miércoles, 29 de abril de 2015

SUÉLTANOS A BARRABÁS!

Pastor Samuel Que
Todas las multitudes del mundo tienen una voz muy fuerte. En muchos casos es la voz de lujuria, en otros casos la voz de la drogadicción, la voz del sexo libre, la voz de la idolatría, la voz del libertinaje, etc. 

Pero pocas veces las multitudes tendrán la voz de la justicia, la voz de la verdad, la voz de la paz, y mucho menos la voz de Dios. Esta es la razón por la cual estas multitudes son una fuerte influencia al mal en lugar del bien, es porque van en búsqueda de sus propios intereses enfocados en la explotación del prójimo, en lugar de su bienestar. No sé si alguna vez te has preguntado, ¿Cuántas lugares de perversión tienen nuestra ciudad? Bares, Clubes nocturnos, Pistas de baile que se convierten en pistas de lujuria. Centros espiritistas. Y otros.
         
El pueblo tiene una voz muy fuerte, por la razón de que son muchas voces juntas. Son menos las gentes que encuentran el bien y deciden seguirlo; que las que van en pos del mal. Hay muchas personas que solo siguen la corriente de las masas, porque no quieren ser aplastados por ellas. Ese es el caso nuestro, cuando aceptamos a Cristo como Salvador. La corriente por la cual viajábamos tiene la tendencia a regresarnos al cauce del que estamos saliendo.

Habrá comunidades enteras que no podrán ser salvadas, porque sus tendencias son hacia el mal. Sin embargo, dentro de nuestras ciudades, pueblos y naciones es necesario el que Dios encuentre un grupo de justos, que sostengan a la ciudad en oración y resguardada de la destrucción.

Las multitudes han atraído sobre sus propias espaldas la desgracia que ha caído sobre ellos. Nuestros gobiernos, nuestras leyes, nuestros sistemas de regulación ciudadana; han caído en el monopolio de la Injusticia, que tiene su origen en la conveniencia de algunos. Desde la cúpula del poder, hasta los niveles más bajos de la sociedad, se ha pedido que se suelte sobre nosotros el mal. Porque creemos que tendremos control sobre el. 

La injusticia es mejor recibida, que la justicia. Nuestros pueblos hoy piden el derecho al aborto, en lugar del derecho a la vida. Las multitudes piden el derecho a la libertad del sexo libre, en lugar de la abstinencia. Se solicita el derecho al definirse ellos mismos, y olvidar su naturaleza. Las acciones de las masas hoy son a favor de las drogas, en lugar de vivir una vida limpia. 
         
Lucas 23:18 Pero toda la multitud gritó a una, diciendo: ¡Fuera con ese; suéltanos a Barrabás! 19 Este había sido echado en la cárcel por rebelión en la ciudad  y por un homicidio.

Las voces de las multitudes siguen sonando a favor de todo los males que hoy vemos en nuestro mundo. Solo que no estamos del todo consientes de cuanto mal acumulamos en nuestra propia contra, al quitar de nuestros pueblos las reglas y estatutos que eran los que nos mantenían lejos de llegar a la barbarie. La multitud es muy insistente a la hora de persistir en su propio mal. Es muy común ver en nuestros pueblos la desgracia, después de que ha sido el pueblo mismo el que ha ido en su búsqueda, y después tratan de buscar una solución al mal que ellos mismos se atrajeron.     

El mundo está dispuesto a crucificar el bien, para persistir en el mal.  Nuestro mundo y sus multitudes han aprendido a crear una cultura del mal que ha traspasado generación tras generación. Y será esa cultura de destrucción la que acabara con ellas.

Por lo general, el pueblo obtiene lo que buscaba. Desafortunadamente escogieron el mal y eso es lo que vendría sobre ellos. A nosotros nos toca lidiar hoy con las voces de las multitudes que nos exige que volvamos a ser como ellos. Que pide que nuestros hijos e hijas, tengan el derecho a ejercer su sexualidad a edad temprana. Que exige el que nos divirtamos, y que nadie puede poner un freno a nuestra libertad aunque se convierta en libertinaje. Exige el que nos comportemos como el resto del mundo tanto en lenguaje, vestimenta, actitudes y demás para poder ser incluidos dentro de la sociedad en la cual vivimos.

Indudablemente es mucha la fuerza las multitudes. Se convierte en una avalancha a la cual es imposible detener. Y que arrastra a su paso a todo aquel que no está dispuesto a ir en el sentido contrario a los deseo y desordenes, de una sociedad más preocupada por sus diversión, que por su salvación. De ahí que observemos que los templos modernos están dedicados a la diversión, al entretenimiento, al deporte y las compras; pero por sobre todo, a la propia satisfacción de quienes solo están preocupados por la carne y que no les interesa en lo más mínimo sus almas.

Todas estas multitudes siguen teniendo la necesidad de quien interceda por ellas. Tienen la necesidad de alguien que sea un ejemplo de bien, que les pueda llevar a los pies de Jesucristo. Aunque ellos mismos renuncien a enterarse de que pueden alcanzar la salvación, si tan solo aceptan el mensaje de Jesús.

Mi oración es que nuestro mensaje llegue a sus oídos, antes que la desgracia. 

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