Dr. Néstor Saviñón |
Cada 16 de
agosto, el Primer Mandatario de la nación rinde cuentas de sus actuaciones del
año previo por ante el Congreso Nacional o es juramentado. Las calles se
engalanan con el tricolor, pero la verdadera razón de fiesta para el 16 de
agosto nada tiene que ver con los presidentes, y demasiado con el pueblo llano.
Tras la independencia, surge una débil República Dominicana, pobre, despoblada,
y con dos ideologías contrapuestas, el liberalismo presente en Santiago, y el
conservadurismo del Sur, con Santana, Báez y Bobadilla.
El caudillo
Santana, aduciendo que era inviable el Estado Dominicano que presidía nos anexa
a España, deviniendo en Provincia Ultramarina, aunque en la realidad eramos una
colonia pobre. Tras haber probado el néctar de la libertad, los ciudadanos
dominicanos se rebelaron contra el ejército español, armándose diversos
complots, como fue la intentona de José Contreras y la invasión terrestre de
Sánchez y su posterior fusilamiento.
Un grupo de
soldados, mal avituallados, con todo por perder, pero con orgullo y dignidad,
entraron por Capotillo, hoy Dajabón, en 1863, y ese primer grupo recibe el
apoyo militante de grandes figuras como sería un Gregorio Luperón. Y mal
apertrechados, y peor entrenados, van
obteniendo triunfos cada vez más espectaculares, la línea noroeste, Puerto
Plata, y finalmente Santiago caen a sus pies, desde donde dominaron militarmente las comunes que
conformaban las viejas provincias de Santiago y La Vega.
Tras la toma
de Santiago por las fuerzas restauradoras y los ataques de éstos al sur y este,
que eran la sede del gobierno español y de sus aliados conservadores, se hizo inviable la
permanencia del Imperio Español en nuestra patria, ordenando Isabel II que sus
tropas desocuparan el territorio.
En este 16 de
agosto, aparte de escuchar el discurso del señor Presidente o de cogerlo de
asueto, yendo a un resort o a una montaña, tómese un momento y piense que ese
rojo de esa bandera que lo identifica se debe a los héroes que hemos tenido,
que ofrendaron su sangre por nuestra libertad, y pocos han sido tan valientes
como un Benito Monción, Gaspar Polanco, Pepillo Salcedo, Santiago Rodríguez,
Gregorio Luperón y muchos otros que dieron todo para que hoy disfrutemos de una
nación independiente, digna y con valores.
Es recordar
nuestro valor y orientar a las futuras generaciones a luchar por el
mantenimiento y engrandecimiento de la Patria. Ese es el compromiso que nos
corresponde como dominicanos y formadores, crear nuevos patriotas y luchar
contra los malos dominicanos doquiera estuviesen. Si
así lo hacemos, Dios nos bendecirá grandemente.
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