Pastor Juan Betances |
“Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz:
¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies
con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y
dejadle ir.” Juan 11:43-44
El evangelio
de Juan Cap. 11 nos narra la resurrección de Lázaro. Haciendo un breve
análisis de los hechos, resaltan los
detalles siguientes:
1. Lázaro era un aldeano de Betania, hermano
de Marta y María. (1)
2. Antes del acontecer narrado, Jesús había
sido ungido con perfume y sus pies enjugados, con los cabellos de María,
hermana de Lázaro. (2)
3. Las hermanas enviaron personas, para decir a Jesús: “el que amas, está
enfermo”. (3)
4. Jesús dijo que esa enfermedad no era para
muerte, sino para la gloria de Dios, “para que el Hijo sea glorificado en
ella”. (4)
5. Jesús amaba a Lázaro, Marta y María.
Habiendo oído que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar
donde estaba. (6)
6. Y les dice a sus discípulos: ”vamos a
Judea otra vez”, más los discípulos le dijeron que los judíos buscaban
apedrearle. (7-8)
7. Jesús responde: “¿No son doce las horas
del día? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero
el que anda de noche tropieza, porque no hay luz en él”. (9-10)
8. Dicho esto, les dijo después: ”nuestro
amigo Lázaro quedó dormido, voy a despertarle”. (11)
9. Sus discípulos le dijeron: ”si duerme,
sanará”. (12)
10. Les dijo abiertamente a sus discípulos: ”Lázaro
ha muerto”. Les dijo la absoluta verdad y se alegra de no haber estado allí,
por ellos, para que crean, invitándolos a ir hasta él. (14-15)
11. Tomás dice: ”Vamos también nosotros, para
que muramos con él” (16)
Principios
para romper con la esclavitud (I)
1. Para vencer el espíritu de esclavitud, es
necesario arrepentirse. Hay que morir también nosotros juntamente con Jesús en
la cruz. Se trata de morir a sí mismo, reconociendo y aceptando la condición de
atadura al pecado y a la iniquidad en la que nos encontramos, para que el
espíritu de aldea desaparezca, y no seguir encerrados en nuestro hábitat,
nuestro pequeño mundo (aldea) donde nos desenvolvemos.
2. Para ver la gloria de Dios, hay que
moverse:
a) En la fe del poder de la resurrección:
Creer con convencimiento de que Dios hará la obra en nosotros.
b) Con fe de reino: Certeza interior de que
el reinado de Dios ha llegado y que la espera o tiempo de luz, puede ser largo,
mas no hay tropiezo en él, porque andamos en la luz del día.
3. El muerto o espíritu de esclavitud, hay
que enfrentarlo con la autoridad de Jesús:
a) Por la alabanza, la adoración e
intercesión. Por la obediencia a su palabra.
b) Disponibles y con corazón abierto.
c) Por la paciencia, y desarrollando
espíritu de mansedumbre y dominio propio.
d) Siendo fieles a Dios.
4. Hay que procurar el milagro, perseguirlo,
provocarlo, especialmente cuando los afanes y las preocupaciones nos hayan
consumido. María se quedó en casa y Marta fue a buscar a Jesús. La aldea está
cerca del lugar donde la presencia de Dios se mueve. (18)
5. No hay atadura que no pueda ser desatada
por la autoridad de Jesús. Todo lo que pidamos al Padre en su nombre, nos lo
dará. La voluntad de Dios es perfecta. Le dijo a Marta: Tu hermano resucitará.
“Ella le respondió:” Yo sé que resucitará en el día final” Jesús le dice: Yo
soy la resurrección y la vida. El que en mi cree, aunque haya muerto, vivirá. Y
todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (25-26)
6. Para romper con el espíritu de
esclavitud, hay que ejercitar el poder delegado sobre nosotros por Jesús, con
fe viva, activa. Él es el Cristo, el Hijo de Dios que vino a salvar el mundo.
(27)
7. Aprender a escuchar la voz de Dios y
responder a su llamado es el camino a la liberación. Marta le dijo a María: El
Maestro está aquí y te llama. En cuanto ella lo oyó, se levantó de prisa y vino
a él. (28-29) Muchas veces Jesús no ha entrado aun a nuestra situación (aldea),
pero está cerca. (30) En esos momentos tenemos que ejercitar la paciencia, que
es un fruto del Espíritu, y no
desesperarse.
8. Hay que llorar ante el muerto, ir de
prisa y salir. Cuando gemimos, clamamos, imploramos la misericordia de Dios, Él
es movido a compasión. Sin importar si hiede nuestro muerto, el decreto será
establecido para desatarnos y dejarnos ir (liberar es soltar, dejar ir).
