miércoles, 7 de agosto de 2013

JESÚS, El HOMBRE SIN IGUAL

Pastor Luis Reyes
Después de haber sido anunciado por los profetas del Israel del ayer, Jesús vino a un mundo injusto, aburrido, violento y complejo. Por tal razón, su presencia gratificante en el mundo de entonces es muy emblemática, porque el coro celestial cantó al unísono “gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz; buena voluntad para con los hombres”, anunciando al universo que iniciaba una nueva manera de vivir, la manifestación del libertador de los pueblos, a quien el mundo antiguo había esperado por tantos siglos. Dejó su trono de gloria, adorado por los angelitos, para poner su trono en un humilde pesebre de Belén. Gran contraste: del trono de gloria, al pesebre por trono. Hijo de Dios, ¡cuán inexplicable es tu manifestación entre los hombres! ¿Si tan solo pudiéramos entender los reflejos de tu infinito amor? ¿Oh Padre, por qué introdujiste al Hijo por la parte trasera del mundo? Así pensaban romanos y griegos del mundo de entonces de Judea.
 
Jesús tiene antepasados de gran honor en la historia de la salvación. Adán, el primer hombre de Yaweh. Enoc, el gran consagrado del periodo pre-diluviano, arrebatado por Dios. Matusalén, el anciano de la humanidad, que vivió 969 años. Noé, el pregonero de justicia y héroe del diluvio. Abraham, el amigo de Dios y padre de la fe. David, el guerrero de la historia de Israel; y Salomón, el de la sabiduría didáctica del antiguo Israel. Además, Mateo menciona cuatro mujeres en la genealogía de Jesús: Tamar, Betsabe, Rahab y Ruth. (Mt. 1:1-17)
 
DE NOMBRE JESÚS
Jesús de Nazaret, con su túnica de una sola costura (Jn. 19:23), un aldeano de una zona agrícola, donde se vivía al aire libre, rodeado de gente trabajadora y solidaria. Gente que no poseían títulos, ni tenían dinero, ni posibilidades de adquirirlo. Su humilde condición social le marcaba con desesperanza y abandono.
 
El nazareno fue un incomprendido de su generación, muy adelantado a su época. 20 siglos después, los hombres viven sin entender la esencia de su mensaje. Los violentos lo encontraban vulnerable y muy manso, los soldados romanos le miraban peligroso en su influencia social, los hombres cultos le despreciaban y le temían, los poderosos se burlaban de su presunta locura, los marginados del pueblo lo veían como la esperanza de sus familias. Era un consagrado a su Padre, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Pero la élite religiosa del pueblo lo veía como un blasfemo y un enemigo de la ley de Moisés y del cielo.
 
Cuando la piedra del sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie sospechaba que su memoria viviría perennemente en los corazones de la humanidad con la resurrección. 20 siglos después, la historia humana sigue girando en torno a aquel campesino galileo llamado Jesús. Media humanidad lo tiene como su líder espiritual, dos mil años después de su paso por este mundo. Cada año se escriben centenares de libros sobre su persona y doctrina.
 
Su historia ha inspirado la mitad del arte que ha producido el mundo desde que el vino a la tierra. Cada año millones deciden seguirle. Desde hace dos mil años, es la esperanza de los que viven, de los enfermos, de los soldados en el frente de batalla, y de los que agonizan frente al umbral de la muerte. ¿Cuál fue el secreto de Jesús en su poderosa influencia sobre las multitudes? ¿Quién fue este hombre que en cada generación llama a la entrega total o al rechazo frontal. ¿Quién es este hombre? ¿Bálsamo que sana o espada que lastima? ¿Voz que restaura o látigo que azota? Si el Señor es lo que dijo ser, si es lo que dicen sus discípulos de él, entonces es más que un hombre común, es el Hijo de Dios, es el Mesías prometido por Dios a través de los profetas del ayer, para traer las bendiciones presentes del nuevo pacto y el don soberano de la vida eterna.
 
