Pastor y Escritor Th. B. Samuel Que |
En ningún
momento lo instituido por Dios ha tenido la intención de que el hombre pueda
tener la oportunidad de regularlo, cambiarlo o eliminarlo.
Levíticos 19:
1Habló Jehová a Moisés, diciendo: 2Habla a toda la congregación de los hijos de
Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.
Nuestra
sociedad hoy adolece de la falta de reglas morales. Si la iglesia no hace su
trabajo de mostrar a un Dios moral e interesado en que su pueblo viva una vida
moral correcta, literalmente nuestro mundo se irá perdiendo mucho más en el
libertinaje, al grado que la maldad producto de la falta de moral, se hará
común.
La moral es
una orden que hay que ejercer en nuestros hijos a temprana edad. Es una orden a
ejercer también en los nuevos cristianos. Es una orden que hay que ejercer en
la formación del criterio de nuestras niñas y niños. Si permitimos que sean
nuestros hijos los que determinen su moral cristiana en la edad de la niñez,
ellos tomaran las decisiones equivocadas porque su mente no sabe distinguir, y
mucho menos de las consecuencias.
Pero para
poder formar una moral correcta, es necesario que nosotros los adultos, quienes
hemos vivido bajo la protección de una moral regulada por la palabra de Dios,
demos un buen ejemplo a aquellos que comienzas sus vidas.
La primera
orden moral es un llamado a la santidad. Santos seréis, porque santo soy yo
Jehová vuestro Dios. Ahora tenemos que fijar nuestra mirada en el estándar tan
alto que Dios estableció para cada una de las personas que Él llamaba a ser su
pueblo.
No debemos
ser nosotros los CRISTIANOS, quienes bajemos el estándar de la vida. El mundo
no podrá conocer la diferencia entre quien es hijo de Dios y quien no, cuando
la moral de esas personas no está acorde al estándar de la santidad requerida
por Dios. En esta orden el estándar de la vida moral, es Dios.
Por esta
razón, es que no podemos permitir que el estándar de nuestra vida moral, sea
puesta por el mundo, por la cultura, por la moda, por Hollywood o incluso por
algún tipo de pensamiento humanista de nuestro tiempo.
Es a partir
de la instrucción Bíblica, que tenemos una referencia de hacia donde debemos
dirigirnos en cuanto a una moral cristiana correcta.
La moral
tiene sus beneficios. Levíticos 19: 3 Cada uno temerá a su madre y a su padre.
La
combinación de una ley mal interpretada y una sociedad permisiva, ha sido el
vehículo por el cual hemos llegado al momento en el cual los padres en primera
instancia se han desatendido de los hijos, y donde nuestra sociedad civilizada
se ha desatendido de los padres. Es demasiado triste el que los padres han
faltado a su responsabilidad de ser el custodio de los hijos en los momentos
que más los necesitan como lo es la niñez y la adolescencia. Y que por el alto índice
de abandonos, es que los hijos sufren los abusos de otra persona que no
simplemente no los quiere, sino que los utiliza para sus propios fines.
La pérdida de
esta ordenanza Bíblica se ha convertido en el talón de Aquiles de nuestra
sociedad. Por un lado la proliferación de las pandillas, drogas y sexo libre, y
por otro lado la falta de un modelo que regule la vida de las personas en todos
sus sentidos. La falta de este mandamiento ha hecho de nuestra sociedad, un mar
de lágrimas.
Como iglesia
de Dios ahora, nos toca restablecer el orden perdido, en el cual el hijo debe
de estar sujeto a la voluntad del padre. Y el padre debe de entender hasta
donde debe de ejercer esa autoridad, en cuanto a la edad de su hijo, para no
llegar al momento en el cual se irrite a
los hijos al grado en el cual se empiece a perderlos, por la presión ejercida
en ellos.
La fórmula de
vida deberá de ser esta:
A menor edad,
mayor presión o sumisión.
A mayor edad,
menor presión o sumisión.
Nuestra sociedad
a invertido el valor de esta norma, se quiere ejercer presión sobre los hijos
cuando han crecido, porque cuando estaban chicos nos dimos a la tarea de
consentirlos; al grado de mal criarlos, y hacerlos engreídos al grado que ahora
son los padres los que le temen a los hijos.
Debemos de
considerar de forma inmediata el llamado moral de Dios hacia la santidad. Si
podemos levantar una generación basada en el respeto a los padres, habremos
heredado a nuestros hijos y nuestros nietos; la moral que ellos podrán repetir,
a raíz de que han gozado de los beneficios de haber vivido bajo el régimen de
una moral correcta entregada por Dios.
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