Pastor Juan Betances |
Humillados para ser exaltados (I)
¿Qué significa bienaventurado? Es ser
dichoso, tener gracia delante de Dios. La gracia de Dios es la cualidad que
abre puertas en lo natural, para que sus riquezas espirituales, que
sobreabundan en lo sobrenatural, se manifiesten en la tierra; es el atributo
divino que nos abre las puertas de los cielos, para que descienda la provisión
capaz de satisfacer nuestras necesidades y carencias, y que se manifieste en lo
natural.
En el idioma griego original, bienaventurado
es la palabra makarios, que significa alguien fortalecido, resistente, con
capacidad y fuerza; viene de la raíz mak, y se refiere a algo grande o de larga
duración. Significa ser bendito, prosperado espiritualmente, feliz, con
plenitud de vida y satisfacción en el favor de Dios, completamente satisfecho,
no por las circunstancias favorables, sino por la actitud que asume frente a
las situaciones desfavorables, para obtener las bendiciones de Dios, con gozo,
como si las estuviera disfrutando.
Salmos 138:6 dice: “Porque el Señor es excelso,
y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos.” Grande es Dios y al
vanaglorioso, al orgulloso, al soberbio, al altivo, mira de lejos, no se acerca
a él. Al contrario, atiende al humilde, le presta su atención, lo asiste y le pone su mirada. ¿Qué es la humildad? Es
esa condición humana de aceptación y reconocimiento de sus debilidades y carencias,
de convencimiento de sus limitaciones y de aceptación de la corrección y
sometimiento a otro ser superior a él.
Para humillarse de corazón, hay que hacerlo
en el espíritu, mostrando la pobreza de nuestro espíritu, que solo puede ser
satisfecha por la riqueza abundante y sobrenatural del Espíritu de Dios. Como
seres humanos, tenemos espíritu, alma y cuerpo. La naturaleza carnal,
pecaminosa del hombre, lo induce al mal, al pecado, a satisfacer las pasiones,
placeres y deseos de la carne. El corazón del hombre es engañoso y perverso,
más que todas las cosas, dice la Biblia. Significa que la intención del hombre
es mala por naturaleza, está inclinada a la maldad, tiende a corrompernos. Solo
el Espíritu de Dios puede enseñarnos a ser mansos y humildes como Jesús. Porque
los humillados en la tierra, serán exaltados por Dios en los cielos. El
destrona a los poderosos de su trono y exalta a los de humilde condición.
(Lucas 1:51-52)
Herencia de bendición (II)
Jesús es el testimonio de la humillación de
Dios, quien no se aferró a su condición divina, sino que se despojó de sí
mismo, haciéndose uno igual a nosotros, menos en el pecado, obedeciendo hasta
la muerte, y muerte de cruz. El mejor ejemplo de humillación nos lo dio el
mismo Dios por medio de Jesús. Siendo Dios, Jesús se humilla hasta la muerte, y
por su obediencia y humillación, fue exaltado luego hasta lo sumo.
Filipenses 2: 3-11 dice:” Nada hagan por
contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino
cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en ustedes este sentir que
hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el
ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se
doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de
la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre”.
El apóstol Pablo, en Gálatas 6:3 dice:”
Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.” También,
en Romanos 12:3 :” Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que
está entre ustedes, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,
sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió
a cada uno.” La autosuficiencia, el orgullo, la altivez, la arrogancia, la
prepotencia y la soberbia nos separan de Dios. La humildad, abre los cielos a
nuestro favor. Dios nos enseñó humildad primero, al hacerse hombre en Jesús, y
someterse a las autoridades humanas, por amor a la humanidad caída, a los
perdidos por el pecado.
