Pastor John MacArthur |
La pregunta es: "¿Cómo
matar el pecado en mi vida? ¿Cómo lo hago?" Le voy a dar algunos breves
principios, muy básicos y sencillos.
Si usted vive en el Espíritu y
se dirige hacia la vida eterna producto de su salvación, el Espíritu le da el
poder para matar las obras de la carne.
La pregunta es: "Muy bien,
¿cómo puedo hacer eso? Estoy de acuerdo en que el poder está ahí, esa es la
inclinación en mi vida, allí me dirijo. Quiero ver que el Espíritu haga más y
más de ella. ¿Cómo llego a ese punto? ¿Cómo gano la victoria? ¿Cómo establezco
ese patrón habitual? ¿Qué debo hacer?"
Reconozca la presencia del pecado en su
carne.
¿Sabe por qué la mayoría de los
cristianos son usualmente los más derrotados por el pecado? Creo que es debido
a que su pecado los tiene tan engañados que nunca llegan al punto en el que
honestamente lo reconocen por lo que realmente es. No tratan el problema.
Pasan gran parte de su vida
justificando su pecado como una característica de su personalidad o un producto
de su entorno. Minimizan sus pecados habituales como simple idiosincrasia de la
individualidad, como alguna predilección prenatal que su madre tenía, o lo que
sea. La gente puede ser tan buena negando la realidad del pecado que no la ve.
Como resultado, no lo tratan porque ni siquiera lo reconocen por lo que es.
Cualquier tipo de victoria
espiritual comienza con la identificación del enemigo. Es la misma historia de
siempre: "Si usted no sabe a lo que está disparando, ¿cómo va a atinar?”
¿Cómo voy a eliminar de mi vida lo que ni siquiera identifico que necesita ser
eliminado?
El pecado no sólo es malo, es
engañoso. Y está ahí dentro de cada uno de nosotros. Créanme que está ahí. John
Owen tenía razón, él dice del pecado:
No tiene puertas para abrir. No
necesita ningún motor para funcionar. Se encuentra en la mente y en el
entendimiento. Se encuentra en la voluntad. Está en las tendencias de los
afectos. Tiene intimidad en el alma.
¡Está ahí! Pero,
inevitablemente, está cubierto. Como el salmista oró: "Examíname, oh Dios,
y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí
camino de perversidad" (Salmo 139:23) Tenemos que pedirle a Dios que nos
ayude a ver nuestra pecaminosidad si queremos reconocerla por lo que es.
No se deje engañar acerca de lo
bueno que usted es. Créame, su pecado está ahí; y es miserable; y surge a
través de las grietas de su supuesta justicia. Sale en ira y en amargas
palabras, pensamientos crueles, críticas, vanidad, falta de comprensión,
impaciencia, oraciones débiles, pensamientos inmorales y pecados, incluso
manifiestos. Usted necesita conocer sus debilidades.
Hageo el profeta, en el primer
capítulo de su profecía, repite la orden: "¡Meditad bien sobre vuestros
caminos! ¡Meditad bien sobre vuestros caminos!" (Vv. 5, 7). En otras
palabras, examínese. Primera Reyes 8:38 dice: "cuando cualquiera sintiere
la plaga en su corazón". Y Pablo, en Efesios 4:22, habla de deseos
engañosos. A partir de estos y muchos otros pasajes, la Biblia aclara: si usted
quiere matar al pecado en su vida, debe comenzar por el examen de su propio
corazón para ver la realidad de lo hay allí.
Un corazón afianzado en Dios.
Segundo paso. Para ganar esta
victoria, triunfar y para ver que el poder del Espíritu de Dios comienza a
darle poder sobre la carne no redimida que usted desea, que Dios desea, debe
tener un corazón consolidado en Dios. Un corazón aferrado a Dios. El salmista
dice en el Salmo 57:7: "Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está
dispuesto." ¿Qué quiero decir con eso? ¡Constante devoción a Dios! Eso es
la totalidad de la vida espiritual donde me entrego completamente a Dios. ¿Qué
expreso con eso? Lo que estoy diciendo en realidad en este contexto es que no
se puede tener pecado en una sola área. No se puede limpiar mucho, pero dejar
sin hacerlo en un área. No puede matarlo de hambre en un solo lugar; y darle de
comer para que habite en otro lugar. Si vive en donde quiera que sea, se
arrastrará a todas las demás partes. Es la hierba más nociva, mala, de más
rápido crecimiento que existe. No se limitará a un solo lugar, va a estar en
todas partes. El salmista dice en el Salmo 119, versículo 6: "Entonces no
sería yo avergonzado." ¿Cuándo? ¿Cuándo no sería avergonzado? "Cuando
atendiese a todos Tus mandamientos." Mi vida no estará bien, mi vida no va
a ser sin vergüenza hasta que yo dé el debido respeto a todos los mandamientos
de Dios. Y eso es enfrentar todos los problemas del pecado en mi vida. La única
vida sin vergüenza es la vida de uno que está totalmente afirmado en Dios, que
ha tratado con todo.
