Lic. Miguel Matos |
Porque yo sé
que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está
presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino
que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago,
ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Así que,
queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí.
Rom. 7:18-21,
Aunque Pablo
era un gran hombre tenía una lucha en su interior, entre su espíritu y su
carne, tenía debilidades que vencer. Lo que Pablo entendió es que Jesús pagó un
precio muy alto para que sea libre de esa debilidad, para que sea fuerte, y
solo con Él tendría la fortaleza suficiente para vencer toda tentación que se
le presentara, porque ya no estaba solo, estaba con Cristo.
Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20.
Si has vuelto
a fallar y estas arrepentido(a), Dios lo sabe; ya no te alejes de Él, deja de
cargar la culpa porque eso no te dejará correr en paz, no te ocultes de Dios,
porque eso no solucionará tus problemas. Si has estado fallando, es tiempo de
que alimentes tu espíritu, con oración y palabras de Dios para que puedas
levantarte. Déjame acompañarte con una oración:
Señor, quiero
morir para que tú puedas crecer, ayúdame a luchar conmigo mismo, ayúdame a
menguar para que crezcas tú, a ser menos, para que tú seas más, quiero rechazar
el pecado como tú lo rechazas, y cada día parecerme a ti, que las personas
puedan ver en mi tu carácter, lucharé porque andando en santidad estaré más
cerca de ti, me pongo como el barro en las manos del alfarero.
Si todo este
tiempo has permitido que tu carne crezca por el pecado, y por eso estás débil
para obedecer a Dios, en este momento toma una decisión y comprométete a luchar
aunque eso implique sacrificio, gana batallas con el Espíritu de Dios, rechaza
el pecado porque eso solo te aleja de Él y de su bendición, no importa cuántas
veces has caído, lo importante es que vuelvas a levantarte.
Recuerda: ¡El
único que puede detenerte ahora, eres tú mismo!
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