Dios le dijo al pueblo de Israel, en
Deuteronomio. 8:11-19:” Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios (…) no suceda
que comas y te sacies (…) y se enorgullezca tu corazón, y te olvides del Señor
tu Dios (…) que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso (…)
afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien. No digas, pues, en tu
corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza, sino
acuérdate del Señor tu Dios, que él te da el poder para hacer las riquezas (…)
Mas si llegas a olvidarte del Señor tu Dios y andas en pos de dioses ajenos (…)
de cierto perecerán.” Si Dios nos diera todo, nos entregara todo conforme a
nuestros propios gustos y deseos, nos llenamos de orgullo y de vanagloria,
creyendo que lo hemos conseguido por nuestras propias manos, sin recordarnos
que todo bien proviene de Él, que toda buena dádiva viene del cielo, y entonces
nos olvidamos de Él. Si comemos y nos saciamos, nos creemos que hemos logrado
todo por nuestras propias fuerzas, sin entender que el poder para hacer las
riquezas, las bendiciones, viene de Dios. Si nos olvidamos de Dios, andamos
detrás y nos inclinamos por dioses ajenos a Él, que se manifiestan en nosotros
a través del orgullo, de la avaricia, de la codicia, de la búsqueda de sí
mismo, de la ambición desmedida, del egoísmo. Por eso Dios nos prueba y nos
aflige: para moldearnos en nuestro carácter, en nuestro ser interior, pero a la
postre para hacernos bien, para que podamos ser aprobados y no reprobados; para
refinarnos como el oro y, al fin, podamos brillar resplandecientes por su luz;
para procesarnos con fuego hasta quemarnos, pero jamás consumirnos por
completo.
En Mateo 3:13-17 dice:”Entonces Jesús vino
de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.
Mas Juan se le
oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
Pero Jesús le
respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.
Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y
he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como
paloma, y venía sobre él.
Y
hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia.”
Cuando nos humillamos en obediencia a Dios,
los cielos se abren a nuestro favor, y el Espíritu de Dios desciende sobre
nosotros, porque tocamos el corazón de Dios, para abrir las ventanas de los
cielos y recibir por posesión la tierra. Dios está hoy haciendo un llamado a tu
vida. Puedes heredar la tierra como herencia, si estás dispuesto a aceptar sus
tratos, a humillarte delante de su presencia. Puedes ver a Dios cara a cara, si
le obedeces, si eres manso y humilde, si te acercas a su presencia con corazón
arrepentido. Jesús dijo:” Aprendan de mi, que soy manso y humilde de corazón.”
(Mt. 11:29) Y cuando los discípulos discutían entre ellos sobre quién de ellos
sería el mayor, tomó un niño en sus manos y dijo:” (…) el que es más pequeño
entre todos ustedes, ese es grande.” (Lucas 9:46-48)
Corazón humillado (III)
Si desechamos la gracia, misericordia y
favor de Dios, Dios no nos tocará ni abrirá su boca para hablarnos. Hay que
aprender a escuchar la voz de Dios humillándonos delante de su presencia, para
recibir sus enseñanzas. La madurez y la transformación del hombre solo es
alcanzable a través de la intervención divina, y la humillación es la puerta de
entrada a la gran cena para los convidados.
Un corazón humillado se caracteriza por:
1. Pide
ayuda en su necesidad. No se avergüenza de clamar y buscar por ayuda.
2. Sigue
los consejos de Dios, contenidos en su Palabra,
3. No
se resiste a cambiar su estatus o condición actual, cuando haya que adaptarse a
nuevas situaciones.
4. No
persiste en mantener su imagen, su prestigio, su fama.
5. No
se cree infalible, sino que es flexible a cambiar sus conceptos para bien
cuando sea necesario.
6. Acepta
perdonar, sin resentimiento; y no se hiere fácilmente.
7. Tiene
una valoración correcta de sí mismo y tiene identidad.
8. Cambia
fácilmente su estilo de vida y la manera de tomar sus decisiones, conforme al
propósito de Dios para su vida.
9. Se
deja convencer por la verdad y acepta la corrección.
10. No
anda detrás de los primeros puestos ni contiende ni rivaliza por estar en mejor
posición que los demás.
La falta de aceptación y reconocimiento
hacen que perdamos la gracia de Dios. El no desprecia un corazón humillado. Si
queremos ser bendecidos, hay que aceptar el quebrantamiento con humildad,
porque a la caída le precede la altivez. Proverbios 16:18dice:” Antes del
quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.” Es
mejor caminar en la gracia de Dios en humildad, que andar en nuestras propias
fuerzas en autosuficiencia, porque somos quebrantados en nuestra soberbia. Para
que el diablo no nos devore, usa la libertad
que Dios ha puesto en ti, para humillarte bajo la mano poderosa de Dios.
I Pedro 5:6-8 dice:” Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que
él los exalte a su tiempo; echando toda su ansiedad sobre él, porque él tiene
cuidado de ustedes. Sean sobrios, y velen; porque su adversario el diablo, como
león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; “.
No hay comentarios:
Publicar un comentario