Medite en la Palabra.
Medite en la Palabra. La llenura
del Espíritu se equipara en Colosenses 3 “con dejar que la Palabra de Cristo
habite en abundancia en usted”. Cuando la Palabra lo controla, cuando controla
su pensamiento, cuando está allí como el salmista dijo y "medita de día y
de noche", cuando está allí escondida "para no pecar contra
Dios", entonces usted tiene un factor de control en su vida. La forma de
matar el pecado en su vida es alimentarlo con la Escritura. Es un veneno.
Envenenará al pecado. Alimente a una vida pecaminosa con la Escritura – ¡la
envenenará! Lo que realmente controla su mente, controla su comportamiento;
aprenda a cerrar la basura y alimente al pecado, el pecado restante en su vida
con una dieta constante de la gloriosa verdad de Dios; y eso infectará al
pecado. Por lo que usted debe entregarse a la Palabra. Usted debe saturase de
la Palabra. Usted debe escuchar la prédica y la enseñanza de la Palabra. Usted
debe aprenderla por sí mismo y meditar en ella día y noche.
Esto es muy básico. En cuarto
lugar, y muy importante, en comunión con Dios en la oración. Comunión con Dios
en la oración. Esto nos lleva de vuelta al primer punto que le di. La verdadera
oración le da al corazón un sentido de su propio carácter vil y renueva el odio
al pecado. La verdadera oración hace eso. John Owens dijo: "El que suplica
a Dios por el perdón del pecado también suplica con su propio corazón
detestarlo." En algún momento, en su propia vida de oración, tiene que ser
honesto. Tiene que ser honesto. Y necesita empezar a decirle a Dios: "Yo
quiero que me reveles mi pecado, quiero que me conmuevas. Quiero que me lo
muestres. Quiero que sacudas el polvo que lo cubre. Quiero que se desprenda lo
que ha estado escondiendo la basura en mi vida, para que sea manifiesto y
visible para mí. Quiero ver la realidad de mi pecado. Quiero que me lo muestres
tal como es." Eso es parte de su comunión con Dios.
Cuando usted ora a Dios – esa es
una confesión sincera. Puede decir que confiesa sus pecados, pero hasta que no
ore: "Dios, muéstrame todos los pecados de mi vida, revélamelos todos,
descubre cada rincón de mi vida. Que puedan llegar a ser tan detestables para
mí como lo son para Ti y dame la fuerza para ver que se van."
Ése es el tipo de oraciones que
son las verdaderas oraciones de arrepentimiento. Siempre he creído que cuando
realmente confesamos los pecados, después de decir: "Señor, por favor,
perdóname por ese pecado", agregamos al final -si la confesión es
verdadera- "Y Señor, que nunca repita esto otra vez." Esa es la
exclamación de mi corazón. Y entonces, la oración expone los pecados secretos.
La oración debilita a los pecados predominantes. La oración encuentra fuerza en
la comunión con el Dios Santo que mata al pecado en nuestras vidas.
¿Qué debo hacer si quiero
conocer la victoria sobre el pecado? En primer lugar, tengo que reconocer el
pecado en mi vida. No se engañe, no subestime su miserable condición, tal como
Pablo no lo hizo en Romanos, capítulo 7. Y luego, fije la mirada íntegramente
en Dios y conságrese a Él por completo, para que todo en la vida, sea Él. Como
dijo el salmista en el Salmo 16: "Yo he puesto al Señor siempre delante de
mí"; y esa es la única manera de vivir. Y luego, también es igualmente
esencial que usted cultive el conocimiento y el entendimiento; y una
comprensión profunda y aplicación de la verdad bíblica; y que usted pase tiempo
en oración sincera delante de Dios, llevando la verdad a la vida en Su
presencia. Y en ese tipo de ejercicios espirituales simples viene la muerte del
pecado. A continuación, hay un quinto y último punto en este breve modelo de
victoria.
Cultive la obediencia.
