente con El, por medio de su Espíritu, y
escuchar su voz, la voz de Dios.
2. Un corazón perfecto para Dios
(II)
La Biblia nos dice en Mateo 5
que Jesús, “ viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, se acercaron a
él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba diciendo: (…)
Bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios’. (1-2 y
8) Mucha gente quisiera ver a Dios, escucharle, encontrarle cara a cara. Muchos
aspiran a ver su obra maravillosa a través de un milagro, una provisión o una
sanación.
Cuando el rey David instruyó a
su hijo Salomón para edificar casa para el Señor, le dijo: “ Ahora, pues, ante
los ojos de todo Israel, congregación del Señor, y en oídos de nuestro Dios,
guarden y examinen todos los preceptos del Señor su Dios, para que posean la
buena tierra, y la dejen en herencia a sus hijos después de ustedes
perpetuamente. Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele
con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque el Señor escudriña los
corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le
buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre”. (I Cr.
28:8-9) Dios conoce las profundidades de nuestros pensamientos. Sabe que son
vanidad. No podemos escapar a la grandeza de su conocimiento y su sabiduría.
Hasta los cabellos de nuestra cabeza los tiene contados. Cada detalle nuestro
lo conoce. No podemos escapar de su mirada. Y “ no quitará el bien a los que
andan en integridad”. (Salm. 84:11) El salmista David decía:” Enséñame a hacer tu
voluntad, porque tú eres mi Dios;
Tu buen espíritu me
guíe a tierra de rectitud”. (143:10) Aunque el Espíritu Santo aun no había
descendido a la tierra, el salmista tenia la revelación del espíritu como
vivificante y del alma como angustiante, terrenal.
David tenia un corazón conforme
al de Dios, porque le adoraba con el corazón, porque le amaba. Decía:” Oh Dios,
crea en mi un corazón puro; renuévame por dentro con espíritu firme. No me
quites tu santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación. Y en espíritu de
nobleza afiánzame”. (Salm. 51:10-12) “
Ciertamente es bueno Dios (…), para con los limpios de corazón” dice Salmos
73:1. Para ver a Dios hay que estar limpios en nuestro corazón, purificados en
nuestra conciencia.
Jesús derramó su sangre por
nosotros en la cruz para limpiarnos de todo pecado. Hay que acudir cada día a
la fuente de su perdón, por medio de su Espíritu, para adquirir una conciencia
limpia, lavada por el poder de su sangre. El salmista decía:” Ten piedad de mí,
oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la
multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de
mi maldad,
y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco
mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti
solo he pecado,
y he hecho lo malo delante de tus ojos;
(…).
He aquí, en maldad he sido formado,
y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la
verdad en lo íntimo,
y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio;
lávame, y seré más
blanco que la nieve”. (51:1-7)
Dios habla al corazón del hombre
para influenciarnos con su amor. La conciencia nuestra conecta nuestros
sentimientos con el amor de Dios. Ese amor de Dios en nosotros, presente por su
Espíritu, que es el amor de Dios derramado en nuestros corazones, nos toca las
sensibilidades de nuestro espíritu, para tener comunión íntima con su
presencia.
En el corazón se refleja el
amor. Dios nos toca, para que abramos nuestro corazón a su amor. Al abrir las
puertas de nuestro ser al amor de Dios, nuestra alma es infundida por el fuego
de su presencia, capaz de transformar nuestro ser interior, nuestro carácter,
para hacernos según Dios.Dios cambia nuestra mente por una mente renovada,
controla nuestras emociones conforme a su sentir y provoca en nosotros un firme
deseo de hacer su voluntad.
Este es el resultado de tener un
corazón puro: ver la obra maravillosa de Dios obrando de manera sobrenatural,
ver a Dios cara a cara. El apóstol Pablo dijo:” Pero cuando se conviertan al
Señor, el velo se quitará.
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu
del Señor, allí hay libertad.
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta
como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria
en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. (2 Co. 3:16-18)
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