Pastor Luis Reyes |
Después de haber sido anunciado
por los profetas del Israel del ayer, Jesús vino a un mundo injusto, aburrido,
violento y complejo. Por tal razón, su presencia gratificante en el mundo de
entonces es muy emblemática, porque el coro celestial cantó al unísono “gloria
a Dios en las alturas y en la tierra paz; buena voluntad para con los hombres”,
anunciando al universo que iniciaba una nueva manera de vivir, la manifestación
del libertador de los pueblos, a quien el mundo antiguo había esperado por
tantos siglos. Dejó su trono de gloria, adorado por los angelitos, para poner
su trono en un humilde pesebre de Belén. Gran contraste: del trono de gloria,
al pesebre por trono. Hijo de Dios, ¡cuán inexplicable es tu manifestación
entre los hombres! ¿Si tan solo pudiéramos entender los reflejos de tu infinito
amor? ¿Oh Padre, por qué introdujiste al Hijo por la parte trasera del mundo?
Así pensaban romanos y griegos del mundo de entonces de Judea.
Jesús tiene antepasados de gran
honor en la historia de la salvación. Adán, el primer hombre de Yaweh. Enoc, el
gran consagrado del periodo pre-diluviano, arrebatado por Dios. Matusalén, el
anciano de la humanidad, que vivió 969 años. Noé, el pregonero de justicia y
héroe del diluvio. Abraham, el amigo de Dios y padre de la fe. David, el
guerrero de la historia de Israel; y Salomón, el de la sabiduría didáctica del
antiguo Israel. Además, Mateo menciona cuatro mujeres en la genealogía de
Jesús: Tamar, Betsabe, Rahab y Ruth. (Mt. 1:1-17)
DE NOMBRE JESÚS
Jesús de Nazaret, con su túnica
de una sola costura (Jn. 19:23), un aldeano de una zona agrícola, donde se
vivía al aire libre, rodeado de gente trabajadora y solidaria. Gente que no
poseían títulos, ni tenían dinero, ni posibilidades de adquirirlo. Su humilde
condición social le marcaba con desesperanza y abandono.
El nazareno fue un incomprendido
de su generación, muy adelantado a su época. 20 siglos después, los hombres
viven sin entender la esencia de su mensaje. Los violentos lo encontraban
vulnerable y muy manso, los soldados romanos le miraban peligroso en su
influencia social, los hombres cultos le despreciaban y le temían, los
poderosos se burlaban de su presunta locura, los marginados del pueblo lo veían
como la esperanza de sus familias. Era un consagrado a su Padre, el Dios de
Abraham, Isaac y Jacob. Pero la élite religiosa del pueblo lo veía como un
blasfemo y un enemigo de la ley de Moisés y del cielo.
Cuando la piedra del sepulcro
prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie sospechaba que su memoria viviría
perennemente en los corazones de la humanidad con la resurrección. 20 siglos
después, la historia humana sigue girando en torno a aquel campesino galileo
llamado Jesús. Media humanidad lo tiene como su líder espiritual, dos mil años
después de su paso por este mundo. Cada año se escriben centenares de libros
sobre su persona y doctrina.
Su historia ha inspirado la
mitad del arte que ha producido el mundo desde que el vino a la tierra. Cada
año millones deciden seguirle. Desde hace dos mil años, es la esperanza de los
que viven, de los enfermos, de los soldados en el frente de batalla, y de los
que agonizan frente al umbral de la muerte. ¿Cuál fue el secreto de Jesús en su
poderosa influencia sobre las multitudes? ¿Quién fue este hombre que en cada
generación llama a la entrega total o al rechazo frontal. ¿Quién es este
hombre? ¿Bálsamo que sana o espada que lastima? ¿Voz que restaura o látigo que
azota? Si el Señor es lo que dijo ser, si es lo que dicen sus discípulos de él,
entonces es más que un hombre común, es el Hijo de Dios, es el Mesías prometido
por Dios a través de los profetas del ayer, para traer las bendiciones
presentes del nuevo pacto y el don soberano de la vida eterna.
Conocerle es más que simple
curiosidad. Es mucho más que una inquietud de simple cuño cultural. Su persona
y misión pone en juego nuestra experiencia de cara a la eternidad, porque
asegura que todo el que cree en él tiene vida eterna (Jn. 6:47), y si ignora su
llamado la pierde (Jn.3:18). Jesús es el único que dijo ser: Camino, Verdad y
Vida (Jn. 14:6). La actitud de fe o incredulidad que asumimos frente a su
llamado determinará si cambiamos para salvación o permanecemos en el pecado
para condenación.