9. Postrarse a los pies de Jesús cuando
acudimos a él, con fe. Cuando decimos:” Si hubieses estado conmigo, la muerte
no hubiese llegado”, y lloramos, se estremece el corazón de Dios por el lloro
nuestro, como se conmovió Jesús por el lloro de ellos, y lloró. (35) Como la
cierva brama por las corrientes de aguas, en tierra seca y árida, así debe
suspirar nuestra alma buscando el rostro de Dios. Es necesario acudir de prisa
a la presencia de Dios y salir de nuestra “aldea” hacia el lugar del rompimiento,
con ansias, con desesperación.
10. El rompimiento ocurre cuando el corazón de
Dios es movido a compasión. Jesús lloró y decían: Mira como lo amaba. Los
judíos dijeron: ¿No podía éste que abrió los ojos al ciego, haber hecho también
que Lázaro no muriera? (27)
11. Cuando el proceso de rompimiento contra el
espíritu de esclavitud se acerca a su fin, hay que permanecer en silencio y
esperar en Dios.
Desatando el
espíritu de esclavitud y muerte (II)
Ningún
proceso en la vida del cristiano es para muerte, sino que es para vida, para
bien, para Dios glorificarse en nuestras vidas. En los tiempos de crisis, Dios
parece estar en silencio, mas es allí cuando más está trabajando a nuestro
favor. Jesús se quedó dos días más donde estaba. En el desierto, Dios parece
alejarse de nosotros con propósito, para que cuando lleguemos a la tierra de la
promesa, veamos su gloria manifiesta. Es el tiempo de espera para estar
habilitados para ver la gloria postrera aun mayor, el tiempo donde está
trabajando nuestra paciencia.
“Si duerme,
sanará”. No temas si quieren apedrearte, si eres atacado en medio del
desierto o la crisis, si te critican o
levantan contra ti en medio de tu proceso o tribulación. No te sientas ni te
creas muerto. Reposa en Dios. Aunque haya oposición, ataque o guerra contra el
mover de Dios en tu vida, basta que Él diga: Voy a despertarle. Mantén firme la
fe en lo que esperas de Dios y cree con convencimiento que tu realidad no está
en la tierra sino en los cielos Que las promesas de Dios son ciertas y lo que
diga Él es lo que cuenta.
La batalla es
en la mente. Es allí donde se alojan las fortalezas mentales de limitaciones
personales (no puedo, no he hecho eso nunca, jamás lo lograré), las familiares
(los Pérez somos de tal o cual manera, como excusa para no cambiar), o
culturales (al dominicano le gusta su fiesta de palo y eso es una costumbre a
la que yo no voy a renunciar), emocionales (sin fulano o fulana no puedo
vivir), filosóficas (para yo creer que me lo demuestren),… Tu rostro envuelto en
un sudario significa que tus pensamientos, actitudes, necesitan un cambio de
giro, de dirección. Necesitan cambiar, ser renovados, conforme a la semejanza
del varón perfecto, Jesús, para que vivas. Él es la resurrección y la vida, y
si en él creemos, no moriremos para siempre.
Las armas de
nuestra milicia son poderosas en Dios para destrucción de esas fortalezas. (2
Corintios 10:4-5) Es vital que sea derribado todo pensamiento que se levante en
contra del conocimiento de Dios y llevarlo cautivo a los pies de Cristo, para
que el espíritu de esclavitud desaparezca. Hay que destronar al hombre fuerte y
derribarlo, para edificar nueva vida cimentada en Jesús, y plantar una semilla
de fe activa, de reino, dando un paso de avance en el proceso de rompimiento, confiados
en que Dios dirá: Desátenlo y déjenlo ir.
Dios ha
puesto su Palabra por encima de todo, y se ha obligado a sí mismo a darle
cumplimiento. Sus palabras son espíritu y son vida, y nunca pasarán. Él ha
dicho que si permanecemos en su amor, y obedecemos sus mandamientos, seremos
como tierra fecunda, que dará muchos frutos. Su amor hacia nosotros no
permitirá que nada nos pase, nada nos falte. Cuando le mostramos amor, puede
haber un cambio en su voluntad, y permitirnos ser bendecidos con un milagro, una
maravilla o un prodigio.
No hay
triunfo sin sacrificio. No hay vida sin muerte. Atadas las manos y vendados los
pies es la situación del hombre que, aunque vivo, está en esclavitud. El nombre
de tu muerto puede ser esclavitud emocional, financiera, enfermedad física o
mental, opresión o influencia demoniaca
o como sea que se llame. Tu muerto tiene que salir cuando la voz de Dios
decrete: Lázaro (muerto), sal fuera. Estarás atado de manos, impedido de lograr
cosas, porque nada se mueve, y todo parece estar detenido; o de pies, porque no
avanzas, no puedes caminar ni seguir hacia adelante, con vendas, amarrado,
paralizado. A la orden divina, el muerto tendrá que salir, y aunque el sudario
esté todavía envolviendo tu rostro o sobre tu cabeza, Dios puede liberarte.
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