martes, 20 de mayo de 2014

¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?

Lic. Miguel Matos
¿Te das cuenta que cuesta hacer más lo bueno que lo malo? ¡Pablo confesó que su primer enemigo con el que tenía que luchar cada día no era con el diablo, era con él mismo! Nuestro primer enemigo, no es nuestro esposo (a), no son los suegros o aquellos que se ocupan de hacernos el mal, sino que desde que nos levantamos ¡Somos nosotros mismos a quienes tenemos que vencer!

Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Rom. 7:18-21,

Aunque Pablo era un gran hombre tenía una lucha en su interior, entre su espíritu y su carne, tenía debilidades que vencer. Lo que Pablo entendió es que Jesús pagó un precio muy alto para que sea libre de esa debilidad, para que sea fuerte, y solo con Él tendría la fortaleza suficiente para vencer toda tentación que se le presentara, porque ya no estaba solo, estaba con Cristo.

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20.

Si has vuelto a fallar y estas arrepentido(a), Dios lo sabe; ya no te alejes de Él, deja de cargar la culpa porque eso no te dejará correr en paz, no te ocultes de Dios, porque eso no solucionará tus problemas. Si has estado fallando, es tiempo de que alimentes tu espíritu, con oración y palabras de Dios para que puedas levantarte. Déjame acompañarte con una oración:

Señor, quiero morir para que tú puedas crecer, ayúdame a luchar conmigo mismo, ayúdame a menguar para que crezcas tú, a ser menos, para que tú seas más, quiero rechazar el pecado como tú lo rechazas, y cada día parecerme a ti, que las personas puedan ver en mi tu carácter, lucharé porque andando en santidad estaré más cerca de ti, me pongo como el barro en las manos del alfarero.

Si todo este tiempo has permitido que tu carne crezca por el pecado, y por eso estás débil para obedecer a Dios, en este momento toma una decisión y comprométete a luchar aunque eso implique sacrificio, gana batallas con el Espíritu de Dios, rechaza el pecado porque eso solo te aleja de Él y de su bendición, no importa cuántas veces has caído, lo importante es que vuelvas a levantarte.

Recuerda: ¡El único que puede detenerte ahora, eres tú mismo!

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