Ing. Juan Betances
El amor es el sentimiento más sublime
del ser humano. Nada es comparable con el amor. Pero amor no es solo un
sentimiento, es mucho más que eso.
Amor es lo que da sentido y
significado a la vida del hombre, pero
el amor perfecto, el amor verdadero, procede de Dios.
Jesucristo es la imagen de Dios
invisible, la manifestación gloriosa de Dios a los hombres.
Jesús dijo en Jn. 17:20-25:”Mas no
ruego solamente por estos, sino por los que han de creer en mí por medio de la
palabra de ellos…Yo en ellos y tú en mi, para que sean perfectos en unidad,
para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como
también a mi me has amado,…para que vean mi gloria que me has dado; porque me
has amado desde antes de la fundación del mundo”.
El amor entre el Padre y el Hijo
existía desde antes de la fundación del mundo. Dios le dio la gloria a Jesús
para que su amor se manifestara al enviar a su Hijo unigénito al mundo, para
que el mundo no perezca sino que pueda salvarse.
La perfección del amor se da en la
unidad. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo existen en la unidad
perfecta, y su amor es de tal manera que son un mismo y único ser.
El mundo conocerá quien es Dios
cuando reconozca a su enviado, Jesucristo, y el amor que existía en Dios es
derramado sobre los que creen en Jesús, a través de su Espíritu Santo.
La prueba de amor suprema de Dios fue
la entrega de su Hijo en la cruz por el derramamiento de su sangre. El se
entrego por completo en la cruz, para darnos completa salvación.
Y no solo se entregó en la cruz, sino
que resucitó, para que la vida que hay en él, pueda ser manifiesta en nosotros
al morir.
Y al ascender a los cielos, no nos
dejó solos, nos envió su Espíritu, el Espíritu Santo, para estar con nosotros
todos los días hasta el fin del mundo.
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