miércoles, 6 de noviembre de 2013

6 DE NOVIEMBRE DĺA DE LA CONSTITUCIÓN

Dr. Nestor Saviñon 
No existe un estado reputado como tal, si no posee una normativa que permita su regulación e integración. Esa normativa, que además consagra derechos ciudadanos y deberes diversos se denomina Constitución o Carta Magna.

Si no tiene este corpus, puede ser que estemos ante un pueblo con un territorio, puede ser que estemos ante un conglomerado humano, pero no ante un ente jurídico reconocido por sus iguales que conocemos como Estado.

En un lejano día 6 de noviembre del año 1844, un grupo de ciudadanos que representaban a los distintos estratos sociales de la naciente República Dominicana, constituidos en Asamblea Constituyente en la ciudad de San Cristóbal, deciden enviar al idioma español, la cultura y tradiciones vernáculas y el liberalismo jurídico adoptado por nuestros primeros políticos al campo de batalla contra  el invasor haitiano y contra cualquier otro que se atreviese a combatir en contra nuestra en un futuro.

En el mismo Corpus Constitucional se encuentran las esencias primigenias, el corazón, el núcleo duro de la dominicanidad, ya que se nos definió, y se dio forma humana, jurídica y severa a los anhelos que terminaron con los hechos de la noche del 27 de febrero de ese mismo año heroico, sirviendo de referente histórico, legal y espiritual, ya que nos permite hacer una prospección a futuro y a pasado, es decir, nos indica quienes fuimos, qué somos y donde vamos o queremos llegar como nación.

En ella quedan plasmados nuestros derechos y deberes, convirtiéndose en nuestro contrato social, es decir, nuestro acuerdo tácito con los gobernantes que elegimos para organizar la nación, estableciendo nuestras obligaciones y atribuciones, que deben ser reconocidos por los órganos estatales, y la constitución deviene en el freno original contra las iniquidades del Poder.

Ciertamente, aún estamos lejos de poder cumplir plenamente la Constitución, y algunos capítulos parecen escritos para otra sociedad, pero eso mismo deviene en un reto, que es legarle a nuestros herederos, materiales y espirituales, de un país mejor al recibido por nosotros con lo que Dios y los hombres nos legaron, basando esta mejoría en el respeto a los derechos de todos, y en la persecución del crecimiento material y espiritual de todos los ciudadanos.


 Y es mi voto a futuro que podamos cumplir con esa meta, la de legarle un mejor país a las futuras generaciones, ya que  eso asegurará que todos los hijos de esta tierra vivan en dignidad y dispuestos a trabajar y luchar por su patria y el lábaro tricolor ante todo percance o agresión. 

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