Lic. Miguel Matos
Durante nuestra existencia en
este mundo, se nos presentan serios problemas casi insolubles, no sabemos que
hacer, y nos desesperados al sentirnos imposibilitados, quizás por ignorancia,
de encontrar una salida. Ante situaciones adversas y dolorosas, queremos salir
de este mundo y volar, sin esperar que en nuestra vida se produzca algún cambio
o un proceso de renovación, por lo que urge buscar el Socorro de Dios.
Lo mismo sentía el rey David,
pero él estaba consciente que Dios estaba con él y en un momentó, quizás
difícil, elevó su mirada al cielo y oró diciendo: "Alzaré mis ojos a los
montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los
cielos y la tierra", Salmos 121:1-2.
Cuando David oró a Dios, y
recibió la respuesta: "Jehová te guardará de todo mal, el guardará tu
alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre",
Salmos 121:7.
A veces sentimos la necesidad,
ante los problemas que nos agobian, de pasar por un proceso, como ocurre con
las águilas, para recobrar y renovar fuerzas y afrontar, con la ayuda de Dios,
los retos que nos presenta la vida, no importando la intensidad de los mismos y
alzar los ojos a los montes de donde, sin lugar a dudas, vendrá nuestro
socorro.
Ese proceso, del águila, consiste
en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí en un nido cercano a un
paredón donde no tenga la necesidad de volar, después de encontrar ese lugar,
empieza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo.
Luego el águila debe esperar el
crecimiento de uno nuevo, con el que desprenderá una a una sus uñas, hasta que
estas vuelvan a nacer, comenzará a desplumar cada una de sus viejas plumas y
después de ese tiempo sale para su vuelo de renovación a vivir aproximadamente
30 años más.
El salmista elevó sus ojos a los
montes, es decir a las alturas, como lo hace el águila, para encontrar de Dios
su favor y bendiciones, conscientes de que el Creador le dará la respuesta que
el necesitaba.
En nuestras vidas muchas veces
tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación
para continuar un vuelo de victoria.
Debemos desprendernos de
costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor. Romper paradigmas,
que nos mantienen atados.
Solamente libres del peso del
pasado, con el perdón a flor de labios, podremos aprovechar el resultado
valioso que siempre trae una renovación.
Dejemos de alardear respecto a
que no necesitamos renovarnos, cambiemos primero nuestra manera de pensar y
entonces comprenderemos que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta
para nuestra vida, como lo entendió el salmista David.
Ensayemos a buscar el vuelo alto
de las águilas para remontar otros cielos y no el vuelo rastrero de los loros
que no hacen sino repetir todo lo que el mundo quiere que repitan. Es un problema de visión.
Debemos vernos como Dios nos
ve... El que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila.
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