Conocerle es más que simple curiosidad. Es mucho más que una inquietud de simple cuño cultural. Su persona y misión pone en juego nuestra experiencia de cara a la eternidad, porque asegura que todo el que cree en él tiene vida eterna (Jn. 6:47), y si ignora su llamado la pierde (Jn.3:18). Jesús es el único que dijo ser: Camino, Verdad y Vida (Jn. 14:6). La actitud de fe o incredulidad que asumimos frente a su llamado determinará si cambiamos para salvación o permanecemos en el pecado para condenación.
 
La inmensidad de la persona, ministerio y obra de redención de Jesús no tiene parangón en la historia de la humanidad. Su presencia provocaba rendición absoluta o asombro, atracción o rechazo. En Cesárea de Filipos, formuló a sus discípulos una pregunta que ha sonado en los oídos de los hombres de cada generación:” ¿Y vosotros quien decís que soy yo?”  (Mc. 8:27). Son tan diversas las opiniones acerca de él en cada generación; y, mientras más se debate, mas avasallante es la atracción que ejerce sobre los hombres. En cada época hay un pueblo que, como Pedro, ha proclamado: ¡Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente! (Mt. 16:16). ¡Te seguiré donde quiera que vayas! (Mt. 8:19). Como el discípulo que dijo a Cristo: ¿A quién iremos, si solo tú tienes palabras de vida eterna? (Jn. 6:68). Sus discípulos, en cada generación, hemos hecho como los sabios del oriente, que hemos dejado atrás la fantasía del mundo y su oropel, para seguir su estrella (Mt. 2:2).
 
Schwitzer dice: Jesús “es el hombre que rompe todos los esquemas, que no se parece a nadie, que su figura no puede confundirse con la de ningún otro de los grandes líderes del espíritu a lo largo de la historia”. En tanto, que  Harnack dice: “la nota dominante de la vida de Jesús es la de un recogimiento silencioso, siempre igual a sí mismo, siempre tendiendo al mismo fin”. Cargado con la más elevada misión, sensible a todas las impresiones de la vida que le rodea. ¡Qué prueba de paz profunda y de absoluta certeza! El que no tiene una piedra donde recostar su cabeza, es un hombre de temple y carácter regio, que proclamó ser la paz y puede darla a otros (Jn. 14:27). Su voz posee las notas más poderosas, coloca a los hombres frente a una opción donde no hay lugar a escapatoria. En tanto que Kaal Adam alude a la lucidez extraordinaria de su juicio y la inquebrantable firmeza de su voluntad.
 
SUS ENSEÑANZAS
En sus enseñanzas Jesús, aclaró muchas ideas que se sabían y otras ideas oscuras. Sus palabras son enriquecedoras, penetrantes, desafiantes para el oyente, a veces radicales en relación con el floklore de su generación. Fue muy realista, usó elementos prácticos en sus enseñanzas para conectar con los corazones de la gente y llevar imágenes claras y conocidas al entendimiento de sus oyentes. Usó de manera magistral los recursos de las figuras de dicción, tales como parábolas, metáforas, alegorías, símiles etc. Jamás le habló a multitudes como un teólogo, ni como un filosofo,  místico o esotérico, sino de forma simple y llana, comprensible, aunque con mucha profundidad espiritual.
 
Su enseñanza es práctica y sencilla: reconcíliate con tu hermano (Mt. 5:24); no juzguéis en ninguna manera (Mt. 5:34); no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiriera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra (Mt. 5:39);  amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen (Mt. 5:44);  y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos (Mt. 6:7). En su vida y enseñanzas, fue compasivo con los pecadores, sin comprometer la verdad de Dios, inflexible con lo vacilantes y vertical con sus enemigos espirituales.
 
Fue compasivo con la mujer adúltera (Jn. 8:1-11), con la samaritana, la mujer de los cinco maridos (Jn. 4:1-42), y con la mujer del flujo de sangre, sanada por su poder (Mt. 9:18-22). Pero fue inflexible con el escriba que le dijo: “Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas. Jesús le dijo: las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza” (Mt. 8-19-20). El Señor le respondió de esa manera, porque su expresión de seguirle se fundamentó en un impulso emocional, sin evaluar el alcance de esa decisión. Un discípulo le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos (Mt. 8:21-22). El Señor no aceptaba excusas, ni evasivas pueriles.
 