La inmensidad de la persona,
ministerio y obra de redención de Jesús no tiene parangón en la historia de la
humanidad. Su presencia provocaba rendición absoluta o asombro, atracción o
rechazo. En Cesárea de Filipos, formuló a sus discípulos una pregunta que ha
sonado en los oídos de los hombres de cada generación:” ¿Y vosotros quien decís
que soy yo?” (Mc. 8:27). Son tan
diversas las opiniones acerca de él en cada generación; y, mientras más se
debate, mas avasallante es la atracción que ejerce sobre los hombres. En cada
época hay un pueblo que, como Pedro, ha proclamado: ¡Tu eres el Cristo, el Hijo
del Dios viviente! (Mt. 16:16). ¡Te seguiré donde quiera que vayas! (Mt. 8:19).
Como el discípulo que dijo a Cristo: ¿A quién iremos, si solo tú tienes
palabras de vida eterna? (Jn. 6:68). Sus discípulos, en cada generación, hemos
hecho como los sabios del oriente, que hemos dejado atrás la fantasía del mundo
y su oropel, para seguir su estrella (Mt. 2:2).
Schwitzer dice: Jesús “es el
hombre que rompe todos los esquemas, que no se parece a nadie, que su figura no
puede confundirse con la de ningún otro de los grandes líderes del espíritu a
lo largo de la historia”. En tanto, que
Harnack dice: “la nota dominante de la vida de Jesús es la de un
recogimiento silencioso, siempre igual a sí mismo, siempre tendiendo al mismo
fin”. Cargado con la más elevada misión, sensible a todas las impresiones de la
vida que le rodea. ¡Qué prueba de paz profunda y de absoluta certeza! El que no
tiene una piedra donde recostar su cabeza, es un hombre de temple y carácter
regio, que proclamó ser la paz y puede darla a otros (Jn. 14:27). Su voz posee
las notas más poderosas, coloca a los hombres frente a una opción donde no hay
lugar a escapatoria. En tanto que Kaal Adam alude a la lucidez extraordinaria
de su juicio y la inquebrantable firmeza de su voluntad.
En sus enseñanzas Jesús, aclaró
muchas ideas que se sabían y otras ideas oscuras. Sus palabras son
enriquecedoras, penetrantes, desafiantes para el oyente, a veces radicales en
relación con el floklore de su generación. Fue muy realista, usó elementos
prácticos en sus enseñanzas para conectar con los corazones de la gente y
llevar imágenes claras y conocidas al entendimiento de sus oyentes. Usó de
manera magistral los recursos de las figuras de dicción, tales como parábolas,
metáforas, alegorías, símiles etc. Jamás le habló a multitudes como un teólogo,
ni como un filosofo, místico o
esotérico, sino de forma simple y llana, comprensible, aunque con mucha
profundidad espiritual.
Su enseñanza es práctica y
sencilla: reconcíliate con tu hermano (Mt. 5:24); no juzguéis en ninguna manera
(Mt. 5:34); no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiriera en
la mejilla derecha, vuélvele también la otra (Mt. 5:39); amad a vuestros enemigos, bendecid a los que
os maldicen (Mt. 5:44); y orando, no
uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería
serán oídos (Mt. 6:7). En su vida y enseñanzas, fue compasivo con los pecadores,
sin comprometer la verdad de Dios, inflexible con lo vacilantes y vertical con
sus enemigos espirituales.
Fue compasivo con la mujer
adúltera (Jn. 8:1-11), con la samaritana, la mujer de los cinco maridos (Jn.
4:1-42), y con la mujer del flujo de sangre, sanada por su poder (Mt. 9:18-22).
Pero fue inflexible con el escriba que le dijo: “Maestro, te seguiré a donde
quiera que vayas. Jesús le dijo: las zorras tienen guaridas, y las aves del
cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza” (Mt.
8-19-20). El Señor le respondió de esa manera, porque su expresión de seguirle
se fundamentó en un impulso emocional, sin evaluar el alcance de esa decisión.
Un discípulo le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
Jesús le dijo: Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos (Mt.
8:21-22). El Señor no aceptaba excusas, ni evasivas pueriles.
