Rev. Pedro Ramón Gómez V |
El apóstol Pablo nos expresa en
Filipenses 3:12 “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que
prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por
Cristo Jesús”.
LA PERFECCIÓN es:
Alcanzar un estado ideal de
integridad o plenitud espiritual. Es una
cualidad que no se alcanza solo por el esfuerzo humano, ni tampoco es un fin en
sí mismo. La perfección cristiana
consiste esencialmente en ejercer el don divino del amor
(Colosenses 3:14 “Y sobre todas
estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”), por Dios y por otras
personas (Mt. 22:37-39 “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”).
La base de la perfección está en
Dios mismo, cuya ley (Stgo. 1:25 “Mas el que mira atentamente en la perfecta
ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino
hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”), obra (Dt. 32:4
“El es la roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud;
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.”) y caminos
(Sal. 18:30 “En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra
de Jehová; escudo es a todos los que en él esperan.”), son perfectos.
Como Dios es perfecto, puede,
por lo tanto, demandar de los creyentes plenitud y los capacita para recibirla
(Mt. 5:48 “Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”).
PERFECCIÓN no significa
impecabilidad, sino completo desarrollo, crecimiento hasta la madurez en
piedad:
(Ef. 4:12-13 “a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo”).
Lo que se discute en este pasaje
es la bondad del Padre, no su impecabilidad (Lc. 6:35-36 “Amad, pues, a
vuestros enemigos, y hace bien…”).
La cualidad de “perfecto” se
adscribe a Noé (Gn. 6:9 “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones;
con Dios caminó Noé.”) y a Job (Job. 1:1 “Hubo en tierra de Uz un varón llamado
Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.”)
como resultado de su obediencia de todo corazón.
En otros contextos bíblicos, la
perfección colectiva y ser “íntegro” van de la mano
(Sal. 37:37 “Considera al
íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichoso para el hombre de paz.”,
Prov. 2:21 “Porque los rectos habitarán la tierra, y los perfectos permanecerán
en ella.”).
En el Nuevo Testamento a través
de Cristo los creyentes pueden ser perfeccionados para siempre (Heb. 10:14
“porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”).
Los cristianos deben crecer y
pasar de la infancia espiritual a la madurez, de modo de compartir la estatura
plena de Cristo, en cuya imagen ellos pueden ser renovados y perfeccionados
(Col. 3:10 “y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó
se va renovando hasta el conocimiento pleno”).
En razón de que sobre la tierra
el pecado permanece como una posibilidad para todos los creyentes
(1 Jn. 1:8 “Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros”),
Necesitan llegar a ser perfectos
aún cuando solo logren una perfección relativa
(Miq. 6:6-8 “¿Con qué me
presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con
becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil
arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito
por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es
bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia,
y humillarte ante tu Dios.”; Fil. 3:16 “Pero en aquello a que hemos llegado,
sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”; Fil. 3:12-14 “No que lo haya
alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir
aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”)
El don divino de la perfección
se concretará plenamente en la eternidad
(Fil. 3:10-14 “a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera
llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni
que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo
cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo
ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”; 1 Jn. 3:2 “Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando
él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”;
compárese con
2 Co. 7:1 “Así que, amados,
puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y
de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”; Ef. 4:13 “hasta
que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a
un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; Heb
6:1 “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos
adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento
de obras muertas, de la fe en Dios.”; Stgo. 3:2 “Porque todos ofendemos muchas
veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de
refrenar todo el cuerpo”).
El apóstol Pablo cuando le
escribe a los Romanos 6:6 “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a
fin de que no sirvamos más al pecado”, esta expresión ocurre en otros lugares (Ef.
4:22 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que
está viciado conforme a los deseos engañosos” y Col. 3:9 “No mintáis los unos a
los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos”), y siempre
significa el hombre de naturaleza antigua y corrupta, la tendencia al mal que
es innata en todos los seres humanos. En
Romanos 6:6 la alusión es a la persona misma del hombre natural; Ef. 4:22 y
Col. 3:9 se refieren a sus caminos.
En cuanto a su posición, es
decir, desde el punto de vista de Dios el viejo hombre está crucificado y al
creyente se le exhorta a que haga de esto una realidad en su propia
experiencia, tomándolo por cierto en el acto definitivo de “despojarse” del
viejo hombre y de revestirse “del nuevo” (Col. 3:8-14).
El Hombre Nuevo
En Efesios 4:24 se nos dice que
el nuevo hombre es aquel que ha sido regenerado a distinción del viejo hombre;
y es “nuevo” en el sentido de ser ya un participante de la naturaleza y vida
divinas
(2P. 1:4 “por medio de las cuales
nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a
ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia”;
Col. 3:3-4 “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con
Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros
también seréis manifestados con él en gloria”)
y no, en ninguna manera, el
viejo hombre reformado o mejorado
(2Co. 5:17 “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas”; Ga. 6:15 “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión
vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”; Ef. 2:10 “Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”; Col. 3:10 “y revestido del
nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el
conocimiento pleno”).
CONCLUSIÓN
El hombre nuevo es Cristo “formado”
en el creyente (Ga. 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo
yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe
del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”; 4:19 “Hijitos
míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea
formado en vosotros”; Col. 1:27 “a
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio
entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”, 1Jn.
4:12 “Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece
en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros”). En 1Jn. 1:8-10 la escritura expresa: “Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no
está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos
pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
A través del sufrimiento y
exaltación de Cristo, Dios hizo perfecto a Jesús (Heb. 2:10 “Porque convenía a
aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas
subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por
aflicciones al autor de la salvación de ellos”), e hizo que pueda ganar para la
iglesia y el creyente individual una integridad que es un reflejo de la suya.
(Col. 1:28 “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo
hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo
hombre”; Heb. 5:9 “y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna
salvación para todos los que le obedecen”).
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