En cuanto a sus enemigos espirituales, fue vertical en su impresivo contra ellos. Aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas (Mt. 23:6). ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres (Mt. 23:13). ¡Ay de vosotros, guías ciegos! (Mt. 23:16). ¡Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados (Mt. 23:27).
 
El teólogo José Luis Martin dice: “Jesús creó un nuevo estilo de vida: la ley suprema de la libertad. La dictadura de las viejas leyes no regirá más en sus discípulos. Cuando le preguntaron por qué sus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan, Jesús dio una respuesta paradójica a quienes no comparten su vida: ¿Pueden los convidados al banquete estar tristes mientras está en ellos el esposo? Ya vendrá el tiempo en que les quiten el esposo y entonces ayunarán (Mt. 9:15). La vida de Jesús es como un banquete de bodas, una larga fiesta en la que rige la alegría”. Todo el que vive con Jesús, vive la experiencia de una continua fiesta en el corazón. Quienes viven con él, están con el Padre para gozar de esa sagrada unidad. El nuevo estilo de vivir de Jesús demanda un cambio total, una metanoia, una conversión, un giro total en la mente y el corazón.
 
UNIDAD CON EL PADRE
La vida de Jesús inicia con el Padre (Lc.2:49), y termina con el Padre (Lc. 23:46). La unidad con el Padre es preponderante en la vida terrenal del Señor. En Jn. 10:30 proclamó: “Yo y el Padre somos uno”, aludiendo a la unidad de propósito integral con el Padre. También dijo: “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí” (Jn. 10:25), en lo que se refiere a los milagros, prodigios, sanidades y maravillas. “Porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Jn. 5:30). “Creedme que yo soy en el Padre y el Padre en mí” (Jn. 14:11). “La palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Jn.14:24), y “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn. 14:13). Estas escrituras expresan la unidad y dependencia de Jesús del Padre. El enseñó a orar a sus discípulos a pedido de ellos (Mt. 6:9-13). Pero generalmente oraba solo, a distancia de sus seguidores, porque la unidad espiritual con su Padre era muy profunda. De hecho, ningún hombre ha tenido una relación tan intima con el Padre como Jesús, el Hijo eterno. Toda su vida es un vivir en el Padre, obrar por el Padre, hablar por el Padre, orar al Padre, llevar al Padre a las multitudes. Su vida toda, es un ir al Padre. El estribillo de la oración pontifical declara: “la gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Jn. 17:22).
 
MISIÓN Y GLORIA DEL MESÍAS
El hecho de ser enviado por el Padre como hombre, a un mundo de oscuridad y de injusticia, al cual él quiso venir, a pesar de la gloria que tenia junto al Padre desde antes que el mundo fuese (Jn. 17:5), expresa un amor que está más allá del entendimiento humano. Hemos sido blanco del amor del Padre en Cristo, sin entender, sin poderlo explicar, con límite en la razón. El poeta cristiano ha dicho: si el cielo sideral fuera un gran pergamino y las aguas de los mares fuera tinta, no bastaría para escribir sobre el amor de Dios. Amor que fue manifestado por Jesús, que siendo el Hijo eterno y recibiendo adoración de los ángeles, príncipe del reino, vino a este mundo como siervo y murió en una cruz por nuestros pecados, como morían los esclavos y convictos de la época. “Aun se hizo maldito por nosotros para redimirnos” (Gá. 3:13).
 
Entregó el espíritu al Padre (Lc. 23:46). Fue sepultado y resucitó al tercer día con un cuerpo de gloria y poder (1Co. 15:3-4 y 20). Ascendió a los cielos desde Betania (Mt. 24:50-53), y se sentó a la diestra del Padre con gloria y poder (Heb. 1:1-3). Prometió que regresaría por su pueblo (1Ts. 4:16-17), y su iglesia le espera con paciencia y devoción. La historia más sublime es la de Jesús. Su humillación y exaltación nos asombra, y aviva nuestro amor hacia él. Alentamos a todos aquellos que no han hecho su pacto de fe, recibirle como único salvador personal. ¡Su sangre está caliente aun para borrar tus pecados! Cambiará tu vida de mal, para bien. Dios te bendiga.

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