En cuanto a sus enemigos
espirituales, fue vertical en su impresivo contra ellos. Aman los primeros
asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas (Mt. 23:6). ¡Ay
de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos
delante de los hombres (Mt. 23:13). ¡Ay de vosotros, guías ciegos! (Mt. 23:16).
¡Ay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a
sepulcros blanqueados (Mt. 23:27).
El teólogo José Luis Martin
dice: “Jesús creó un nuevo estilo de vida: la ley suprema de la libertad. La
dictadura de las viejas leyes no regirá más en sus discípulos. Cuando le
preguntaron por qué sus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de
Juan, Jesús dio una respuesta paradójica a quienes no comparten su vida:
¿Pueden los convidados al banquete estar tristes mientras está en ellos el
esposo? Ya vendrá el tiempo en que les quiten el esposo y entonces ayunarán
(Mt. 9:15). La vida de Jesús es como un banquete de bodas, una larga fiesta en
la que rige la alegría”. Todo el que vive con Jesús, vive la experiencia de una
continua fiesta en el corazón. Quienes viven con él, están con el Padre para
gozar de esa sagrada unidad. El nuevo estilo de vivir de Jesús demanda un
cambio total, una metanoia, una conversión, un giro total en la mente y el
corazón.
UNIDAD CON EL PADRE
La vida de Jesús inicia con el
Padre (Lc.2:49), y termina con el Padre (Lc. 23:46). La unidad con el Padre es
preponderante en la vida terrenal del Señor. En Jn. 10:30 proclamó: “Yo y el
Padre somos uno”, aludiendo a la unidad de propósito integral con el Padre.
También dijo: “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan
testimonio de mí” (Jn. 10:25), en lo que se refiere a los milagros, prodigios,
sanidades y maravillas. “Porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que
me envió, la del Padre” (Jn. 5:30). “Creedme que yo soy en el Padre y el Padre
en mí” (Jn. 14:11). “La palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que
me envió” (Jn.14:24), y “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn. 14:13). Estas escrituras
expresan la unidad y dependencia de Jesús del Padre. El enseñó a orar a sus
discípulos a pedido de ellos (Mt. 6:9-13). Pero generalmente oraba solo, a distancia
de sus seguidores, porque la unidad espiritual con su Padre era muy profunda.
De hecho, ningún hombre ha tenido una relación tan intima con el Padre como
Jesús, el Hijo eterno. Toda su vida es un vivir en el Padre, obrar por el
Padre, hablar por el Padre, orar al Padre, llevar al Padre a las multitudes. Su
vida toda, es un ir al Padre. El estribillo de la oración pontifical declara:
“la gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros
somos uno” (Jn. 17:22).
MISIÓN Y GLORIA DEL MESÍAS
El hecho de ser enviado por el
Padre como hombre, a un mundo de oscuridad y de injusticia, al cual él quiso
venir, a pesar de la gloria que tenia junto al Padre desde antes que el mundo
fuese (Jn. 17:5), expresa un amor que está más allá del entendimiento humano.
Hemos sido blanco del amor del Padre en Cristo, sin entender, sin poderlo
explicar, con límite en la razón. El poeta cristiano ha dicho: si el cielo
sideral fuera un gran pergamino y las aguas de los mares fuera tinta, no
bastaría para escribir sobre el amor de Dios. Amor que fue manifestado por
Jesús, que siendo el Hijo eterno y recibiendo adoración de los ángeles,
príncipe del reino, vino a este mundo como siervo y murió en una cruz por
nuestros pecados, como morían los esclavos y convictos de la época. “Aun se hizo maldito
por nosotros para redimirnos” (Gá. 3:13).
Entregó el espíritu al Padre
(Lc. 23:46). Fue sepultado y resucitó al tercer día con un cuerpo de gloria y
poder (1Co. 15:3-4 y 20). Ascendió a los cielos desde Betania (Mt. 24:50-53), y
se sentó a la diestra del Padre con gloria y poder (Heb. 1:1-3). Prometió que
regresaría por su pueblo (1Ts. 4:16-17), y su iglesia le espera con paciencia y
devoción. La historia más sublime es la de Jesús. Su humillación y exaltación
nos asombra, y aviva nuestro amor hacia él. Alentamos a todos aquellos que no
han hecho su pacto de fe, recibirle como único salvador personal. ¡Su sangre
está caliente aun para borrar tus pecados! Cambiará tu vida de mal, para bien. Dios te bendiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario