lunes, 13 de octubre de 2014

ROMPIENDO CON EL ESPĺRITU DE ESCLAVITUD (I)

Pastor Juan Betances
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.” Juan 11:43-44

El evangelio de Juan Cap. 11 nos narra la resurrección de Lázaro. Haciendo un breve análisis  de los hechos, resaltan los detalles siguientes:
1.       Lázaro era un aldeano de Betania, hermano de Marta y María. (1)
2.       Antes del acontecer narrado, Jesús había sido ungido con perfume y sus pies enjugados, con los cabellos de María, hermana de Lázaro. (2)
3.       Las hermanas enviaron personas,  para decir a Jesús: “el que amas, está enfermo”. (3)
4.       Jesús dijo que esa enfermedad no era para muerte, sino para la gloria de Dios, “para que el Hijo sea glorificado en ella”. (4)
5.       Jesús amaba a Lázaro, Marta y María. Habiendo oído que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. (6)
6.       Y les dice a sus discípulos: ”vamos a Judea otra vez”, más los discípulos le dijeron que los judíos buscaban apedrearle. (7-8)
7.       Jesús responde: “¿No son doce las horas del día? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche tropieza, porque no hay luz en él”. (9-10)
8.       Dicho esto, les dijo después: ”nuestro amigo Lázaro quedó dormido, voy a despertarle”. (11)
9.       Sus discípulos le dijeron: ”si duerme, sanará”. (12)
10.     Les dijo abiertamente a sus discípulos: ”Lázaro ha muerto”. Les dijo la absoluta verdad y se alegra de no haber estado allí, por ellos, para que crean, invitándolos a ir hasta él. (14-15)
11.     Tomás dice: ”Vamos también nosotros, para que muramos con él” (16)

Principios para romper con la esclavitud (I)

1.       Para vencer el espíritu de esclavitud, es necesario arrepentirse. Hay que morir también nosotros juntamente con Jesús en la cruz. Se trata de morir a sí mismo, reconociendo y aceptando la condición de atadura al pecado y a la iniquidad en la que nos encontramos, para que el espíritu de aldea desaparezca, y no seguir encerrados en nuestro hábitat, nuestro pequeño mundo (aldea) donde nos desenvolvemos.
2.       Para ver la gloria de Dios, hay que moverse:
a)       En la fe del poder de la resurrección: Creer con convencimiento de que Dios hará la obra en nosotros.
b)       Con fe de reino: Certeza interior de que el reinado de Dios ha llegado y que la espera o tiempo de luz, puede ser largo, mas no hay tropiezo en él, porque andamos en la luz del día.
3.       El muerto o espíritu de esclavitud, hay que enfrentarlo con la autoridad de Jesús:
a)       Por la alabanza, la adoración e intercesión. Por la obediencia a su palabra.
b)       Disponibles y con corazón abierto.
c)       Por la paciencia, y desarrollando espíritu de mansedumbre y dominio propio.
d)       Siendo fieles a Dios.
4.       Hay que procurar el milagro, perseguirlo, provocarlo, especialmente cuando los afanes y las preocupaciones nos hayan consumido. María se quedó en casa y Marta fue a buscar a Jesús. La aldea está cerca del lugar donde la presencia de Dios se mueve. (18)
5.       No hay atadura que no pueda ser desatada por la autoridad de Jesús. Todo lo que pidamos al Padre en su nombre, nos lo dará. La voluntad de Dios es perfecta. Le dijo a Marta: Tu hermano resucitará. “Ella le respondió:” Yo sé que resucitará en el día final” Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida. El que en mi cree, aunque haya muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (25-26)
6.       Para romper con el espíritu de esclavitud, hay que ejercitar el poder delegado sobre nosotros por Jesús, con fe viva, activa. Él es el Cristo, el Hijo de Dios que vino a salvar el mundo. (27)
7.       Aprender a escuchar la voz de Dios y responder a su llamado es el camino a la liberación. Marta le dijo a María: El Maestro está aquí y te llama. En cuanto ella lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. (28-29) Muchas veces Jesús no ha entrado aun a nuestra situación (aldea), pero está cerca. (30) En esos momentos tenemos que ejercitar la paciencia, que es un fruto del Espíritu,  y no desesperarse.
8.       Hay que llorar ante el muerto, ir de prisa y salir. Cuando gemimos, clamamos, imploramos la misericordia de Dios, Él es movido a compasión. Sin importar si hiede nuestro muerto, el decreto será establecido para desatarnos y dejarnos ir (liberar es soltar, dejar ir).
9.       Postrarse a los pies de Jesús cuando acudimos a él, con fe. Cuando decimos:” Si hubieses estado conmigo, la muerte no hubiese llegado”, y lloramos, se estremece el corazón de Dios por el lloro nuestro, como se conmovió Jesús por el lloro de ellos, y lloró. (35) Como la cierva brama por las corrientes de aguas, en tierra seca y árida, así debe suspirar nuestra alma buscando el rostro de Dios. Es necesario acudir de prisa a la presencia de Dios y salir de nuestra “aldea” hacia el lugar del rompimiento, con ansias, con desesperación.
10.     El rompimiento ocurre cuando el corazón de Dios es movido a compasión. Jesús lloró y decían: Mira como lo amaba. Los judíos dijeron: ¿No podía éste que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera? (27)
11.     Cuando el proceso de rompimiento contra el espíritu de esclavitud se acerca a su fin, hay que permanecer en silencio y esperar en Dios.

Desatando el espíritu de esclavitud y muerte (II)

Ningún proceso en la vida del cristiano es para muerte, sino que es para vida, para bien, para Dios glorificarse en nuestras vidas. En los tiempos de crisis, Dios parece estar en silencio, mas es allí cuando más está trabajando a nuestro favor. Jesús se quedó dos días más donde estaba. En el desierto, Dios parece alejarse de nosotros con propósito, para que cuando lleguemos a la tierra de la promesa, veamos su gloria manifiesta. Es el tiempo de espera para estar habilitados para ver la gloria postrera aun mayor, el tiempo donde está trabajando nuestra paciencia.

“Si duerme, sanará”. No temas si quieren apedrearte, si eres atacado en medio del desierto  o la crisis, si te critican o levantan contra ti en medio de tu proceso o tribulación. No te sientas ni te creas muerto. Reposa en Dios. Aunque haya oposición, ataque o guerra contra el mover de Dios en tu vida, basta que Él diga: Voy a despertarle. Mantén firme la fe en lo que esperas de Dios y cree con convencimiento que tu realidad no está en la tierra sino en los cielos Que las promesas de Dios son ciertas y lo que diga Él es lo que cuenta.

La batalla es en la mente. Es allí donde se alojan las fortalezas mentales de limitaciones personales (no puedo, no he hecho eso nunca, jamás lo lograré), las familiares (los Pérez somos de tal o cual manera, como excusa para no cambiar), o culturales (al dominicano le gusta su fiesta de palo y eso es una costumbre a la que yo no voy a renunciar), emocionales (sin fulano o fulana no puedo vivir), filosóficas (para yo creer que me lo demuestren),… Tu rostro envuelto en un sudario significa que tus pensamientos, actitudes, necesitan un cambio de giro, de dirección. Necesitan cambiar, ser renovados, conforme a la semejanza del varón perfecto, Jesús, para que vivas. Él es la resurrección y la vida, y si en él creemos, no moriremos para siempre.

Las armas de nuestra milicia son poderosas en Dios para destrucción de esas fortalezas. (2 Corintios 10:4-5) Es vital que sea derribado todo pensamiento que se levante en contra del conocimiento de Dios y llevarlo cautivo a los pies de Cristo, para que el espíritu de esclavitud desaparezca. Hay que destronar al hombre fuerte y derribarlo, para edificar nueva vida cimentada en Jesús, y plantar una semilla de fe activa, de reino, dando un paso de avance en el proceso de rompimiento, confiados en que Dios dirá: Desátenlo y déjenlo ir.

Dios ha puesto su Palabra por encima de todo, y se ha obligado a sí mismo a darle cumplimiento. Sus palabras son espíritu y son vida, y nunca pasarán. Él ha dicho que si permanecemos en su amor, y obedecemos sus mandamientos, seremos como tierra fecunda, que dará muchos frutos. Su amor hacia nosotros no permitirá que nada nos pase, nada nos falte. Cuando le mostramos amor, puede haber un cambio en su voluntad, y permitirnos ser bendecidos con un milagro, una maravilla o un prodigio.

No hay triunfo sin sacrificio. No hay vida sin muerte. Atadas las manos y vendados los pies es la situación del hombre que, aunque vivo, está en esclavitud. El nombre de tu muerto puede ser esclavitud emocional, financiera, enfermedad física o mental, opresión o influencia demoniaca  o como sea que se llame. Tu muerto tiene que salir cuando la voz de Dios decrete: Lázaro (muerto), sal fuera. Estarás atado de manos, impedido de lograr cosas, porque nada se mueve, y todo parece estar detenido; o de pies, porque no avanzas, no puedes caminar ni seguir hacia adelante, con vendas, amarrado, paralizado. A la orden divina, el muerto tendrá que salir, y aunque el sudario esté todavía envolviendo tu rostro o sobre tu cabeza, Dios puede liberarte. 

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