Ing. Juan Betances
Un misterio es algo desconocido, oculto, no revelado, no
dado a conocer. Una imagen es la representación de algún objeto o persona. La
Biblia dice, en Gn. 1:27, que Dios nos creo a su imagen. Dios hizo al hombre de
polvo del suelo, al hacerlo carne y huesos, y soplar aliento de vida sobre
él; y la mujer, de la costilla del
hombre fue formada.
El misterio de Dios fue revelado en Cristo Jesús
Dios estableció un orden en la tierra. Al hombre le dio
autoridad para que gobernara y dominara sobre todo lo creado. Le dio libre
albedrio, capacidad que el hombre posee y ejerce cada vez que toma decisiones,
conforme a su propia voluntad. Dios estableció que su voluntad en la tierra la
haría por medio del hombre. Dios necesita de un cuerpo físico para hacer su
voluntad en la tierra, y con ese propósito diseñó al hombre.
El primer hombre pecó y con el pecado vino la muerte y
la enfermedad al mundo. Una vez el hombre desobedeció a Dios, Satanás tomó el
lugar que le correspondía a Dios en el hombre, convirtiéndose en el príncipe de
este mundo, el padre de la mentira. Por el pecado del primer hombre, Adán,
todos los hombres nacemos con una semilla de Satanás en nosotros, que nos
induce al pecado, a satisfacer nuestros gustos, pasiones y deseos, a buscar
nuestro propio yo y a rendir nuestra voluntad al sistema de este mundo
terrenal. Es lo que llamamos carne.
Para cumplir con la propia ley que había establecido, al
llegar la plenitud de los tiempos, por el gran amor con que nos amó, Dios envió
su Hijo unigénito al mundo, para que nadie perezca, sino que tenga vida eterna
(Cf. Jn.3:16). La comunión con Dios perdida por el pecado, Dios la restablece con
la humanidad caída a través del sacrificio de otro hombre, Jesús, varón
perfecto, que nunca cometió pecado, nacido de mujer, mas no de varón,
engendrado por el Espíritu mismo de Dios. A este Jesús, Dios lo convirtió en
garantía de salvación para los que creen en su nombre, por el poder de la
resurrección que se hizo manifiesto en él.
La obra redentora en la tierra fue ejecutada por el Hijo
del Hombre, Jesús. El Mesías, el Salvador, el Cristo, el Enviado de Dios, hizo
acto de presencia en la tierra por medio de Jesús, quien venció al enemigo en
la cruz, al resucitar al tercer día. Probó que era Dios al resucitar, y ya la
muerte no tiene poder sobre él, porque el Espíritu de Dios lo levantó de entre
los muertos, y vive para siempre. Nuestro redentor vive, y del polvo fue
levantado. La tumba está vacía y el Espíritu de Dios que estaba en Jesús, su
Espíritu, el Espíritu Santo, está con nosotros todos los días hasta el fin del
mundo.
El hombre fue creado para reflejar la naturaleza de
Dios. Es allí donde se establece la imagen de Dios en el hombre: fuimos creados
para ser como él. Dios se hace hombre para que seamos como él, lo imitemos,
crezcamos cada día conforme a su imagen. Se hizo hombre, para que el misterio
de Dios viniese a ser dado a conocer a la raza humana en Cristo Jesús.
La revelación de
la imagen del hombre que nos dejó Jesús
En el Evangelio de Juan, Cap. III, narra la historia de
un principal judío llamado Nicodemo, que interroga a Jesús sobre qué había que
hacer para ganar la vida eterna. Jesús le responde “(…) el que no nace de nuevo
no puede ver el reino de Dios” (3); le dice que “(…) hay que nacer de nuevo de
agua y del Espíritu para entrar al reino de Dios. Lo que es nacido de la carne,
carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (…) El viento sopla
donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabe ni a donde viene ni a donde va; así
es todo el que es nacido del espíritu” (5-6 y 8). Nicodemo se asombra de cómo
pude ser esto. Jesús le responde:” De cierto de cierto te digo, que hablamos lo
que sabemos, y testificamos de lo que hemos visto; y no reciben nuestro
testimonio. Si les he dicho cosas de la tierra, y no creen, ¿cómo creerán si
les digo las del cielo? Y nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del
cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (11-12).
Cuando Felipe le dice:” muéstranos al Padre”, Jesús le
responde que hacia tanto tiempo estaba con ellos y todavía no le conocían. También
dijo:” Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al
Hijo el tener vida en sí mismo” (5:26) y “el Padre y yo uno somos” (10:30).
Dijo que no había venido a la tierra a hacer su propia voluntad, sino la del
que lo envió:” Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; sino que el Padre
que me envió, el me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de
hablar” (12:49). Y en Juan 11:35 dice:” Jesús lloró”. ¿Cómo era la naturaleza
de Jesús? Si entendemos cómo era Jesús, podremos entender cómo los hombres
podemos ser imagen de Dios en la tierra.
En Juan 12:27, anunciando su muerte, Jesús dice:’ Y
ahora está turbada mi alma, ¿y qué
diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora”.
Estando en el huerto de Getsemaní, oraba de rodillas diciendo:” Padre, si
quieres, aparta de mí esta copa; mas no se haga mi voluntad, sino la tuya. (…)
Y estando en agonía, oraba más intensamente” (Lc. 22:42 y 44). En Mateo 26:37-38 dice:”(…) comenzó a
entristecerse y sentir gran angustia. Entonces les dijo: Mi alma está abrumada de una tristeza mortal (…)”. Jesús pensaba,
tenia mente. Jesús sentía angustia, tristeza, lloraba: tenía emociones y sentimientos. Su voluntad estaba rendida por completo a la
del Padre. Tenía mente, emociones y voluntad; tenía alma.
A la mujer samaritana le dijo:” Pero llega la hora, y
ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; porque también el Padre busca tales adoradores que le adoren. Dios es
Espíritu; y los que le adoran, es necesario que le adoren en espíritu y en
verdad” (Jn. 4:23-24). Cuando estaba próximo a su muerte, “(…) inclinando la
cabeza, entregó el espíritu”. Mt. 27:50 dice:” Mas Jesús, habiendo clamado a
gran voz, entrego el espíritu”. Aun mas, Lc. 23:46 dice:” Y Jesús, clamando a
gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho
esto, expiró”.
Como dice en I Ts. 5:23, el ser humano completo es un
espíritu con un alma alojados en un cuerpo. Cuando morimos, el espíritu vuelve
a Dios quien lo creó y a quien le pertenece. El alma va también unida al
espíritu, pero para ser juzgada conforme a sus obras. El alma está ligada a la
carne, el espíritu a la vida. Jesús entregó el espíritu a Dios entregándole la
vida que había en su humanidad. En Jn. 6:63 Jesús dijo:” El espíritu es el que
da la vida; la carne no aprovecha para nada; (…)”. El Espíritu que estaba sobre
él, el de Dios, se lo devolvió al morir, y ese mismo Espíritu lo levantó de
entre los muertos al tercer día.