Pastor Samuel Que |
Todas las
multitudes del mundo tienen una voz muy fuerte. En muchos casos es la voz de
lujuria, en otros casos la voz de la drogadicción, la voz del sexo libre, la
voz de la idolatría, la voz del libertinaje, etc.
Pero pocas
veces las multitudes tendrán la voz de la justicia, la voz de la verdad, la voz
de la paz, y mucho menos la voz de Dios. Esta
es la razón por la cual estas multitudes son una fuerte influencia al mal en
lugar del bien, es porque van en búsqueda de sus propios intereses enfocados en
la explotación del prójimo, en lugar de su bienestar. No sé si alguna vez te has preguntado, ¿Cuántas lugares de
perversión tienen nuestra ciudad? Bares, Clubes nocturnos, Pistas de baile que
se convierten en pistas de lujuria. Centros espiritistas. Y otros.
El pueblo
tiene una voz muy fuerte, por la razón de que son muchas voces juntas. Son
menos las gentes que encuentran el bien y deciden seguirlo; que las que van en pos del mal. Hay muchas
personas que solo siguen la corriente de las masas, porque no quieren ser
aplastados por ellas. Ese es el caso nuestro, cuando aceptamos a Cristo como
Salvador. La corriente por la cual viajábamos tiene la tendencia a regresarnos
al cauce del que estamos saliendo.
Habrá
comunidades enteras que no podrán ser salvadas, porque sus tendencias son hacia
el mal. Sin embargo, dentro de nuestras ciudades, pueblos y naciones es
necesario el que Dios encuentre un grupo de justos, que sostengan a la ciudad
en oración y resguardada de la destrucción.
Las
multitudes han atraído sobre sus propias espaldas la desgracia que ha caído
sobre ellos. Nuestros gobiernos, nuestras leyes, nuestros sistemas de
regulación ciudadana; han caído en el monopolio de la Injusticia, que tiene su
origen en la conveniencia de algunos. Desde la cúpula del poder, hasta los
niveles más bajos de la sociedad, se ha pedido que se suelte sobre nosotros el
mal. Porque creemos que tendremos control sobre el.
La injusticia
es mejor recibida, que la justicia. Nuestros pueblos hoy piden el derecho al
aborto, en lugar del derecho a la vida. Las multitudes piden el derecho a la
libertad del sexo libre, en lugar de la abstinencia. Se solicita el derecho al
definirse ellos mismos, y olvidar su naturaleza. Las acciones de las masas hoy
son a favor de las drogas, en lugar de vivir una vida limpia.
Lucas 23:18 Pero toda la multitud gritó a una, diciendo: ¡Fuera con ese; suéltanos a
Barrabás! 19 Este había sido echado en la
cárcel por rebelión en la ciudad y por
un homicidio.
Las voces de
las multitudes siguen sonando a favor de todo los males que hoy vemos en
nuestro mundo. Solo que no estamos del todo consientes de cuanto mal acumulamos
en nuestra propia contra, al quitar de nuestros pueblos las reglas y estatutos
que eran los que nos mantenían lejos de llegar a la barbarie. La multitud es
muy insistente a la hora de persistir en su propio mal. Es muy común ver en
nuestros pueblos la desgracia, después de que ha sido el pueblo mismo el que ha
ido en su búsqueda, y después tratan de buscar una solución al mal que ellos
mismos se atrajeron.
El mundo está
dispuesto a crucificar el bien, para persistir en el mal. Nuestro mundo y sus multitudes han aprendido
a crear una cultura del mal que ha traspasado generación tras generación. Y
será esa cultura de destrucción la que acabara con ellas.
Por lo
general, el pueblo obtiene lo que buscaba. Desafortunadamente escogieron el mal
y eso es lo que vendría sobre ellos. A nosotros nos toca lidiar hoy con las
voces de las multitudes que nos exige que volvamos a ser como ellos. Que pide
que nuestros hijos e hijas, tengan el derecho a ejercer su sexualidad a edad
temprana. Que exige el que nos divirtamos, y que nadie puede poner un freno a
nuestra libertad aunque se convierta en libertinaje. Exige el que nos
comportemos como el resto del mundo tanto en lenguaje, vestimenta, actitudes y
demás para poder ser incluidos dentro de la sociedad en la cual vivimos.
Indudablemente
es mucha la fuerza las multitudes. Se convierte en una avalancha a la cual es
imposible detener. Y que arrastra a su paso a todo aquel que no está dispuesto
a ir en el sentido contrario a los deseo y desordenes, de una sociedad más
preocupada por sus diversión, que por su salvación. De ahí que observemos que
los templos modernos están dedicados a la diversión, al entretenimiento, al
deporte y las compras; pero por sobre todo, a la propia satisfacción de quienes
solo están preocupados por la carne y que no les interesa en lo más mínimo sus
almas.
Todas estas
multitudes siguen teniendo la necesidad de quien interceda por ellas. Tienen la
necesidad de alguien que sea un ejemplo de bien, que les pueda llevar a los
pies de Jesucristo. Aunque ellos mismos renuncien a enterarse de que pueden
alcanzar la salvación, si tan solo aceptan el mensaje de Jesús.
Mi oración es
que nuestro mensaje llegue a sus oídos, antes que la desgracia.
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