Ahora salimos de ese lugar
privado, donde buscó su pecado y fijó la mirada en Dios. Y donde usted ha
meditado en la Palabra y en donde se comunicaba con Dios en oración; y nos
vamos al espacio público; y ahora el patrón de su vida se encuentra en un curso
de obediencia. Pablo dijo: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea
perfecto; sino que prosigo". "Prosigo a la meta." No he llegado
a la meta, pero estoy en el camino. ¿En qué camino estaba él? El camino de la
obediencia. Pedro dijo que nuestras vidas deben caracterizarse, en 1 Pedro
1:22, "por la obediencia a la verdad." Y caminamos un camino de
obediencia. Si desea participar en una verdadera batalla contra el pecado,
establezca su curso día a día, momento a momento, un paso a la vez, en un
camino de obediencia. Al principio, parece difícil, al principio el progreso
parece lento, pero permanezca en él y con el tiempo se convertirá habitualmente
obediente. Habitualmente obediente. ¡Se convierte en un hábito! Usted se queda
en el camino que Dios ha trazado en Su Palabra. Ese camino le llevará a crecer
en gracia, santidad perfecta, renovar el hombre interior día a día y le
entrenará para la piedad.
Ahora bien, sería justo, creo,
hacer una pregunta final que es: "¿qué tal lo estoy haciendo?" ¿Cómo
puedo hacer un pequeño inventario y decirme a mí mismo: "Alma, Alma, ¿cómo
te va? ¿Cómo está funcionando esto? ¿Estás haciendo estas cosas?" Sólo
hágase algunas preguntas simples.
¿Cómo está mi celo por Dios?
¿Es mi corazón frío para con
Dios? ¿El pecado me ha hecho indiferente a los tiempos de comunión con Él?
¿Tengo poco o ningún interés en Su presencia? ¿En la gloria de Su nombre? ¿Amo
Su Palabra? ¿Amo Su ley? Puedo entender lo que quiso decir el salmista en el
Salmo 119:136, cuando dijo: "Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque
no guardaban Tu ley." ¿Tengo tal amor por la ley de Dios que me siento
devastada cuando no se tiene en cuenta Su ley? ¿Contiendo ardientemente por la
fe? ¿Vivo para defender la verdad? ¿Para vivirla? ¿Para proclamarla? ¿Cuál es
el nivel de mi celo?
¿Amo la Palabra?
¿Me siento atraído a la Palabra?
¿Casi sujeto a ella por algún luchador divino que me tiene aferrado y no puedo
levantarme hasta que Sus verdades se han convertido en mis propias
convicciones? ¿Me encuentro entregado a lo profundo de la Palabra? Pregúntese
esto: "¿Me gusta el tiempo de oración? ¿Usted ama el lugar de confesión?
¿Usted corre ansiosamente al lugar donde puede confesar sus pecados y pedir a
Dios que haga el proceso de auto-examen a la luz del Espíritu Santo, para que
cada cosa sucia pueda ser llevada a la luz? ¿Busca usted eso? ¿Se deleita en la
adoración? ¿Es su gran deseo estar aquí con los redimidos de Dios? ¿Es precioso
para usted pasar el Día del Señor en la iglesia? ¿Es el placer más fuerte de su
alma cantar Sus alabanzas y conocerlo mejor, para poder honrarle? O dice como
los judíos de la época de Malaquías: "¡Qué fastidio es la adoración!"
Pregúntese a sí mismo: "¿Es
usted sensible al pecado en la iglesia? ¿Es sensible al pecado en el mundo?
¿Destroza su corazón cuando ve el pecado a su alrededor en donde quiera que
sea? ¿En su propia vida?"
Esos que le di son sólo los
principios básicos, simplemente inviértalos y conviértalos en preguntas de
auto-examen. La victoria espiritual está allí si usted reconoce que no tiene la
obligación de pecar. Si usted reconoce que el Espíritu de Dios ya le ha
inclinado hacia la vida, que Él ya está matando el pecado en su vida y que ahí
está el poder de matar todo. Entonces, todo lo que tiene que hacer es
aprovechar los medios; y le he dado principios simples mediante los cuales
usted puede comenzar a hacer eso en su vida; y una breve evaluación mediante la
que puede examinar dónde se encuentra.
Yo no sé usted, pero yo quiero
tener una vida de virtud. Quiero tener una vida de gozo. Quiero tener una vida
de paz; y quiero tener una vida de provecho para Dios. Y éste es el camino a
esa vida. Que Dios le dé la fuerza para transitarlo; y que en la medida que lo
transita con fidelidad, Dios traiga gloria a Su propio nombre. Ése es el
propósito de todo.
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